Hemos oído decir que todas las otras especies preservan la naturaleza, mientras el hombre tiene la propensión a destruirla. Hemos oído decir que todas las otras criaturas proceden con una gracia natural, excepto el hombre. Hemos oído decir que toda la naturaleza esta satisfecha consigo misma, excepto el hombre, que está lleno de insatisfacción.
Tales pensamientos siguen “naturalmente” los dictados del llamado pensamiento racional. Cuando pensamos tales pensamientos, pensamos de ellos al nivel más forzado de especulación intelectual, es decir, los pensamientos parecen evidentes para el intelecto, que es forzado a operar por si mismo, relativamente hablando, divorciado de las otras facultades del ser. Es entonces cuando parece que el hombre está separado de la naturaleza o, peor aun, parece casi un parásito sobre la faz del planeta.
Esa visión misma es un síntoma de las dificultades del intelecto. En la posición que nuestra cultura coloca al intelecto, éste se ve a sí mismo bastante solo, separado de las otras porciones de la personalidad, de las otras criaturas y de la misma naturaleza. Es por esto por lo que la ciencia dice que las criaturas, excepto el hombre, operan por instinto ciego, término que pretende explicar la totalidad del comportamiento de las otras especies. Es por esto por lo que la distancia entre el hombre y los animales y entre el intelecto y la naturaleza parece profundizarse.
En estos términos, es bastante acertado decir que el intelecto del hombre también es instintivo. El hombre empieza a pensar de una vez. No tiene más remedio que usar su intelecto. Este opera mágicamente, espontáneamente, automáticamente. Sus más agudos procesos de razonamiento surgen como resultado de esa acción mágica natural.
Al intelecto se le ha enseñado a divorciarse de su fuente. En ese sentido, se da cuenta de un sentimiento de impotencia, ya que, hasta cierto punto, es cortado filosóficamente de su propia fuente de poder. Cuando mira el mundo de eventos políticos, los problemas parecen insolubles. El hombre toma muchas decisiones que pueden parecer bastante equivocadas para el intelecto, por causa de su sistema de creencias y porque se le han cortado las otras fuentes de información. Un buen número de esas decisiones equivocadas, o movidas pobres, con frecuencia representan acciones auto-correctivas, decisiones tomadas sobre conocimiento no percibido conscientemente, que escapa a nuestra conciencia.
De la misma manera, algunas decisiones o eventos de la vida privada, pueden parecen desventajosos para el intelecto por las mismas razones, cuando en cambio son también medidas auto-correctivas que no estamos en capacidad de percibir por causa de nuestras creencias. La aproximación racional, tal como se utiliza ahora, conlleva la presunción básica de que todo lo que es incorrecto se pondrá peor. Por supuesto que esa creencia es muy perjudicial, porque va en contra de los principios básicos de la vida. Si este hubiera sido el caso, en términos de nuestra historia, el mundo no habría durado un siglo. Es interesante anotar que antes de la ciencia médica existía un buen número de poblaciones saludables. Ninguna enfermedad acababa con la totalidad de una especie.
Cuando creemos que lo peor sucederá, siempre debemos estar en alerta. En nuestra cultura, la gente utiliza el termino “intelecto” casi como un arma para protegerse contra un desastre inminente. Debe estar alerta a peligros de toda clase. Empieza a recolectar evidencia de peligro, de tal manera que cualquier otro tipo de orientación a la vida parece temerario, y ser realista significa, en ese marco de referencia, esperar lo peor.
Primero que todo, si nos damos cuenta de que el intelecto mismo es una parte de la naturaleza, una parte de la persona natural, una parte de los procesos mágicos, no necesitamos presionarlo en exceso, forzarlo a sentirse aislado, o colocarlo en una posición en la que desarrolle tendencias paranoicas. El intelecto está apoyado, al igual que nuestras intuiciones, por los procesos mágicos de la vida. Está apoyado por la energía mayor que nos dio nacimiento a nosotros y al mundo. Ese poder está operando en el mundo, en el mundo de la política, al igual que en el mundo de la naturaleza, desde que hacemos esa distinción.
Cuando seguimos la llamada aproximación racional, sin embargo, estamos obligados a sentirnos amenazados, divorciados de nuestro cuerpo. Nuestros pensamientos y nuestro cuerpo parecen separados. Parecen presentarse divisiones entre lo mental y lo físico, cuando ambos están apoyados por esos procesos mágicos. Esa aproximación racional va contra lo que apenas podemos llamar directivas de la vida y ritmos naturales de la vida. Es contradictoria a la integridad biológica y no tiene sentido.
La aproximación racional está relacionada con las ideas científicas mencionadas anteriormente: la vida rodeada por el caos, la lucha por la supervivencia, etc. No significa demeritar el intelecto. El intelecto es sumamente importante, pero es tan natural como todos los demás elementos naturales de la naturaleza. No es algún aditamento de la naturaleza, sino parte de ella.
