El cisma sexual comienza cuando al niño hombre se le enseña a identificarse exclusivamente con la imagen del padre, y a la niña mujer con la imagen de la madre – por lo que aquí tienes incorporada insidiosamente una culpa en el proceso de crecimiento.
Los niños de uno u otro sexo se identifican muy naturalmente con ambos padres, y cualquier método impuesto de dirigir exclusivamente el niño a esa única identificación es limitante. Bajo tales condiciones, inmediatamente empiezan a surgir sentimientos de culpa cuando tal niño siente afiliaciones naturales hacia el otro padre.
Entre más fuertes sean esas inclinaciones naturales, mas inclinado esta el niño a ignorarlas en tu sociedad, ya que ciertas características se consideran masculinas o femeninas exclusivamente. El niño también es coaccionado a ignorar o negar esas partes de su personalidad que corresponden con el sexo, con el que se le ha enseñado que no se puede identificar.
Este apretamiento de la personalidad dentro de un molde sexual comienza tempranamente. Se genera una culpa continuada porque el niño sabe, infaliblemente, que su propia realidad trasciende esa simple orientación.
Entre más capaz sea el niño de forzar esta identificación artificial, más grandes serán sus sentimientos de rebelión interior. La carencia de una imagen “apropiada” del padre o de la madre ha “salvado” más niños que los que ha lastimado. La psique, con sus grandes dones, siempre se siente frustrada e intenta tomar medidas en contra. Tus escuelas continúan adicionalmente el proceso, sin embargo, de tal manera que las áreas de curiosidad y aprendizaje llegan a separarse para hombres y mujeres. El “ella” dentro del hombre, representa de hecho partes de su personalidad que están inexpresadas - no por alguna predominancia natural o por características mentales o emocionales que están por encima de otras, sino por especializaciones artificiales. Lo mismo aplica para el “hombre” dentro de la mujer. Has aceptado esta versión de la personalidad, de acuerdo con tus ideas acerca de la naturaleza de la conciencia. Esas ideas están cambiando y, a medida que lo hacen, la especie debe aceptar su verdadera personalidad. A medida que esto sucede, tu comprensión te permitirá vislumbrar la naturaleza de la realidad de los dioses que has reconocido a través de las eras. Ya no necesitarás vestirlos con disfraces sexuales.
Tus conceptos religiosos cambiarán considerablemente, y las imágenes asociadas con ellos. La religión y el gobierno han tenido una alianza no fácil. Los hombres los regían, ( todavía lo hacen), y sin embargo esas principales organizaciones religiosas al menos reconocían su base intuitiva. Ellas trataban constantemente de manipular la subestructura de la religión, de la misma manera masculina aceptable que los lideres gubernamentales siempre usan para inhibir y utilizar las emociones.
La herejía era considerada femenina y subversiva porque ella podía amenazar con destruir la estructura establecida acerca de la expresión aceptable del fervor religioso. Los elementos femeninos de la Iglesia eran siempre considerados sospechosos, y en los primeros tiempos del Cristianismo existía cierta preocupación de que la virgen se convirtiera en una diosa. Hubo ramas del Cristianismo que no sobrevivieron, en las que este fue el caso. Los desarrollos paralelos en la religión y el gobierno siempre hicieron eco del estado de conciencia y sus propósitos. Las prácticas “Paganas”, dando una libertad de acción mucho mayor para la identificación y expresión sexuales, continuaron hasta bien entrado el siglo 16, y las llamadas heréticas enseñanzas ocultas clandestinas trataron de alentar el desarrollo de la intuición personal.
Cualquier desarrollo psíquico verdadero de la personalidad, sin embargo, está obligado a llevar a una comprensión de la naturaleza de la psique que es demasiado grande para cualquier confusión de la identidad básica con la sexualidad. El concepto mismo de la reencarnación muestra claramente el cambio de orientación sexual, y la existencia de un ser aparte de su orientación sexual, aun mientras también se expresa a través de una determinada postura sexual. En un buen grado, las creencias sexuales son responsables por el bloqueo del conocimiento reencarnacional. Esa “memoria” necesariamente te familiarizaría con las experiencias más difíciles de correlacionar con tus roles sexuales corrientes. Aquellas existencias en otro sexo están presentes inconscientemente para la psique. Ellas son una parte de tu personalidad. Al identificarte tan específicamente con tu sexo, por lo tanto, también inhibes los recuerdos que podrían limitar o destruir esa identificación.
La Iglesia no restringió tanto la sexualidad de sus sacerdotes o la expresión de la sexualidad en los siglos anteriores, como trato de divorciar la expresión del amor y la devoción de la sexualidad.
