La Herencia juega un papel mucho menos importante, en la llamada formación del carácter de las personas, de lo que se supone. Lo mismo podemos decir del medio ambiente, como usualmente se entiende. Nuestras creencias culturales nos predisponen para interpretar la experiencia en términos de herencia y medio ambiente, por lo que los consideramos como la causa primordial del comportamiento. No nos fijamos en las excepciones. Por ejemplo, hay niños que no encajan en los patrones de comportamiento de sus familias y su medio ambiente y, sin embargo, no intentamos observar este tipo de comportamiento distinto.
Esta es la razón por la que no notamos los más grandes patrones que existen detrás de la actividad humana. Con frecuencia nos enteramos de personas que parecen haber sido influenciadas por personajes ficticios, por personalidades del pasado, o por personas extrañas, más de lo que los han influenciado sus propios familiares. Tales situaciones se consideran rarezas.
La personalidad humana es mucho más abierta a todo tipo de estímulo de lo que suponemos. Si se piensa que la información llega solamente por medios físicos, la herencia y el medio ambiente se pueden ver como agentes de la motivación humana. Cuando nos damos cuenta de que la personalidad puede tener, y tiene acceso, a otro tipo de información distinta de la física, debemos empezar a preguntarnos qué efectos tiene esa información sobre la formación del carácter y el crecimiento individual. Los niños al nacer ya tienen un carácter y la intención probable de sus vidas ya existe, con tanta seguridad como el plan probable para el cuerpo de adulto que más adelante tendrá.
La conciencia forma los genes, y no lo contrario, y el infante que va a nacer es la entidad que agrega nuevo material a través de la estructura de los cromosomas. Desde el nacimiento, el niño está mucho más enterado de los eventos físicos de lo que se supone. Además, el niño utiliza los primeros años de su vida para explorar, especialmente en el estado del sueño, otro tipo de cosas que se ajustan a sus antojos e intenciones. Recibe permanentemente otro tipo de información, que no depende de la herencia o el medio ambiente.
En otros niveles, el niño sabe de sus contemporáneos nacidos más o menos al mismo tiempo. El plan de vida de cada persona se ajusta, de alguna manera, con el de sus contemporáneos. Esos planes son comunicados uno al otro y las probabilidades se ponen en acción instantáneamente en la Estructura 2. Por ejemplo, se hacen cálculos para que el individuo A se encuentre con el individuo B en un supermercado 30 años más tarde, si este evento encaja dentro de las intenciones de ambas partes. Habrá encuentros trascendentales en la vida de cada persona, que se establecen como fuertes probabilidades, o como planes que se deben desarrollar.
Existen “cuerpos de eventos” que en cierta forma debemos materializar, casi de la misma manera como materializamos nuestro propio cuerpo adulto, partiendo de la estructura del feto. En estos términos, el cuerpo emplea sus propiedades físicas y estas propiedades tienen su propia conciencia y realidad. El nacimiento de cada niño cambia el mundo, ya que este evento pone en funcionamiento un impulso psicológico que empieza a afectar tanto la Estructura 1 como la Estructura 2.
Un niño puede nacer con un gran talento para la música, con un don poco común. Antes de que tenga la edad necesaria para iniciar su aprendizaje, en otros niveles, el niño sabrá la dirección probable que la música tendrá en toda su vida. En el estado del sueño, se encontrará con otros pequeños colegas músicos, que también son infantes como él. Las probabilidades entran en funcionamiento, de tal manera que las intenciones del niño inician la búsqueda de su satisfacción.
Las ideas que tenemos sobre la individualidad son un estorbo, en gran medida. Cada porción de la conciencia, siendo ella misma, contiene el potencial de todas las conciencias. La información particular que tenemos sobre el mundo, no es tan particular como suponemos, ya que tras la experiencia de cada evento, cada uno de nosotros posee información perteneciente a otras dimensiones de ese mismo evento, que usualmente no percibimos.
