Nuestro mundo y todo lo que existe en él, existe primero en la imaginación. Se nos ha enseñado a enfocar toda nuestra atención sobre los eventos físicos, de tal manera que ellos son los portadores de la autenticidad de la realidad. Los pensamientos, los sentimientos, las creencias, parecen ser secundarios, subjetivos, o de algún modo irreales, y parecen surgir en respuesta a un campo ya establecido de información física.
Generalmente pensamos que nuestros sentimientos acerca de un evento dado son, primordialmente, reacciones al evento mismo. Nunca se nos ocurre que los sentimientos mismos pueden ser primarios y que ese evento en particular fue, de alguna manera, una respuesta a nuestras emociones.
Imaginemos por un momento que el mundo subjetivo de nuestros pensamientos, sentimientos, imágenes y fantasías íntimas, representan la fuente de la cual surgen los eventos físicos. Para cambiar, miremos el mundo de adentro hacia afuera. Imaginemos que la experiencia física, de alguna manera, es la materialización de nuestra propia realidad subjetiva. Olvidemos por un momento todo lo que hemos aprendido sobre reacciones y estímulos. Ignoremos todo lo que hemos creído y veamos nuestros pensamientos como los eventos reales. Tratemos de ver las ocurrencias físicas normales como las reacciones físicas concretas, en el espacio y el tiempo, a nuestros propios pensamientos y creencias. En realidad, nuestro mundo subjetivo causa nuestra experiencia física.
Hemos utilizado en el título la palabra “mecánica” porque ella sugiere un suave funcionamiento tecnológico. Aunque el mundo no es una máquina, su funcionamiento interno es de tal naturaleza que ninguna tecnología lo podrá copiar nunca. Esto involucra una mecánica natural, en la que las dimensiones internas de la conciencia surgen para formar una existencia materializada, cohesiva y física. Nuestra interpretación de la identidad nos enseña a enfocar el entendimiento de tal manera que no podemos seguir los hilos de la conciencia que nos conectan con todas las partes de la naturaleza. En cierta forma, el mundo es como una planta exótica y multidimensional que crece en el espacio y el tiempo. Una planta de variedad increíble, siempre cambiante, en la que cada raíz, hoja, tallo, o flor, tiene su propia participación y está conectada con el todo.
Algunas personas pueden aceptar intelectualmente que nosotros mismos formamos nuestra propia realidad, pero encuentran difícil aceptarlo emocionalmente en ciertas áreas. Nos hemos hipnotizado con la creencia de que los sentimientos surgen como respuesta a los eventos. Sin embargo, son los sentimientos los que causan los eventos que percibimos y, por supuesto, reaccionamos a esos eventos.
Se nos ha enseñado que los sentimientos deben estar ligados, necesariamente, a sucesos físicos específicos. Podemos estar tristes porque un pariente ha muerto, por ejemplo, o porque hemos perdido un empleo, o porque hemos sido rechazados por nuestra pareja, o por cualquier número de razones. Se nos ha dicho que nuestros sentimientos deben ser la respuesta a los eventos que están sucediendo, o que han sucedido. Con frecuencia, nuestros sentimientos “suceden antes de tiempo”, ya que esos sentimientos son las realidades iniciales de las cuales fluyeron los eventos.
Un pariente puede estar listo para morir, aunque las señales externas no se han dado. Los sentimientos del pariente bien podrían estar mezclados, conteniendo partes de alivio y partes de tristeza, que podremos percibir, pero los eventos primarios son los subjetivos.
En nuestra época, puede parecer un truco psicológico el darnos cuenta de que en realidad nosotros mismos formamos nuestra experiencia y nuestro mundo, simplemente porque nuestros hábitos de percepción inclinan el peso de la evidencia en el otro sentido. Esta realización es como la que le llega de vez en cuando a muchas personas en el estado del sueño, cuando súbitamente se “despiertan” en medio del sueño y se dan cuenta, en primer lugar, que están durmiendo y, en segundo lugar, que ellas mismas están creando las experiencias del drama.
Comprender que creamos nuestra propia realidad, requiere el mismo tipo de “despertar” en el estado normal de vigilia, al menos para muchas personas, ya que esta destreza la tienen acentuada unas personas más que otras. El darnos cuenta de esto cambia las reglas del juego en un grado considerable, en lo que nos concierne a nosotros.
