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miércoles, 25 de junio de 2008

El Intelecto como Artefacto Cultural

El intelecto está mucho más orientado socialmente de lo que generalmente se entiende. Aunque es un poco difícil de explicar, en cierta forma, el intelecto es un fenómeno cultural. Es asombrosamente resistente, en el sentido de que, de acuerdo con la estructura de creencias de un periodo histórico dado, el intelecto se puede orientar según las líneas de esas creencias, utilizando todas sus habilidades de razonamiento para enfocarse en ese cuadro del mundo, recolectando la información que coincide y rechazando la que no coincide.
Obviamente, la mente puede usar sus habilidades de razonamiento para llegar a la conclusión de que existe un solo dios detrás del funcionamiento del mundo, o que existen muchos dioses, o que la divinidad es una fantasía, o que el mundo mismo procede de una fuente no razonable. Al igual que las estadísticas, las habilidades del razonamiento pueden usarse para llegar casi a cualquier conclusión. Esto se logra teniendo en consideración, dentro de cualquier sistema de razonamiento dado, solo la evidencia que está de acuerdo con las premisas del sistema.
Esta flexibilidad le permite a la especie una gran variación general en sus actividades psicológicas, culturales, políticas y religiosas. Cuando algún sistema de razonamiento se convierte en algo muy rígido, siempre existen ajustes para permitir que otra información se introduzca. De otra manera, nuestro sistema de creencias nunca cambiaria.
Nuestra especie comparte con las otras especies un sentimiento de parentesco para su clase. Existe un gran intercambio de ideas. Al final, tenemos un consenso en lo se refiere a un cuadro razonable de la realidad acordado. Nuestro sistema ha desaprobado muchas experiencias, considerándolas comportamiento excéntrico de una manera adversa, ya que nuestros sistemas de creencias han regimentado así el comportamiento y han definido tan estrechamente la cordura. Es necesario reafirmar que el intelecto está orientado socialmente. Está peculiarmente adecuado para reaccionar a la información cultural. Desea ver el mundo tal como es visto por las mentes de otros. Por medio de este tipo de acción, contribuye a formar nuestro entorno cultural y las civilizaciones de las que estamos tan justamente orgullosos.
El intelecto contribuye a que nuestra especie traduzca sus propias intenciones y propósitos naturales a su propio contexto cultural, de tal manera que aquellas habilidades que la persona natural posee, puedan beneficiar la civilización de su tiempo. Esos propósitos e intenciones, literalmente cambian el mundo. Las expectativas y las intenciones del intelecto, espontáneamente y automáticamente, activan los mecanismos corporales adecuados, para lograr las interacciones necesarias del entorno; y nuestra intención, tal como es expresada por medio del intelecto, dirige nuestra experiencia del mundo.
Estamos hablando del intelecto aquí para nuestra discusión; sin embargo, es necesario recordar también que por todas partes se encuentra amortiguado. En otras palabras, existen sistemas de apoyo. Si el intelecto cree que el mundo es una amenaza para la existencia, esa creencia alterará sus intenciones y por consiguiente las actividades corporales. Las creencias del intelecto operan como poderosas sugestiones, especialmente cuando el intelecto se identifica con esas creencias, de tal manera que existe muy poca distancia entre el intelecto y las creencias que sostiene como verdaderas.
Al hombre le agrada pensar de sí mismo como guardián de la naturaleza y del mundo. Sin embargo, está más cerca de la verdad decir, por lo menos en ese sentido, que la naturaleza es guardián del hombre. O decir que el hombre existe, en términos físicos, como resultado del soporte gracioso de la naturaleza y de todas las otras especies. Sin todas esas otras especies, el hombre, tal como lo conocemos, no existiría. No existiría sin la cooperación permanente de esas especies entre sí y su interrelación con el entorno.
El hombre sirve sus propósitos dentro de la naturaleza, como lo hacen todas las especies, y en los términos de nuestra comprensión, el hombre “piensa” en su propia forma, pero también es la parte pensante de la naturaleza.
El hombre se entiende con el efecto de pensar en la naturaleza. Le suma al resto de la naturaleza. Le suma un tipo diferente de organización mental, organización que la naturaleza misma requiere, anticipa y desea. Los animales no leen o escriben libros, pero ellos sí “leen” la naturaleza directamente a través del contexto de su propia experiencia y por medio de su conocimiento intuitivo. La mente racional del hombre le agrega una atmósfera a la naturaleza, que es tan real como el Cinturón Van Allen que rodea la tierra.
La mente pensante, en gran medida, dirige la actividad de las grandes fuerzas espontáneas, con la organización energético-celular actuando como capitán de las grandes fuentes energéticas del cuerpo. La mente racional define, hace juicios, se entiende con los objetos físicos del mundo y también con las interpretaciones culturales corrientes de su tiempo.
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