Por muchos siglos la estructura de la Iglesia Católica Romana mantuvo unida la civilización occidental y le dio sus significados y preceptos. Esos significados y preceptos fluían a través de la sociedad entera y servían como base para todos los modos de conocimiento establecidos, para el comercio, la medicina, la ciencia, etc.
La visión de la realidad que tenia la iglesia era la aceptada. Es necesario destacar el hecho de que las creencias de aquellos tiempos estructuraban el modo de vida individual de cada ser humano, de tal manera que los eventos más privados de las vidas personales eran interpretados de esa forma, como también los eventos de las naciones, las plantas, los animales, etc. La visión del mundo era una visión religiosa, especificada por la iglesia, y su palabra era verdad y realidad al mismo tiempo.
Las enfermedades se sufrían, eran enviadas por Dios para purgar el alma, para limpiar el cuerpo, para castigar al pecador o, simplemente, para enseñarle al hombre su lugar, manteniéndolo alejado de los pecados del orgullo. El sufrimiento enviado por Dios era considerado un hecho de la vida y una verdad religiosa.
Algunas civilizaciones han creído que las enfermedades eran enviadas por demonios o espíritus malignos y que el mundo estaba lleno de buenos y malos espíritus invisibles, mezclados con los elementos de la naturaleza, y que el hombre tenia que seguir una línea cuidadosa para no molestar a las más peligrosas o maliciosas de esas entidades. En la historia del hombre han habido toda clase de encantaciones con el propósito de apaciguar los espíritus malignos que el hombre creía eran reales y que correspondían a una verdad religiosa.
Es bastante fácil no darle importancia a esas creencias y admirarse por la visión distorsionada de la realidad que tiene el hombre. Sin embargo, la visión científica de la enfermedad está igualmente distorsionada. Es tan real como el hecho de que Dios envía la enfermedad como castigo, o que la enfermedad es el regalo no deseado de un demonio.
Los clérigos de la Edad Media podían dibujar diagramas de las diferentes partes del cuerpo humano que habían sido afectadas por haberse incurrido en determinados pecados. Las mentes lógicas alguna vez encontraron que esos diagramas eran muy convincentes y los pacientes con ciertas aflicciones en determinadas áreas confesaban haber cometido los pecados involucrados. La totalidad de la estructura de creencias tenia sentido en sí misma. Un hombre podía haber nacido deforme o enfermo por los pecados de su padre.
La estructura científica, básicamente, tampoco tiene sentido, aunque dentro de ella los hechos a menudo parecen probarse a sí mismos. El caso de los virus es un ejemplo. Nuestras creencias se convierten en realidades evidentes por sí mismas. Seria imposible discutir el sufrimiento humano sin tener esto en consideración. Las ideas se transmiten de generación en generación y esas ideas son las portadoras de todo lo de nuestra realidad, sus alegrías y agonías. Sin embargo, la ciencia es en definitiva un pobre sanador. Los conceptos de la iglesia al menos le dan al sufrimiento cierto tipo de dignidad: provienen de Dios, lo que quizá puede ser un regalo no deseado, pero era un castigo infligido por un padre exigente para el bien de su propio hijo.
La ciencia desconectaba los hechos de las verdades religiosas. En un universo formado por azar, que tenia como principal norma de buen comportamiento la supervivencia del más fuerte, la enfermedad se convirtió en un tipo de crimen contra la especie misma. Significaba que no éramos aptos, lo que provocó todo tipo de preguntas que antes no se habían formulado seriamente.
Por ejemplo, aquellos que eran “genéticamente inferiores”, tenían el derecho a reproducirse? Se pensaba que las enfermedades llegaban como una tormenta, como el resultado de fuerzas físicas contra las cuales el individuo tenia pocos recursos. Las “nuevas” ideas de Freud sobre el inconsciente presentaron un nuevo dilema, ya que entonces, como ahora, se creía ampliamente que como resultado de experiencias de la infancia el subconsciente, o el inconsciente, podían muy bien sabotear los mejores intereses de la personalidad consciente y de manera truculenta llevarla a la enfermedad y el desastre.
En cierta forma, ese concepto puso un diablo psicológico en lugar de uno metafísico. Si la vida misma es vista científicamente como no teniendo un significado real, entonces el sufrimiento debe verse también como no significativo. El individuo se convierte en una victima del azar, en lo que concierne a su nacimiento, los eventos de su vida y su propia muerte. La enfermedad se convierte en su encuentro más directo con una existencia personal sin sentido.