Un alto porcentaje de sacerdotes de la Edad Media, por ejemplo, tenía hijos ilegítimos. Estos eran considerados productos de la carne débil y lujuriosa – bastante malo, pero considerando el estado de la caída del hombre, eran lapsos comprensibles. Tales situaciones eran pasadas por alto, si no condonadas, hasta tanto el amor y la devoción del sacerdote todavía pertenecieran a la Iglesia y no fueran “malgastados” en la madre de tales retoños.
Las monjas eran mantenidas en posiciones subordinadas. Sin embargo, los monasterios también servían como refugios para muchas mujeres, quienes se las arreglaban para educarse ellas mismas, incluso bajo esas condiciones.
Un buen número de monjas estaba llevando por supuesto la semilla de esos sacerdotes, y dando a luz hijos que algunas veces actuaban como sirvientes en los monasterios. Como también en los conventos. Hubo muchas rebeliones por parte de las monjas en varios conventos, sin embargo, ya que estas mujeres se encontraron a sí mismas operando más bien eficientemente, aunque en alrededores segregados. Ellas empezaron a cuestionar la totalidad de la estructura de la Iglesia y sus posiciones dentro de ella. Algunas se marcharon en grupos, particularmente en Francia y España, formando sus propias comunidades.
La Iglesia, sin embargo, nunca encontró un método apropiado para tratar con sus mujeres, o con los elementos intuitivos de sus propias creencias. Su temor al surgimiento de una diosa era renovado cada vez que se presentaba otra aparición de la virgen en una u otra esquina del mundo.
Hubo también algunas mujeres que se hicieron pasar como monjes, llevando vidas de naturaleza solitaria y llevándolas por años. Ninguna llevaba sus nombres femeninos, ya que usaban nombres masculinos. No sobra decir que florecían las relaciones sexuales lesbianas y homosexuales en tales alrededores. La Iglesia cerraba sus ojos hasta tanto las relaciones fueran de naturaleza sexual. Solamente cuando el amor y la devoción eran desviados de la Iglesia era que había preocupación real. El intelecto y las emociones se dividieron más aun entonces. Esto dio como resultado un énfasis exagerado en el dogma - normas y ritualizacion que tenían que ser coloridas y ricas, porque seria la única salida permitida en la que la creatividad podía ser manejada. La Iglesia creía que la experiencia sexual pertenecía a los así llamados instintos bajos o animales, y así lo hizo con el amor humano usual. Por otra parte, el amor y la devoción espiritual no podía ser enturbiado por la expresión sexual, y de esta manera cualquier fuerte relación normal se convirtio en una amenaza a la expresión de la piedad.
Los niños de uno u otro sexo se identifican muy naturalmente con ambos padres, y cualquier método impuesto de dirigir exclusivamente el niño a esa única identificación es limitante. Bajo tales condiciones, inmediatamente empiezan a surgir sentimientos de culpa cuando tal niño siente afiliaciones naturales hacia el otro padre.
Entre más fuertes sean esas inclinaciones naturales, mas inclinado esta el niño a ignorarlas en tu sociedad, ya que ciertas características se consideran masculinas o femeninas exclusivamente. El niño también es coaccionado a ignorar o negar esas partes de su personalidad que corresponden con el sexo, con el que se le ha enseñado que no se puede identificar.
Este apretamiento de la personalidad dentro de un molde sexual comienza tempranamente. Se genera una culpa continuada porque el niño sabe, infaliblemente, que su propia realidad trasciende esa simple orientación.
Entre más capaz sea el niño de forzar esta identificación artificial, más grandes serán sus sentimientos de rebelión interior. La carencia de una imagen “apropiada” del padre o de la madre ha “salvado” más niños que los que ha lastimado. La psique, con sus grandes dones, siempre se siente frustrada e intenta tomar medidas en contra. Tus escuelas continúan adicionalmente el proceso, sin embargo, de tal manera que las áreas de curiosidad y aprendizaje llegan a separarse para hombres y mujeres. El “ella” dentro del hombre, representa de hecho partes de su personalidad que están inexpresadas - no por alguna predominancia natural o por características mentales o emocionales que están por encima de otras, sino por especializaciones artificiales. Lo mismo aplica para el “hombre” dentro de la mujer. Has aceptado esta versión de la personalidad, de acuerdo con tus ideas acerca de la naturaleza de la conciencia. Esas ideas están cambiando y, a medida que lo hacen, la especie debe aceptar su verdadera personalidad. A medida que esto sucede, tu comprensión te permitirá vislumbrar la naturaleza de la realidad de los dioses que has reconocido a través de las eras. Ya no necesitarás vestirlos con disfraces sexuales.