La aproximación mágica da por sentado, en los términos más simples, que la vida de un individuo tendrá plena satisfacción, que se desarrollará y madurará, que el entorno y el individuo están ajustados de manera única y operan conjuntamente. Esto suena muy sencillo. En términos verbales, sin embargo, esas son las creencias de cada célula. Esas creencias están impresas en cada cromosoma y en cada átomo. Ellas proporcionan la fe incorporada que penetra cada criatura viviente, cada caracol, cada pelo de nuestra cabeza. Esas creencias arraigadas son pertinentes biológicamente, proporcionando el ímpetu a todo crecimiento y desarrollo.
Cada célula cree en un mejor mañana. Aunque estamos personificando nuestra célula, la afirmación tiene una firme verdad. Más aun, cada célula contiene dentro de sí misma una creencia y una comprensión de su propia inevitabilidad. En otras palabras, sabe que vive mas allá de su muerte.
La idea del cielo, con todas sus distorsiones, ha funcionado como una estructura teórica, asegurándole al intelecto su supervivencia. La ciencia, por el contrario, ha creído en la aniquilación total del intelecto después de la muerte, y puesto que el hombre había puesto para entonces toda su identificación en el intelecto, esto era un golpe devastador para él. Le negaba al hombre el necesario imperativo biológico. Todas estas razones son la base de los problemas colectivos del hombre y tienen aplicación en cada vida.
El intelecto es el resultado de procesos espontáneos de los cuales él mismo no sabe nada y las intuiciones, que son consideradas tan indisciplinadas e irracionales, están basadas en cálculos mucho más espectaculares que aquellos que la mente consciente pueda concebir. El intelecto no los puede seguir, así que las distinciones no son básicas: son el resultado de las creencias y el uso habitual.
La aproximación mágica da por sentado que el ser humano es una criatura unificada, cumpliendo sus propósitos en la naturaleza tal como lo hacen los animales, bien sea que esos propósitos se entiendan o no. La aproximación mágica da por sentado que cada individuo tiene un futuro, un futuro pleno de satisfacciones, aunque la muerte pueda ser mañana. La aproximación mágica da por sentado que los medios para el desarrollo están dentro de cada individuo y que la satisfacción sucederá naturalmente. Por sobre todo, esa aproximación mágica opera en nuestro mundo. Si no fuera así, no habría un mundo. Si lo peor está condenado a suceder, tal como piensan los científicos, aun la evolución, en sus propios términos, habría sido imposible.
Tales pensamientos siguen “naturalmente” los dictados del llamado pensamiento racional. Cuando pensamos tales pensamientos, pensamos de ellos al nivel más forzado de especulación intelectual, es decir, los pensamientos parecen evidentes para el intelecto, que es forzado a operar por si mismo, relativamente hablando, divorciado de las otras facultades del ser. Es entonces cuando parece que el hombre está separado de la naturaleza o, peor aun, parece casi un parásito sobre la faz del planeta.
Esa visión misma es un síntoma de las dificultades del intelecto. En la posición que nuestra cultura coloca al intelecto, éste se ve a sí mismo bastante solo, separado de las otras porciones de la personalidad, de las otras criaturas y de la misma naturaleza. Es por esto por lo que la ciencia dice que las criaturas, excepto el hombre, operan por instinto ciego, término que pretende explicar la totalidad del comportamiento de las otras especies. Es por esto por lo que la distancia entre el hombre y los animales y entre el intelecto y la naturaleza parece profundizarse.
En estos términos, es bastante acertado decir que el intelecto del hombre también es instintivo. El hombre empieza a pensar de una vez. No tiene más remedio que usar su intelecto. Este opera mágicamente, espontáneamente, automáticamente. Sus más agudos procesos de razonamiento surgen como resultado de esa acción mágica natural.
Al intelecto se le ha enseñado a divorciarse de su fuente. En ese sentido, se da cuenta de un sentimiento de impotencia, ya que, hasta cierto punto, es cortado filosóficamente de su propia fuente de poder. Cuando mira el mundo de eventos políticos, los problemas parecen insolubles. El hombre toma muchas decisiones que pueden parecer bastante equivocadas para el intelecto, por causa de su sistema de creencias y porque se le han cortado las otras fuentes de información. Un buen número de esas decisiones equivocadas, o movidas pobres, con frecuencia representan acciones auto-correctivas, decisiones tomadas sobre conocimiento no percibido conscientemente, que escapa a nuestra conciencia.
