El Significado de la Religión
Los dramas religiosos externos son por supuesto representaciones imperfectas de realidades espirituales internas. Los varios personajes, los dioses y profetas dentro de la historia religiosa, todos absorben las proyecciones masivas internas emitidas por aquellos que habitan en un determinado lapso de tiempo.
Tales dramas religiosos enfocan, dirigen y clarifican aspectos de la realidad interior que necesitan representarse físicamente. Ellos no solamente aparecen dentro de tu propio sistema. Muchos también son proyectados dentro de otros sistemas de realidad. La Religión, sin embargo, es siempre la fachada de la realidad interior. La sola existencia espiritual primordial le da significado a la existencia física. En términos más reales, la religión debería incluir todos los esfuerzos del hombre en su búsqueda de la naturaleza y el significado de la verdad. Espiritualmente, no puede ser una actividad o característica aislada y especializada.
Los dramas religiosos externos son importantes y valiosos solo cuando reflejan fielmente la naturaleza de la existencia espiritual interior. Hasta el punto en que el hombre sienta que su religión expresa tal experiencia interior, él la sentirá valida. La mayoría de las religiones, sin embargo, establecen como permisibles ciertos grupos de experiencias, mientras niegan otros. Ellas mismas se limitan aplicando los principios de la calidad sagrada de la vida solamente a su propia especie, y con frecuencia a un grupo sumamente limitado dentro de ella.
En ningún momento, ninguna determinada iglesia estará en capacidad de expresar las experiencias internas de todos los individuos. En ningún momento, ninguna iglesia se encontrará a sí misma en una posición en la que pueda recortar efectivamente la experiencia interior de sus miembros, solo parecerá hacerlo. Las experiencias prohibidas simplemente serán expresadas inconscientemente, recopilando fortaleza y vitalidad y surgiendo para formar una proyección contraria, la cual formará entonces otro nuevo drama religioso exterior.
Los dramas mismos expresan ciertas realidades internas y sirven como recordatorios superficiales para quienes no confían en la experiencia directa con el ser interior. Ellos tomarán los símbolos como realidad. Cuando descubren que esto no es así, se sienten traicionados. Cristo habló en términos de padre e hijo porque en tus términos, en ese tiempo, éste era el método utilizado. La historia que contó explica la relación entre el ser interior y el individuo físicamente vivo. Ninguna nueva religión alarma realmente a nadie, ya que el drama ya ha sido escenificado subjetivamente.
Lo que he dicho aplica por supuesto tanto a Buda como a Cristo. Ambos aceptaron las proyecciones internas y enseguida trataron de representarlas físicamente. Sin embargo, ellos eran más que la suma de estas proyecciones. Esto también debería comprenderse. El islamismo se quedó muy corto. En este caso, las proyecciones fueron de violencia predominantemente. El amor y la afinidad fueron secundarios, para lo que en realidad llegó a ser bautismo y comunión por medio de violencia y sangre.
En estos continuos dramas religiosos externos, los Hebreos jugaron un papel extraño. La idea de un solo dios no era nueva para ellos. Muchas religiones antiguas sostenían la creencia de un dios por encima de todos los otros. Este dios, que estaba por encima de todos los otros, era un dios mucho más indulgente que aquel al cual siguieron los hebreos. Muchas tribus creían muy correctamente en el espíritu interior que penetra todas las cosas vivientes. Con frecuencia se referían al dios en el árbol, o al espíritu en la flor. Pero también aceptaban la realidad de un espíritu total, del cual estos espíritus menores no eran más que una parte. Todos trabajaban juntos armoniosamente.
Los Hebreos concebían un dios supervisor, un dios enojado y justo, y algunas veces cruel; y algunas sectas negaban la idea de que otros seres vivientes, además del hombre, poseyeran espíritus interiores. Las creencias primitivas representaban una mejor representación de la realidad interior, en la cual el hombre, observando la naturaleza, permitía que ella se expresara y revelara sus secretos.