Tus conceptos religiosos cambiarán considerablemente, y las imágenes asociadas con ellos. La religión y el gobierno han tenido una alianza no fácil. Los hombres los regían, ( todavía lo hacen), y sin embargo esas principales organizaciones religiosas al menos reconocían su base intuitiva. Ellas trataban constantemente de manipular la subestructura de la religión, de la misma manera masculina aceptable que los lideres gubernamentales siempre usan para inhibir y utilizar las emociones.
La herejía era considerada femenina y subversiva porque ella podía amenazar con destruir la estructura establecida acerca de la expresión aceptable del fervor religioso. Los elementos femeninos de la Iglesia eran siempre considerados sospechosos, y en los primeros tiempos del Cristianismo existía cierta preocupación de que la virgen se convirtiera en una diosa. Hubo ramas del Cristianismo que no sobrevivieron, en las que este fue el caso. Los desarrollos paralelos en la religión y el gobierno siempre hicieron eco del estado de conciencia y sus propósitos. Las prácticas “Paganas”, dando una libertad de acción mucho mayor para la identificación y expresión sexuales, continuaron hasta bien entrado el siglo 16, y las llamadas heréticas enseñanzas ocultas clandestinas trataron de alentar el desarrollo de la intuición personal.
Cualquier desarrollo psíquico verdadero de la personalidad, sin embargo, está obligado a llevar a una comprensión de la naturaleza de la psique que es demasiado grande para cualquier confusión de la identidad básica con la sexualidad. El concepto mismo de la reencarnación muestra claramente el cambio de orientación sexual, y la existencia de un ser aparte de su orientación sexual, aun mientras también se expresa a través de una determinada postura sexual. En un buen grado, las creencias sexuales son responsables por el bloqueo del conocimiento reencarnacional. Esa “memoria” necesariamente te familiarizaría con las experiencias más difíciles de correlacionar con tus roles sexuales corrientes. Aquellas existencias en otro sexo están presentes inconscientemente para la psique. Ellas son una parte de tu personalidad. Al identificarte tan específicamente con tu sexo, por lo tanto, también inhibes los recuerdos que podrían limitar o destruir esa identificación.
La Iglesia no restringió tanto la sexualidad de sus sacerdotes o la expresión de la sexualidad en los siglos anteriores, como trato de divorciar la expresión del amor y la devoción de la sexualidad.
Un alto porcentaje de sacerdotes de la Edad Media, por ejemplo, tenía hijos ilegítimos. Estos eran considerados productos de la carne débil y lujuriosa – bastante malo, pero considerando el estado de la caída del hombre, eran lapsos comprensibles. Tales situaciones eran pasadas por alto, si no condonadas, hasta tanto el amor y la devoción del sacerdote todavía pertenecieran a la Iglesia y no fueran “malgastados” en la madre de tales retoños.
Las monjas eran mantenidas en posiciones subordinadas. Sin embargo, los monasterios también servían como refugios para muchas mujeres, quienes se las arreglaban para educarse ellas mismas, incluso bajo esas condiciones.
Un buen número de monjas estaba llevando por supuesto la semilla de esos sacerdotes, y dando a luz hijos que algunas veces actuaban como sirvientes en los monasterios. Como también en los conventos. Hubo muchas rebeliones por parte de las monjas en varios conventos, sin embargo, ya que estas mujeres se encontraron a sí mismas operando más bien eficientemente, aunque en alrededores segregados. Ellas empezaron a cuestionar la totalidad de la estructura de la Iglesia y sus posiciones dentro de ella. Algunas se marcharon en grupos, particularmente en Francia y España, formando sus propias comunidades.
La Iglesia, sin embargo, nunca encontró un método apropiado para tratar con sus mujeres, o con los elementos intuitivos de sus propias creencias. Su temor al surgimiento de una diosa era renovado cada vez que se presentaba otra aparición de la virgen en una u otra esquina del mundo.
Hubo también algunas mujeres que se hicieron pasar como monjes, llevando vidas de naturaleza solitaria y llevándolas por años. Ninguna llevaba sus nombres femeninos, ya que usaban nombres masculinos. No sobra decir que florecían las relaciones sexuales lesbianas y homosexuales en tales alrededores. La Iglesia cerraba sus ojos hasta tanto las relaciones fueran de naturaleza sexual. Solamente cuando el amor y la devoción eran desviados de la Iglesia era que había preocupación real. El intelecto y las emociones se dividieron más aun entonces. Esto dio como resultado un énfasis exagerado en el dogma - normas y ritualizacion que tenían que ser coloridas y ricas, porque seria la única salida permitida en la que la creatividad podía ser manejada. La Iglesia creía que la experiencia sexual pertenecía a los así llamados instintos bajos o animales, y así lo hizo con el amor humano usual. Por otra parte, el amor y la devoción espiritual no podía ser enturbiado por la expresión sexual, y de esta manera cualquier fuerte relación normal se convirtio en una amenaza a la expresión de la piedad.
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