De la misma manera, algunas decisiones o eventos de la vida privada, pueden parecen desventajosos para el intelecto por las mismas razones, cuando en cambio son también medidas auto-correctivas que no estamos en capacidad de percibir por causa de nuestras creencias. La aproximación racional, tal como se utiliza ahora, conlleva la presunción básica de que todo lo que es incorrecto se pondrá peor. Por supuesto que esa creencia es muy perjudicial, porque va en contra de los principios básicos de la vida. Si este hubiera sido el caso, en términos de nuestra historia, el mundo no habría durado un siglo. Es interesante anotar que antes de la ciencia médica existía un buen número de poblaciones saludables. Ninguna enfermedad acababa con la totalidad de una especie.
Cuando creemos que lo peor sucederá, siempre debemos estar en alerta. En nuestra cultura, la gente utiliza el termino “intelecto” casi como un arma para protegerse contra un desastre inminente. Debe estar alerta a peligros de toda clase. Empieza a recolectar evidencia de peligro, de tal manera que cualquier otro tipo de orientación a la vida parece temerario, y ser realista significa, en ese marco de referencia, esperar lo peor.
Primero que todo, si nos damos cuenta de que el intelecto mismo es una parte de la naturaleza, una parte de la persona natural, una parte de los procesos mágicos, no necesitamos presionarlo en exceso, forzarlo a sentirse aislado, o colocarlo en una posición en la que desarrolle tendencias paranoicas. El intelecto está apoyado, al igual que nuestras intuiciones, por los procesos mágicos de la vida. Está apoyado por la energía mayor que nos dio nacimiento a nosotros y al mundo. Ese poder está operando en el mundo, en el mundo de la política, al igual que en el mundo de la naturaleza, desde que hacemos esa distinción.
Cuando seguimos la llamada aproximación racional, sin embargo, estamos obligados a sentirnos amenazados, divorciados de nuestro cuerpo. Nuestros pensamientos y nuestro cuerpo parecen separados. Parecen presentarse divisiones entre lo mental y lo físico, cuando ambos están apoyados por esos procesos mágicos. Esa aproximación racional va contra lo que apenas podemos llamar directivas de la vida y ritmos naturales de la vida. Es contradictoria a la integridad biológica y no tiene sentido.
La aproximación racional está relacionada con las ideas científicas mencionadas anteriormente: la vida rodeada por el caos, la lucha por la supervivencia, etc. No significa demeritar el intelecto. El intelecto es sumamente importante, pero es tan natural como todos los demás elementos naturales de la naturaleza. No es algún aditamento de la naturaleza, sino parte de ella.
La aproximación mágica da por sentado, en los términos más simples, que la vida de un individuo tendrá plena satisfacción, que se desarrollará y madurará, que el entorno y el individuo están ajustados de manera única y operan conjuntamente. Esto suena muy sencillo. En términos verbales, sin embargo, esas son las creencias de cada célula. Esas creencias están impresas en cada cromosoma y en cada átomo. Ellas proporcionan la fe incorporada que penetra cada criatura viviente, cada caracol, cada pelo de nuestra cabeza. Esas creencias arraigadas son pertinentes biológicamente, proporcionando el ímpetu a todo crecimiento y desarrollo.
Cada célula cree en un mejor mañana. Aunque estamos personificando nuestra célula, la afirmación tiene una firme verdad. Más aun, cada célula contiene dentro de sí misma una creencia y una comprensión de su propia inevitabilidad. En otras palabras, sabe que vive mas allá de su muerte.
La idea del cielo, con todas sus distorsiones, ha funcionado como una estructura teórica, asegurándole al intelecto su supervivencia. La ciencia, por el contrario, ha creído en la aniquilación total del intelecto después de la muerte, y puesto que el hombre había puesto para entonces toda su identificación en el intelecto, esto era un golpe devastador para él. Le negaba al hombre el necesario imperativo biológico. Todas estas razones son la base de los problemas colectivos del hombre y tienen aplicación en cada vida.
El intelecto es el resultado de procesos espontáneos de los cuales él mismo no sabe nada y las intuiciones, que son consideradas tan indisciplinadas e irracionales, están basadas en cálculos mucho más espectaculares que aquellos que la mente consciente pueda concebir. El intelecto no los puede seguir, así que las distinciones no son básicas: son el resultado de las creencias y el uso habitual.
La aproximación mágica da por sentado que el ser humano es una criatura unificada, cumpliendo sus propósitos en la naturaleza tal como lo hacen los animales, bien sea que esos propósitos se entiendan o no. La aproximación mágica da por sentado que cada individuo tiene un futuro, un futuro pleno de satisfacciones, aunque la muerte pueda ser mañana. La aproximación mágica da por sentado que los medios para el desarrollo están dentro de cada individuo y que la satisfacción sucederá naturalmente. Por sobre todo, esa aproximación mágica opera en nuestro mundo. Si no fuera así, no habría un mundo. Si lo peor está condenado a suceder, tal como piensan los científicos, aun la evolución, en sus propios términos, habría sido imposible.
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