Cuando intervenimos en cualquier tipo de evento masivo, desde un concierto hasta una avalancha, en otros niveles nos enteramos de las acciones que nos condujeron a esa participación específica. Si un edificio está construido con ladrillos visibles, los eventos masivos están formados por muchos sucesos pequeños e invisibles, cada uno acomodado de manera precisa, en una especie de mampostería psicológica en la que cada uno de nosotros tiene una participación psíquica.
Esta es la razón por la que no notamos los más grandes patrones que existen detrás de la actividad humana. Con frecuencia nos enteramos de personas que parecen haber sido influenciadas por personajes ficticios, por personalidades del pasado, o por personas extrañas, más de lo que los han influenciado sus propios familiares. Tales situaciones se consideran rarezas.
La personalidad humana es mucho más abierta a todo tipo de estímulo de lo que suponemos. Si se piensa que la información llega solamente por medios físicos, la herencia y el medio ambiente se pueden ver como agentes de la motivación humana. Cuando nos damos cuenta de que la personalidad puede tener, y tiene acceso, a otro tipo de información distinta de la física, debemos empezar a preguntarnos qué efectos tiene esa información sobre la formación del carácter y el crecimiento individual. Los niños al nacer ya tienen un carácter y la intención probable de sus vidas ya existe, con tanta seguridad como el plan probable para el cuerpo de adulto que más adelante tendrá.
La conciencia forma los genes, y no lo contrario, y el infante que va a nacer es la entidad que agrega nuevo material a través de la estructura de los cromosomas. Desde el nacimiento, el niño está mucho más enterado de los eventos físicos de lo que se supone. Además, el niño utiliza los primeros años de su vida para explorar, especialmente en el estado del sueño, otro tipo de cosas que se ajustan a sus antojos e intenciones. Recibe permanentemente otro tipo de información, que no depende de la herencia o el medio ambiente.
En otros niveles, el niño sabe de sus contemporáneos nacidos más o menos al mismo tiempo. El plan de vida de cada persona se ajusta, de alguna manera, con el de sus contemporáneos. Esos planes son comunicados uno al otro y las probabilidades se ponen en acción instantáneamente en la Estructura 2. Por ejemplo, se hacen cálculos para que el individuo A se encuentre con el individuo B en un supermercado 30 años más tarde, si este evento encaja dentro de las intenciones de ambas partes. Habrá encuentros trascendentales en la vida de cada persona, que se establecen como fuertes probabilidades, o como planes que se deben desarrollar.
Existen “cuerpos de eventos” que en cierta forma debemos materializar, casi de la misma manera como materializamos nuestro propio cuerpo adulto, partiendo de la estructura del feto. En estos términos, el cuerpo emplea sus propiedades físicas y estas propiedades tienen su propia conciencia y realidad. El nacimiento de cada niño cambia el mundo, ya que este evento pone en funcionamiento un impulso psicológico que empieza a afectar tanto la Estructura 1 como la Estructura 2.
Un niño puede nacer con un gran talento para la música, con un don poco común. Antes de que tenga la edad necesaria para iniciar su aprendizaje, en otros niveles, el niño sabrá la dirección probable que la música tendrá en toda su vida. En el estado del sueño, se encontrará con otros pequeños colegas músicos, que también son infantes como él. Las probabilidades entran en funcionamiento, de tal manera que las intenciones del niño inician la búsqueda de su satisfacción.
Las ideas que tenemos sobre la individualidad son un estorbo, en gran medida. Cada porción de la conciencia, siendo ella misma, contiene el potencial de todas las conciencias. La información particular que tenemos sobre el mundo, no es tan particular como suponemos, ya que tras la experiencia de cada evento, cada uno de nosotros posee información perteneciente a otras dimensiones de ese mismo evento, que usualmente no percibimos.
Cuando intervenimos en cualquier tipo de evento masivo, desde un concierto hasta una avalancha, en otros niveles nos enteramos de las acciones que nos condujeron a esa participación específica. Si un edificio está construido con ladrillos visibles, los eventos masivos están formados por muchos sucesos pequeños e invisibles, cada uno acomodado de manera precisa, en una especie de mampostería psicológica en la que cada uno de nosotros tiene una participación psíquica.
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