Mientras creamos que los eventos buenos y los eventos malos son ordenados por Dios como premio o castigo por nuestras acciones, o mientras creamos, por otra parte, que los eventos no tienen ningún significado, que son caóticos, o que son nudos subjetivos en la telaraña enredada del mundo accidental de Darwin, no vamos a poder comprender conscientemente nuestra propia creatividad, ni vamos a jugar el papel que nos corresponde en el universo como individuos y como especie. Viviremos en un mundo en el que los eventos nos suceden, un mundo en el que debemos sacrificarnos a los dioses, de uno u otro tipo, o nos veremos como víctimas de un mundo al que no le importamos.
Mientras preservamos la integridad de los eventos físicos, tal como los entendemos, cada uno de nosotros debe alterar el enfoque de su atención, en cierto grado, de tal manera que empecemos a percibir las conexiones que existen entre nuestra realidad subjetiva, en cierto momento, y los eventos que percibimos en ese momento. Nosotros mismos somos los iniciadores de esos eventos.
Este reconocimiento involucra una nueva actuación de nuestra propia conciencia. Es un salto mental e imaginativo que nos proporciona control y dirección sobre los logros que siempre hemos obtenido, aunque sin nuestro conocimiento consciente.
Como especie, hemos desarrollado lo que podría llamarse una naturaleza secundaria, un mundo de tecnología en el cual también tenemos nuestra existencia, del cual han surgido complicadas estructuras sociales. Para desarrollar esta clase de estructura, es necesaria una división entre los mundos subjetivos y objetivos. Es sumamente importante que nos demos cuenta de nuestra posición y que logremos la manipulación de la conciencia que nos permitirá tener una verdadera responsabilidad consciente de nuestras acciones y de nuestra experiencia.
Podemos “despertar” de nuestro estado natural de vigilia y ese será el próximo paso natural que la conciencia debe seguir, un paso para el que biológicamente ya estamos equipados. Este nuevo paso nos ofrecerá triunfos y retos. En aquellas áreas de la vida con las que estamos satisfechos, nos podemos dar el crédito, y aquellas con las que no estamos satisfechos, debemos recordar que estamos involucrados en un proceso de aprendizaje y que debemos tener la osadía suficiente para aceptar la responsabilidad por nuestras acciones.
Generalmente pensamos que nuestros sentimientos acerca de un evento dado son, primordialmente, reacciones al evento mismo. Nunca se nos ocurre que los sentimientos mismos pueden ser primarios y que ese evento en particular fue, de alguna manera, una respuesta a nuestras emociones.
Imaginemos por un momento que el mundo subjetivo de nuestros pensamientos, sentimientos, imágenes y fantasías íntimas, representan la fuente de la cual surgen los eventos físicos. Para cambiar, miremos el mundo de adentro hacia afuera. Imaginemos que la experiencia física, de alguna manera, es la materialización de nuestra propia realidad subjetiva. Olvidemos por un momento todo lo que hemos aprendido sobre reacciones y estímulos. Ignoremos todo lo que hemos creído y veamos nuestros pensamientos como los eventos reales. Tratemos de ver las ocurrencias físicas normales como las reacciones físicas concretas, en el espacio y el tiempo, a nuestros propios pensamientos y creencias. En realidad, nuestro mundo subjetivo causa nuestra experiencia física.
Hemos utilizado en el título la palabra “mecánica” porque ella sugiere un suave funcionamiento tecnológico. Aunque el mundo no es una máquina, su funcionamiento interno es de tal naturaleza que ninguna tecnología lo podrá copiar nunca. Esto involucra una mecánica natural, en la que las dimensiones internas de la conciencia surgen para formar una existencia materializada, cohesiva y física. Nuestra interpretación de la identidad nos enseña a enfocar el entendimiento de tal manera que no podemos seguir los hilos de la conciencia que nos conectan con todas las partes de la naturaleza. En cierta forma, el mundo es como una planta exótica y multidimensional que crece en el espacio y el tiempo. Una planta de variedad increíble, siempre cambiante, en la que cada raíz, hoja, tallo, o flor, tiene su propia participación y está conectada con el todo.
