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sábado, 26 de junio de 2010

El Lenguaje del Amor. Las Imágenes y El Nacimiento de las Palabras 2

Hay canales de interrelación, conectando toda la materia física – canales a través de los cuales fluye la conciencia.
En los términos en los que estoy hablando, la identificación del hombre con la naturaleza le permitió utilizar esos canales. Él podía enviar su propia conciencia nadando, por así decirlo, a través de muchas corrientes, en las que otros tipos de conciencia se unían. Dije que el lenguaje del amor era el lenguaje básico, y quise decirlo muy literalmente. El hombre amaba la naturaleza, se identificaba con sus muchas partes, y le agregaba a su propia sensación de ser uniéndose a su poder e identificándose con su fuerza.
No es tanto que él personificara los elementos de la naturaleza, sino que lanzaba su personalidad dentro de sus elementos y cabalgaba sobre ellos, por así decirlo. Como lo mencioné, el amor incita el deseo de conocer, de explorar, y de comunicarse con el amado; así empezó el lenguaje, a medida que el hombre trató de expresar su amor por el mundo natural.
Inicialmente el lenguaje no tenía nada que ver con las palabras, y de hecho el lenguaje verbal surgió solamente cuando el hombre había perdido una parte de su amor y olvidado algo de su identificación con la naturaleza, de tal manera que ya no comprendió su voz como siendo suya también. En esos primeros días el hombre poseía una arena gigantesca para la expresión de sus emociones. No se enfurecía simbólicamente con las tormentas, por ejemplo, sino que muy conscientemente se identificaba con ellas hasta tal grado que él y su tribu se fundían con el viento y el relámpago, y se convertían en parte de las fuerzas de las tormentas. Ellos sentían, al igual que sabían, que las tormentas refrescarían la tierra, cualquiera que fuese su furia.
Por esa identificación con la naturaleza, la experiencia de la muerte, tal como la comprendes, en manera alguna era considerada el final. La movilidad de la conciencia era un hecho de la experiencia. No se consideraba que el ser estuviera adherido dentro de la piel. El cuerpo era considerado más o menos como un hogar o cueva amistosa, dándole refugio amablemente al ser, pero no encerrándolo.
El lenguaje del amor inicialmente no involucraba imágenes tampoco. Las imágenes en la mente, como ellas se entienden, surgieron en su forma actual solo cuando el hombre había perdido parte de su amor e identificación, había olvidado como identificarse con una imagen desde su interior, y de esta manera empezó a verla desde el exterior.
Me gustaría enfatizar la dificultad para explicar ese lenguaje verbalmente. En cierto modo, el lenguaje del amor siguió raíces moleculares – una especie de alfabeto biológico, aunque “alfabeto” es un término demasiado limitante.
Cada elemento natural tenía su propio sistema clave que se entrelazaba con otros, formando canales a través de los cuales la conciencia podía fluir desde un tipo de vía hacia otro. El hombre se entendió a sí mismo como siendo una entidad separada, pero una que estaba conectada con todo lo de la naturaleza. Los alcances emocionales de su vida subjetiva, saltaron mucho más allá de lo que concibes como experiencia privada. Cada persona, participando plenamente en una tormenta, por ejemplo, aun participaba a su propia manera individual. Sin embargo, la grandeza de las emociones era permitida a pleno dominio, y las estaciones de la tierra y del mundo eran sentidas conjuntamente.
El lenguaje o el método de comunicación pueden describirse mejor quizá como cognición directa. La cognición directa depende del tipo de identificación del amante, cuando lo que se conoce se conoce. En esa etapa, ni las palabras, ni aun las imágenes, se necesitaban. El viento en el exterior y la respiración se sentían ser la misma cosa, así que el viento era la tierra expirando el aliento de las bocas de los vivientes, esparciéndose a través del cuerpo de la tierra. Parte del hombre salía con la respiración – por lo tanto, la conciencia del hombre podía ir a donde quiera que el viento viajara. La conciencia de un hombre, viajando con el viento, se convirtió en parte de todos los lugares.
La identidad de una persona era privada, en el sentido de que el hombre siempre sabía quien era. Estaba tan seguro de su identidad, que no sentía la necesidad de protegerla, de tal manera que podía expandir su conciencia de una manera ahora bastante extraña para ti.
Tomemos la siguiente frase: “Observo el árbol.” Si ese lenguaje original tuviera palabras, lo equivalente seria: “Como árbol, me observo a mí mismo.”
O: “Asumiendo mi naturaleza de árbol, descanso en mi sombra.” O incluso: “Desde mi naturaleza de hombre, descanso a la sombra de mi naturaleza de árbol.” Un hombre permanecía en la playa, no tanto mirando el agua, sino que sumergía su conciencia dentro de ella. La curiosidad inicial del hombre no involucraba observar, sentir, o tocar la naturaleza del objeto, tanto como involucraba una alegre exploración psíquica, en la que zambullía su conciencia, más bien que sus pies dentro de la corriente – aunque hacia las dos cosas.
Si ese lenguaje del que hablaba hubiera sido verbal, el hombre nunca habría dicho: “El agua fluye a través del valle.” En cambio, la frase se habría leído algo como esto: “Corriendo por encima de las rocas, mi ser del agua fluye conjuntamente con otros en una unión resbaladiza.” Esa traducción no es tampoco la mejor. El hombre no designaba su propia conciencia como el único tipo de conciencia. Agradecía graciosamente al árbol que le daba sombra, por ejemplo, y comprendía que el árbol retenía su propia identidad, aun cuando le permitía a su conciencia juntarse con él.
En tus términos, la utilización del lenguaje empezó a medida que el hombre perdió su tipo de identificación. Debo hacer énfasis en que la identificación no era una simbólica, sino una práctica y diaria expresión. La naturaleza hablaba por el hombre, y el hombre por la naturaleza.

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