No hemos presentado métodos o sugerencias sobre la forma de descifrar o entender nuestros sueños, aunque si hemos mencionado algunos tópicos relacionados. No hemos presentado métodos complicados relacionados con viajes fuera del cuerpo y, sin embargo, cambiando las actitudes, muchos de los elementos presentados ayudarán a obtener cambios dentro de nosotros mismos que realzarán tales actividades. Estos cambios empezarán a tener sus lugares naturales dentro de nuestro mundo. No hay métodos que puedan ayudar de manera diferente.
No es preciso pensar que las respuestas a nuestras preguntas están preempacadas en el estado del sueño, relativamente inaccesibles, excepto para aquellas personas que poseen talentos únicos o algún conocimiento secreto del mundo de lo oculto. Mucho antes de la imprenta o la lectura, muchas personas aprendieron a leer muy bien la naturaleza, a observar las estaciones y a “sentir las estaciones del alma”. Por lo tanto, las respuestas están a la mano, puesto que en el umbral de nuestro ser, automáticamente nos situamos en el centro del conocimiento, nunca en la periferia de los eventos.
A pesar de las circunstancias, de las condiciones de la vida, de nuestra preparación o nuestras aptitudes, en nuestro propio umbral nos situamos al centro de todas las realidades, ya que en el centro todas las existencias se cruzan. Somos parte de ellas y ellas de nosotros. Cada porción del universo tiene el conocimiento de todas las otras partes y cada punto de una realidad es el centro de esa realidad. Estamos centrados en el universo. Aun nuestros sueños y pensamientos salen para ayudar a formar nuevos mundos.
Tales consideraciones deberían hacer brillar dentro de nosotros realizaciones más grandes y más intimas, realizaciones a cuya luz la retórica confusa del conocimiento preempacado empieza a desaparecer. En la medida que lo hacen, el vocero que hay dentro de cada uno de nosotros puede elevarse a la superficie de la conciencia ordinaria sin ser considerado un chismoso, un loco o un tonto, sin tener que distorsionar la información, solamente para atraerla a nuestra atención. Los voceros son aquellas voces internas que primero nos enseñaron nuestros lenguajes físicos. Podríamos llamarlos igualmente las voces de los electrones, o las voces de los dioses, ya que cada uno de ellos es el representante de Todo Lo Que Existe, desbordándose como una fuente de conocimiento y de amor. Cuando nos situamos en nuestro umbral físico, vemos en el interior una increíble y resplandeciente aventura psicológica.
No vale la pena que concentremos nuestros esfuerzos en memorizar métodos para percibir otras realidades, sino darnos cuenta que tales realizaciones están por todas partes a nuestro alcance. Si entendemos esto, entonces reordenaremos la organización de nuestros pensamientos por nuestra propia cuenta. Empezaremos a leer nuestros propios pensamientos tan fácilmente como ahora leemos un libro. Es mucho más importante leer nuestros propios pensamientos que aprender a leer los pensamientos de otras personas, ya que cuando conocemos nuestros propios sentimientos, vemos fácilmente que todos los otros sentimientos también están reflejados en los nuestros. Cuando miramos lejos del mundo, lo estamos mirando más cercanamente. Cuando leemos frases como la anterior, estamos liberando en cierta medida nuestras propias mentes y abriendo organizaciones mayores. Nuestra vida es un sueño que estamos recordando. Lo estamos recordando y lo estamos creando al mismo tiempo, observándolo crecer desde la atención de nuestro propio amor y conocimiento y, en la medida en que parecemos estar en su centro, estamos al centro de todos nuestros sueños, los que giran aparentemente hacia el exterior. Nuestro universo físico empezó desde un centro del sueño.
No es preciso pensar que las respuestas a nuestras preguntas están preempacadas en el estado del sueño, relativamente inaccesibles, excepto para aquellas personas que poseen talentos únicos o algún conocimiento secreto del mundo de lo oculto. Mucho antes de la imprenta o la lectura, muchas personas aprendieron a leer muy bien la naturaleza, a observar las estaciones y a “sentir las estaciones del alma”. Por lo tanto, las respuestas están a la mano, puesto que en el umbral de nuestro ser, automáticamente nos situamos en el centro del conocimiento, nunca en la periferia de los eventos.
A pesar de las circunstancias, de las condiciones de la vida, de nuestra preparación o nuestras aptitudes, en nuestro propio umbral nos situamos al centro de todas las realidades, ya que en el centro todas las existencias se cruzan. Somos parte de ellas y ellas de nosotros. Cada porción del universo tiene el conocimiento de todas las otras partes y cada punto de una realidad es el centro de esa realidad. Estamos centrados en el universo. Aun nuestros sueños y pensamientos salen para ayudar a formar nuevos mundos.
Tales consideraciones deberían hacer brillar dentro de nosotros realizaciones más grandes y más intimas, realizaciones a cuya luz la retórica confusa del conocimiento preempacado empieza a desaparecer. En la medida que lo hacen, el vocero que hay dentro de cada uno de nosotros puede elevarse a la superficie de la conciencia ordinaria sin ser considerado un chismoso, un loco o un tonto, sin tener que distorsionar la información, solamente para atraerla a nuestra atención. Los voceros son aquellas voces internas que primero nos enseñaron nuestros lenguajes físicos. Podríamos llamarlos igualmente las voces de los electrones, o las voces de los dioses, ya que cada uno de ellos es el representante de Todo Lo Que Existe, desbordándose como una fuente de conocimiento y de amor. Cuando nos situamos en nuestro umbral físico, vemos en el interior una increíble y resplandeciente aventura psicológica.
No vale la pena que concentremos nuestros esfuerzos en memorizar métodos para percibir otras realidades, sino darnos cuenta que tales realizaciones están por todas partes a nuestro alcance. Si entendemos esto, entonces reordenaremos la organización de nuestros pensamientos por nuestra propia cuenta. Empezaremos a leer nuestros propios pensamientos tan fácilmente como ahora leemos un libro. Es mucho más importante leer nuestros propios pensamientos que aprender a leer los pensamientos de otras personas, ya que cuando conocemos nuestros propios sentimientos, vemos fácilmente que todos los otros sentimientos también están reflejados en los nuestros. Cuando miramos lejos del mundo, lo estamos mirando más cercanamente. Cuando leemos frases como la anterior, estamos liberando en cierta medida nuestras propias mentes y abriendo organizaciones mayores. Nuestra vida es un sueño que estamos recordando. Lo estamos recordando y lo estamos creando al mismo tiempo, observándolo crecer desde la atención de nuestro propio amor y conocimiento y, en la medida en que parecemos estar en su centro, estamos al centro de todos nuestros sueños, los que giran aparentemente hacia el exterior. Nuestro universo físico empezó desde un centro del sueño.
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