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miércoles, 3 de marzo de 2010

Afirmación, Amor, Aceptación, y Negación 4

Afirmación significa aceptación de tu propia complejidad milagrosa. Significa decir “Si” a tu propio ser. Significa aceptar tu realidad como un espíritu en la carne. Dentro de la estructura de tu propia complejidad, tienes el derecho a decir “No” a ciertas situaciones, a expresar tus deseos, a comunicar tus sentimientos.
Si así lo haces, en el gran flujo y extensión de tu realidad eterna habrá una corriente total de amor y creatividad que te lleva. Afirmación es la aceptación de ti mismo en tu presente como la persona que eres. Dentro de esa aceptación puedes encontrar cualidades que quisieras no haber tenido, o hábitos que te molestan. No debes esperar ser “perfecto”. Como lo mencionamos antes, tus ideas de perfección significan un estado de realización más allá del cual no hay crecimiento futuro, y no existe tal estado.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Cambia esto y dices, “Ámate a ti mismo como amas a tu prójimo”, ya que a menudo reconocerás la bondad en otro y la ignorarás en ti mismo. Algunas personas creen que hay un gran mérito y una santa virtud en lo que ellos conciben como humildad. Por lo tanto estar orgulloso de uno mismo es un pecado, y en ese marco de referencia la verdadera afirmación del ser es imposible. El orgullo propio genuino es el reconocimiento amoroso de tu propia integridad y valor. La verdadera humildad está basada en este respeto afectuoso por ti mismo, más el reconocimiento de que vives en un universo en el que todos los otros seres también poseen esta innegable individualidad y auto estima.
La falsa humildad te dice que no eres nada. Con frecuencia esconde un orgullo propio distorsionado, inflado y negado, porque ningún hombre y ninguna mujer puede aceptar realmente una teoría que niega el propio mérito personal.
La falsa humildad puede causar que derribes el valor de otros, porque si no aceptas el mérito en ti mismo, no puedes verlo en nadie más tampoco. El verdadero orgullo propio te permite percibir la integridad de tus compañeros seres humanos y te permite ayudarlos a utilizar sus fortalezas.
Muchas personas hacen un gran espectáculo ayudando a otros, por ejemplo, alentándolos a apoyarse en ellos. Creen que esta es una empresa muy santa y virtuosa. En cambio, están impidiendo que otras personas reconozcan y utilicen sus propias fortalezas y habilidades.
A pesar de lo que se te ha dicho, no hay ningún mérito en el auto-sacrificio. Lo primero, eso es imposible. El ser crece y se desarrolla. No puede ser aniquilado. Usualmente, el auto-sacrificio significa arrojar “la carga” de ti mismo sobre alguien más y hacer de él su responsabilidad.
Una madre que le dice a su hijo, “Di mi vida por ti”, está hablando tonterías. En términos básicos, tal madre cree, sin importar lo que diga, que ella no tenia mucho para dar, y el “dar” le dio a ella la vida que quería.
El hijo que dice, “Di mi vida por mis padres y yo mismo me dediqué a su cuidado”, quiere decir, “Estaba temeroso de vivir mi propia vida, y temeroso de dejarlos a ellos vivir la suya. Y así al “dar” mi vida obtuve la vida que quería”.
El amor no demanda sacrificio. Quienes temen afirmar su propio ser, también temen permitir a otros vivir por ellos mismos. No les ayudas a tus hijos manteniéndolos encadenados a ti, pero tampoco ayudas a tus padres ancianos alentándoles su sensación de impotencia. El sentido de comunicación ordinario que se te dio a través de tu calidad de criatura, si se sigue espontánea y honestamente, resolvería muchos de tus problemas. Solo la comunicación reprimida lleva a la violencia. La fuerza natural del amor está por todas partes dentro de ti, y los métodos normales de comunicación siempre están para brindarte un mayor contacto con tus criaturas compañeras.
Ámate a ti mismo y hónrate a ti mismo, y te entenderás bastante bien con otros. Cuando dices “no”, o niegas, siempre lo haces así porque en tu mente y en tus sentimientos una situación actual, o una propuesta, se queda muy corta con alguna ideal. El rechazo está siempre como respuesta a algo que es considerado, al menos, ser un bien mayor. Si no tienes ideas de perfección demasiado rígidas, ordinariamente la negación sirve un propósito bastante práctico. Pero nunca niega la realidad presente de ti mismo porque la compares con alguna perfección idealizada.
La perfección no es el ser, ya que todos los seres están en un estado de llegar a ser. Esto no quiere decir que todo ser está en un estado de llegar a ser perfecto, sino en un estado de llegar a ser más de sí mismo. Todas las otras emociones están basadas en el amor, y de una u otra manera todas ellas se relacionan con él, y todas son métodos para regresar a él y expandir sus capacidades.
Ahora bien, a través de esta presentación, a propósito me he mantenido alejado de la palabra “amor”, por las variadas interpretaciones que con frecuencia se ponen sobre ella, y por los errores cometidos frecuentemente en su nombre.
Debes amarte primero a ti mismo antes de amar a otra persona.
Aceptándote a ti mismo y siendo lo que eres con alegría, satisfaces tus propias habilidades y tu simple presencia puede hacer felices a otros. No te puedes odiar a ti mismo y amar a alguien más. Es imposible. En cambio proyectarás todas las cualidades que piensas no poseer sobre alguien más, prestándole flaco servicio, y odias al otro individuo por poseerlas. Aunque profeses amar a otra persona, tratarás de quebrantar los mismos fundamentos de su ser.
Cuando amas a otros, les otorgas su libertad innata y no insistes cobardemente en que ellos siempre te atiendan. No hay divisiones para el amor. No hay una diferencia básica entre el amor de un hijo por su padre, o del padre por su hijo, de la esposa por el esposo, del hermano por la hermana. Solamente hay variadas expresiones y características del amor, y todo amor afirma. Él puede aceptar desviaciones en relación con la visión ideal sin condenarlas. No compara el estado práctico del ser amado con el idealizado percibido que es potencial.
En esta visión, el potencial se ve como actual, y la distancia entre lo práctico y lo ideal no forma contradicciones, puesto que coexisten.
Ahora bien, algunas veces puedes pensar que odias la humanidad. Puedes considerar insanas a las personas, a las criaturas individuales con quienes compartes el planeta. Puedes protestar contra lo que concibes como comportamiento estúpido, sus maneras sanguinarias, sus métodos inadecuados y miopes que utilizan para resolver sus problemas. Todo esto está basado en tu concepto idealizado de lo que la raza debería ser – tu amor por tu compañero, en otras palabras. Sin embargo, tu amor se puede perder si te concentras sobre aquellas variaciones que son menos que idílicas.
Cuando piensas que odias demasiado a la raza, en realidad estás atrapado en un dilema de amor. Estás comparando la raza con tu amorosa concepción idealizada de ella. En este caso, sin embargo, estás perdiendo de vista las personas realmente involucradas.
Estás poniendo el amor en un plano tal que tu mismo te divorcias de tus sentimientos reales, y no reconoces las amorosas emociones que son la base de tu descontento. Tu afecto en sí mismo se ha quedado corto en tu experiencia porque has negado el impacto de esta emoción, por temor a que el amado – en este caso la raza como un todo – no estará a la altura. Por consiguiente te concentras en las digresiones sobre el ideal. Si en cambio te permites a ti mismo liberarte del sentimiento de amor que está realmente detrás de tu insatisfacción, entonces esto por si solo te permitiría ver en la raza las características de amor que ahora se escapan a tu observación en un alto grado.

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