Algunas personas pueden aceptar intelectualmente que nosotros mismos formamos nuestra propia realidad, pero encuentran difícil aceptarlo emocionalmente en ciertas áreas. Nos hemos hipnotizado con la creencia de que los sentimientos surgen como respuesta a los eventos. Sin embargo, son los sentimientos los que causan los eventos que percibimos y, por supuesto, reaccionamos a esos eventos.
Se nos ha enseñado que los sentimientos deben estar ligados, necesariamente, a sucesos físicos específicos. Podemos estar tristes porque un pariente ha muerto, por ejemplo, o porque hemos perdido un empleo, o porque hemos sido rechazados por nuestra pareja, o por cualquier número de razones. Se nos ha dicho que nuestros sentimientos deben ser la respuesta a los eventos que están sucediendo, o que han sucedido. Con frecuencia, nuestros sentimientos “suceden antes de tiempo”, ya que esos sentimientos son las realidades iniciales de las cuales fluyeron los eventos.
Un pariente puede estar listo para morir, aunque las señales externas no se han dado. Los sentimientos del pariente bien podrían estar mezclados, conteniendo partes de alivio y partes de tristeza, que podremos percibir, pero los eventos primarios son los subjetivos.
En nuestra época, puede parecer un truco psicológico el darnos cuenta de que en realidad nosotros mismos formamos nuestra experiencia y nuestro mundo, simplemente porque nuestros hábitos de percepción inclinan el peso de la evidencia en el otro sentido. Esta realización es como la que le llega de vez en cuando a muchas personas en el estado del sueño, cuando súbitamente se “despiertan” en medio del sueño y se dan cuenta, en primer lugar, que están durmiendo y, en segundo lugar, que ellas mismas están creando las experiencias del drama.
Comprender que creamos nuestra propia realidad, requiere el mismo tipo de “despertar” en el estado normal de vigilia, al menos para muchas personas, ya que esta destreza la tienen acentuada unas personas más que otras. El darnos cuenta de esto cambia las reglas del juego en un grado considerable, en lo que nos concierne a nosotros.
Mientras creamos que los eventos buenos y los eventos malos son ordenados por Dios como premio o castigo por nuestras acciones, o mientras creamos, por otra parte, que los eventos no tienen ningún significado, que son caóticos, o que son nudos subjetivos en la telaraña enredada del mundo accidental de Darwin, no vamos a poder comprender conscientemente nuestra propia creatividad, ni vamos a jugar el papel que nos corresponde en el universo como individuos y como especie. Viviremos en un mundo en el que los eventos nos suceden, un mundo en el que debemos sacrificarnos a los dioses, de uno u otro tipo, o nos veremos como víctimas de un mundo al que no le importamos.
Mientras preservamos la integridad de los eventos físicos, tal como los entendemos, cada uno de nosotros debe alterar el enfoque de su atención, en cierto grado, de tal manera que empecemos a percibir las conexiones que existen entre nuestra realidad subjetiva, en cierto momento, y los eventos que percibimos en ese momento. Nosotros mismos somos los iniciadores de esos eventos.
Este reconocimiento involucra una nueva actuación de nuestra propia conciencia. Es un salto mental e imaginativo que nos proporciona control y dirección sobre los logros que siempre hemos obtenido, aunque sin nuestro conocimiento consciente.
Como especie, hemos desarrollado lo que podría llamarse una naturaleza secundaria, un mundo de tecnología en el cual también tenemos nuestra existencia, del cual han surgido complicadas estructuras sociales. Para desarrollar esta clase de estructura, es necesaria una división entre los mundos subjetivos y objetivos. Es sumamente importante que nos demos cuenta de nuestra posición y que logremos la manipulación de la conciencia que nos permitirá tener una verdadera responsabilidad consciente de nuestras acciones y de nuestra experiencia.
Podemos “despertar” de nuestro estado natural de vigilia y ese será el próximo paso natural que la conciencia debe seguir, un paso para el que biológicamente ya estamos equipados. Este nuevo paso nos ofrecerá triunfos y retos. En aquellas áreas de la vida con las que estamos satisfechos, nos podemos dar el crédito, y aquellas con las que no estamos satisfechos, debemos recordar que estamos involucrados en un proceso de aprendizaje y que debemos tener la osadía suficiente para aceptar la responsabilidad por nuestras acciones.
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