Tus creencias acerca de lo que es deseable y lo que no lo es, lo que es bueno y lo que es malo, no pueden separarse de la condición de tu cuerpo. Tus propias ideas de los valores te pueden ayudar a lograr una buena salud, o causar enfermedad; pueden traer a tu experiencia el éxito o el fracaso, la alegría o la tristeza. Sin embargo, interpretarás esta última afirmación de acuerdo con tu propio sistema de valores. Tendrás ideas definidas acerca de lo que significa el éxito o el fracaso, o acerca de lo que es el bien, o lo que es mal.
Tu propio sistema de valores se construye entonces sobre tus creencias acerca de la realidad, y esas creencias forman tu experiencia. Supongamos que crees que para ser “bueno” debes tratar de ser perfecto. Se te ha dicho, o has leído, que el espíritu es perfecto, y por lo tanto piensas que tu deber era reproducir ese espíritu perfecto en la carne lo mejor que podías. Para este fin, tratas de negar todos los pensamientos y emociones imperfectos. Tus propios pensamientos “negativos” te escandalizan. Puedes creer también lo que te he dicho – que tus pensamientos crean tu realidad – así que puedes llegar a asustarte más ante expresiones mentales o reales de naturaleza agresiva. Puedes estar tan preocupado por lastimar a alguien más, que difícilmente te atreves a moverte. Tratar de ser perfecto todo el tiempo puede ser mucho más que una molestia: puede ser desastroso, como consecuencia de tu malentendido.
La palabra “perfecto” tiene muchas trampas. En primer lugar, presupone algo completo y hecho, algo más allá del cambio, y así más allá del movimiento, de futuro desarrollo, o de la creatividad.
El espíritu siempre está en un estado de llegar a ser, siempre es cambiante, flexible y, en tus términos, sin final, como era y como es sin un punto de inicio. Para que el espíritu cumpla con los requerimientos de la perfección tendría que estar en un estado de terminación, más allá del cual ninguna realización y creatividad es posible.
Tus pensamientos son. Los puedes aprobar o desaprobar, en la forma que piensas de una tormenta, por ejemplo. Si los dejas solos, tus pensamientos son tan variados, magníficos, triviales, terroríficos, o gloriosos, como un huracán, una flor, una inundación, una rana, una gota de lluvia, o como la niebla. Tus pensamientos son perfectamente ellos mismos. Si los dejas solos, ellos vienen y van.
Tú, con tu mente consciente, estás para discriminar entre esos pensamientos, cuales deseas formar dentro de tu sistema de creencias, pero al hacerlo no estás para pretender ceguera. Puedes desear a veces que un día lluvioso fuese un día soleado, pero no te paras en la ventana y niegas que está lloviendo, o que el aire está frío y el firmamento está oscuro.
Aceptar la lluvia como una realidad presente no significa que debas creer que todos los días son tormentosos, y hacer de ese obvio malentendido una parte de tus creencias acerca de la realidad. Así que no tienes que pretender que un pensamiento “oscuro” no existe. No tienes que tomar como un hecho que todos tus pensamientos serian turbios, y tratar de ocultarlos.
Algunas personas le tienen miedo a las serpientes, inclusive a las de variedad más inofensiva, y son ciegas a su belleza y su lugar en el universo. Algunas otras tienen miedo de ciertos pensamientos, y de esta manera se olvidan de su belleza y de su lugar en la vida mental.
Puesto que tienes todo tipo de pensamientos, hay razones para tenerlos, así como tienes todos los tipos de geografía. Dentro de tu realidad es tan absurdo negar la existencia de ciertos pensamientos, como lo seria pretender que los desiertos no existen. Seguir un curso como ese seria negar las dimensiones de la experiencia y disminuir tu realidad. Esto no quiere decir que tengas que coleccionar lo que piensas son pensamientos negativos, más de lo que significa pasar un mes en un desierto, si ellos no te gustan. Quiere decir que dentro de la naturaleza, tal como la comprendes, nada es insignificante, o pretender que está fuera de la existencia.
Tu propio sistema de valores se construye entonces sobre tus creencias acerca de la realidad, y esas creencias forman tu experiencia. Supongamos que crees que para ser “bueno” debes tratar de ser perfecto. Se te ha dicho, o has leído, que el espíritu es perfecto, y por lo tanto piensas que tu deber era reproducir ese espíritu perfecto en la carne lo mejor que podías. Para este fin, tratas de negar todos los pensamientos y emociones imperfectos. Tus propios pensamientos “negativos” te escandalizan. Puedes creer también lo que te he dicho – que tus pensamientos crean tu realidad – así que puedes llegar a asustarte más ante expresiones mentales o reales de naturaleza agresiva. Puedes estar tan preocupado por lastimar a alguien más, que difícilmente te atreves a moverte. Tratar de ser perfecto todo el tiempo puede ser mucho más que una molestia: puede ser desastroso, como consecuencia de tu malentendido.
La palabra “perfecto” tiene muchas trampas. En primer lugar, presupone algo completo y hecho, algo más allá del cambio, y así más allá del movimiento, de futuro desarrollo, o de la creatividad.
El espíritu siempre está en un estado de llegar a ser, siempre es cambiante, flexible y, en tus términos, sin final, como era y como es sin un punto de inicio. Para que el espíritu cumpla con los requerimientos de la perfección tendría que estar en un estado de terminación, más allá del cual ninguna realización y creatividad es posible.
Tus pensamientos son. Los puedes aprobar o desaprobar, en la forma que piensas de una tormenta, por ejemplo. Si los dejas solos, tus pensamientos son tan variados, magníficos, triviales, terroríficos, o gloriosos, como un huracán, una flor, una inundación, una rana, una gota de lluvia, o como la niebla. Tus pensamientos son perfectamente ellos mismos. Si los dejas solos, ellos vienen y van.
Tú, con tu mente consciente, estás para discriminar entre esos pensamientos, cuales deseas formar dentro de tu sistema de creencias, pero al hacerlo no estás para pretender ceguera. Puedes desear a veces que un día lluvioso fuese un día soleado, pero no te paras en la ventana y niegas que está lloviendo, o que el aire está frío y el firmamento está oscuro.
Aceptar la lluvia como una realidad presente no significa que debas creer que todos los días son tormentosos, y hacer de ese obvio malentendido una parte de tus creencias acerca de la realidad. Así que no tienes que pretender que un pensamiento “oscuro” no existe. No tienes que tomar como un hecho que todos tus pensamientos serian turbios, y tratar de ocultarlos.
Algunas personas le tienen miedo a las serpientes, inclusive a las de variedad más inofensiva, y son ciegas a su belleza y su lugar en el universo. Algunas otras tienen miedo de ciertos pensamientos, y de esta manera se olvidan de su belleza y de su lugar en la vida mental.
Puesto que tienes todo tipo de pensamientos, hay razones para tenerlos, así como tienes todos los tipos de geografía. Dentro de tu realidad es tan absurdo negar la existencia de ciertos pensamientos, como lo seria pretender que los desiertos no existen. Seguir un curso como ese seria negar las dimensiones de la experiencia y disminuir tu realidad. Esto no quiere decir que tengas que coleccionar lo que piensas son pensamientos negativos, más de lo que significa pasar un mes en un desierto, si ellos no te gustan. Quiere decir que dentro de la naturaleza, tal como la comprendes, nada es insignificante, o pretender que está fuera de la existencia.