El dios Hebreo, sin embargo, representaba una proyección de un tipo muy diferente. El hombre cada vez se enteraba más y más del ego, de un sentimiento de poder sobre la naturaleza, y muchos de los milagros posteriores son presentados de tal manera que la naturaleza es obligada a proceder diferentemente a su modo usual. Dios se convierte en el aliado del hombre contra la naturaleza.
El dios Hebreo primitivo se convirtió en el símbolo del ego liberado del hombre. Dios se comportaba exactamente como lo haría un niño enfurecido, si tuviera esos poderes, enviando truenos, rayos y fuego contra sus enemigos, destruyéndolos. El ego emergente del hombre produjo problemas y retos emocionales y psicológicos. La sensación de separación de la naturaleza creció. La naturaleza se convirtió en una herramienta para utilizar contra otros.
Algunas veces, antes del surgimiento del dios Hebreo, estas tendencias eran evidentes. En muchas antiguas y ahora olvidadas religiones tribales, también se recurría a los dioses para que volvieran la naturaleza contra el enemigo. Sin embargo, antes de este tiempo, el hombre se sentía parte de la naturaleza y no separado de ella. La miraba como una extensión de su ser, así como el se sentía una extensión de su realidad. Uno no puede utilizarse a sí mismo como arma contra sí mismo en esos términos.
En esos tiempos los hombres les hablaban y confiaban en los espíritus de los pájaros, de los árboles y de las arañas, sabiendo que en la realidad interior subyacente la naturaleza de estas comunicaciones era conocida y comprendida. En esos tiempos la muerte no se temía, como en tus términos se le teme ahora, ya que se comprendía el ciclo de la conciencia.
El hombre quiso de cierta manera salirse de sí mismo, salirse de la estructura en la que tenia su existencia psicológica, intentar nuevos desafíos, salirse de un modo de conciencia hacia otro. Quiso estudiar el proceso de su propia conciencia. En cierta forma, esto significó una separación gigante de la espontaneidad interior que le había dado paz y seguridad. Por otra parte, ofrecía una nueva creatividad.
Los dramas religiosos externos son por supuesto representaciones imperfectas de realidades espirituales internas. Los varios personajes, los dioses y profetas dentro de la historia religiosa, todos absorben las proyecciones masivas internas emitidas por aquellos que habitan en un determinado lapso de tiempo.
Tales dramas religiosos enfocan, dirigen y clarifican aspectos de la realidad interior que necesitan representarse físicamente. Ellos no solamente aparecen dentro de tu propio sistema. Muchos también son proyectados dentro de otros sistemas de realidad. La Religión, sin embargo, es siempre la fachada de la realidad interior. La sola existencia espiritual primordial le da significado a la existencia física. En términos más reales, la religión debería incluir todos los esfuerzos del hombre en su búsqueda de la naturaleza y el significado de la verdad. Espiritualmente, no puede ser una actividad o característica aislada y especializada.
Los dramas religiosos externos son importantes y valiosos solo cuando reflejan fielmente la naturaleza de la existencia espiritual interior. Hasta el punto en que el hombre sienta que su religión expresa tal experiencia interior, él la sentirá valida. La mayoría de las religiones, sin embargo, establecen como permisibles ciertos grupos de experiencias, mientras niegan otros. Ellas mismas se limitan aplicando los principios de la calidad sagrada de la vida solamente a su propia especie, y con frecuencia a un grupo sumamente limitado dentro de ella.
En ningún momento, ninguna determinada iglesia estará en capacidad de expresar las experiencias internas de todos los individuos. En ningún momento, ninguna iglesia se encontrará a sí misma en una posición en la que pueda recortar efectivamente la experiencia interior de sus miembros, solo parecerá hacerlo. Las experiencias prohibidas simplemente serán expresadas inconscientemente, recopilando fortaleza y vitalidad y surgiendo para formar una proyección contraria, la cual formará entonces otro nuevo drama religioso exterior.