La visión de la realidad que tenia la iglesia era la aceptada. Es necesario destacar el hecho de que las creencias de aquellos tiempos estructuraban el modo de vida individual de cada ser humano, de tal manera que los eventos más privados de las vidas personales eran interpretados de esa forma, como también los eventos de las naciones, las plantas, los animales, etc. La visión del mundo era una visión religiosa, especificada por la iglesia, y su palabra era verdad y realidad al mismo tiempo.
Las enfermedades se sufrían, eran enviadas por Dios para purgar el alma, para limpiar el cuerpo, para castigar al pecador o, simplemente, para enseñarle al hombre su lugar, manteniéndolo alejado de los pecados del orgullo. El sufrimiento enviado por Dios era considerado un hecho de la vida y una verdad religiosa.
Algunas civilizaciones han creído que las enfermedades eran enviadas por demonios o espíritus malignos y que el mundo estaba lleno de buenos y malos espíritus invisibles, mezclados con los elementos de la naturaleza, y que el hombre tenia que seguir una línea cuidadosa para no molestar a las más peligrosas o maliciosas de esas entidades. En la historia del hombre han habido toda clase de encantaciones con el propósito de apaciguar los espíritus malignos que el hombre creía eran reales y que correspondían a una verdad religiosa.
Es bastante fácil no darle importancia a esas creencias y admirarse por la visión distorsionada de la realidad que tiene el hombre. Sin embargo, la visión científica de la enfermedad está igualmente distorsionada. Es tan real como el hecho de que Dios envía la enfermedad como castigo, o que la enfermedad es el regalo no deseado de un demonio.
Los clérigos de la Edad Media podían dibujar diagramas de las diferentes partes del cuerpo humano que habían sido afectadas por haberse incurrido en determinados pecados. Las mentes lógicas alguna vez encontraron que esos diagramas eran muy convincentes y los pacientes con ciertas aflicciones en determinadas áreas confesaban haber cometido los pecados involucrados. La totalidad de la estructura de creencias tenia sentido en sí misma. Un hombre podía haber nacido deforme o enfermo por los pecados de su padre.
La estructura científica, básicamente, tampoco tiene sentido, aunque dentro de ella los hechos a menudo parecen probarse a sí mismos. El caso de los virus es un ejemplo. Nuestras creencias se convierten en realidades evidentes por sí mismas. Seria imposible discutir el sufrimiento humano sin tener esto en consideración. Las ideas se transmiten de generación en generación y esas ideas son las portadoras de todo lo de nuestra realidad, sus alegrías y agonías. Sin embargo, la ciencia es en definitiva un pobre sanador. Los conceptos de la iglesia al menos le dan al sufrimiento cierto tipo de dignidad: provienen de Dios, lo que quizá puede ser un regalo no deseado, pero era un castigo infligido por un padre exigente para el bien de su propio hijo.
La ciencia desconectaba los hechos de las verdades religiosas. En un universo formado por azar, que tenia como principal norma de buen comportamiento la supervivencia del más fuerte, la enfermedad se convirtió en un tipo de crimen contra la especie misma. Significaba que no éramos aptos, lo que provocó todo tipo de preguntas que antes no se habían formulado seriamente.
Por ejemplo, aquellos que eran “genéticamente inferiores”, tenían el derecho a reproducirse? Se pensaba que las enfermedades llegaban como una tormenta, como el resultado de fuerzas físicas contra las cuales el individuo tenia pocos recursos. Las “nuevas” ideas de Freud sobre el inconsciente presentaron un nuevo dilema, ya que entonces, como ahora, se creía ampliamente que como resultado de experiencias de la infancia el subconsciente, o el inconsciente, podían muy bien sabotear los mejores intereses de la personalidad consciente y de manera truculenta llevarla a la enfermedad y el desastre.
En cierta forma, ese concepto puso un diablo psicológico en lugar de uno metafísico. Si la vida misma es vista científicamente como no teniendo un significado real, entonces el sufrimiento debe verse también como no significativo. El individuo se convierte en una victima del azar, en lo que concierne a su nacimiento, los eventos de su vida y su propia muerte. La enfermedad se convierte en su encuentro más directo con una existencia personal sin sentido.
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