Los dramas mismos expresan ciertas realidades internas y sirven como recordatorios superficiales para quienes no confían en la experiencia directa con el ser interior. Ellos tomarán los símbolos como realidad. Cuando descubren que esto no es así, se sienten traicionados. Cristo habló en términos de padre e hijo porque en tus términos, en ese tiempo, éste era el método utilizado. La historia que contó explica la relación entre el ser interior y el individuo físicamente vivo. Ninguna nueva religión alarma realmente a nadie, ya que el drama ya ha sido escenificado subjetivamente.
Lo que he dicho aplica por supuesto tanto a Buda como a Cristo. Ambos aceptaron las proyecciones internas y enseguida trataron de representarlas físicamente. Sin embargo, ellos eran más que la suma de estas proyecciones. Esto también debería comprenderse. El islamismo se quedó muy corto. En este caso, las proyecciones fueron de violencia predominantemente. El amor y la afinidad fueron secundarios, para lo que en realidad llegó a ser bautismo y comunión por medio de violencia y sangre.
En estos continuos dramas religiosos externos, los Hebreos jugaron un papel extraño. La idea de un solo dios no era nueva para ellos. Muchas religiones antiguas sostenían la creencia de un dios por encima de todos los otros. Este dios, que estaba por encima de todos los otros, era un dios mucho más indulgente que aquel al cual siguieron los hebreos. Muchas tribus creían muy correctamente en el espíritu interior que penetra todas las cosas vivientes. Con frecuencia se referían al dios en el árbol, o al espíritu en la flor. Pero también aceptaban la realidad de un espíritu total, del cual estos espíritus menores no eran más que una parte. Todos trabajaban juntos armoniosamente.
Los Hebreos concebían un dios supervisor, un dios enojado y justo, y algunas veces cruel; y algunas sectas negaban la idea de que otros seres vivientes, además del hombre, poseyeran espíritus interiores. Las creencias primitivas representaban una mejor representación de la realidad interior, en la cual el hombre, observando la naturaleza, permitía que ella se expresara y revelara sus secretos.
El dios Hebreo, sin embargo, representaba una proyección de un tipo muy diferente. El hombre cada vez se enteraba más y más del ego, de un sentimiento de poder sobre la naturaleza, y muchos de los milagros posteriores son presentados de tal manera que la naturaleza es obligada a proceder diferentemente a su modo usual. Dios se convierte en el aliado del hombre contra la naturaleza.
El dios Hebreo primitivo se convirtió en el símbolo del ego liberado del hombre. Dios se comportaba exactamente como lo haría un niño enfurecido, si tuviera esos poderes, enviando truenos, rayos y fuego contra sus enemigos, destruyéndolos. El ego emergente del hombre produjo problemas y retos emocionales y psicológicos. La sensación de separación de la naturaleza creció. La naturaleza se convirtió en una herramienta para utilizar contra otros.
Algunas veces, antes del surgimiento del dios Hebreo, estas tendencias eran evidentes. En muchas antiguas y ahora olvidadas religiones tribales, también se recurría a los dioses para que volvieran la naturaleza contra el enemigo. Sin embargo, antes de este tiempo, el hombre se sentía parte de la naturaleza y no separado de ella. La miraba como una extensión de su ser, así como el se sentía una extensión de su realidad. Uno no puede utilizarse a sí mismo como arma contra sí mismo en esos términos.
En esos tiempos los hombres les hablaban y confiaban en los espíritus de los pájaros, de los árboles y de las arañas, sabiendo que en la realidad interior subyacente la naturaleza de estas comunicaciones era conocida y comprendida. En esos tiempos la muerte no se temía, como en tus términos se le teme ahora, ya que se comprendía el ciclo de la conciencia.
El hombre quiso de cierta manera salirse de sí mismo, salirse de la estructura en la que tenia su existencia psicológica, intentar nuevos desafíos, salirse de un modo de conciencia hacia otro. Quiso estudiar el proceso de su propia conciencia. En cierta forma, esto significó una separación gigante de la espontaneidad interior que le había dado paz y seguridad. Por otra parte, ofrecía una nueva creatividad.
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