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miércoles, 23 de junio de 2010

El Lenguaje del Amor. Las Imágenes y El Nacimiento de las Palabras 1

Es casi un lugar común decir que aquellos que están enamorados pueden conversar sin palabras. Dramas e historias de todos los tipos se han escrito acerca del tipo de comunicación interior que parece tener lugar entre la madre y sus hijos, la hermana y el hermano, el amante y el amado.
El amor mismo parece acelerar los sentidos físicos, de tal manera que aun los gestos más minúsculos logran un significado y un sentido adicional. Se han formado mitos y cuentos en los que aquellos que se aman se comunican, aunque uno esté muerto mientras el otro vive. La experiencia del amor también profundiza la alegría del momento, incluso mientras parece enfatizar la brevedad de la mortalidad. Aunque la expresión del amor ilumina brillantemente su instante, al mismo tiempo esa brillantez momentánea contiene dentro de ella una intensidad que desafía el tiempo, y es de alguna manera eterna.
En tu mundo te identificas como tú mismo solamente, y sin embargo el amor puede expandir esa identificación a tal punto que la conciencia íntima de otro individuo con frecuencia es una parte significativa de tu propia conciencia. Miras al mundo, no solamente a través de tus ojos, sino también, hasta cierto punto al menos, a través de los ojos de otro. Es cierto decir entonces que una parte tuya camina figurativamente con esta otra persona a medida que se separa de ti en el espacio.
Todo esto también aplica a los animales en diversos grados. Aun en los grupos de animales, los individuos no solamente están preocupados con la supervivencia personal, sino con la supervivencia de los miembros de “la familia.” Cada individuo en el grupo animal está enterado de la situación de los otros. La expresión del amor no está limitada a tu propia especie, por lo tanto, ni lo está la ternura, la lealtad, o la preocupación. El amor de hecho tiene su propio lenguaje – uno básicamente no verbal, con profundas connotaciones biológicas. Es el lenguaje básico inicial, del cual todos los otros surgen, ya que todos los propósitos de los lenguajes surgen de aquellas cualidades naturales de la expresión del amor - el deseo de comunicarse, crear, explorar, y unirse con el amado.
Hablando históricamente en tus términos, el hombre primero se identificó con la naturaleza, y la amó, porque la vio como una extensión de él mismo, aun cuando él mismo se sentía parte de su expresión. Al explorarla, él también se exploraba a sí mismo. No se identificó a sí mismo como solo él, sino que por su amor él se identificó también con todas aquellas partes de la naturaleza con las que se puso en contacto. Este amor se arraigó biológicamente en él, y es aun ahora biológicamente pertinente.
Físicamente y psíquicamente la especie está conectada con toda la naturaleza. El hombre no vivía con miedo, como se supone ahora, ni vivía en algún cielo natural idealizado. Vivía en una cúspide de experiencia psíquica y biológica, y disfrutaba de una sensación de excitación creativa que, en esos términos, existía solamente cuando la especie era nueva.
Esto es difícil de explicar, ya que estos mismos conceptos existen más allá de la verbalizacion. Algunas aparentes contradicciones ocurren obligadamente. En comparación con esos tiempos, sin embargo, los niños ahora nacen antiguos, ya que aun biológicamente llevan dentro de ellos mismos los recuerdos de sus ancestros. En esas épocas prístinas, sin embargo, la especie misma surgió, en esos términos, nuevamente de la matriz de la atemporalidad dentro del tiempo.
En términos más profundos, su existencia todavía continúa, con ramas en todas las direcciones. El mundo que conoces es un desarrollo en el tiempo, el que tú reconoces. La especie actualmente tomó muchos otros caminos desconocidos para ti, no registrados en la historia. Creatividad fresca surge todavía en ese “punto.” En el computo que aceptas, la especie en su infancia obviamente experimentó la individualidad en términos diferentes a los tuyos. Por lo que esta experiencia es tan extraña a tus conceptos actuales, y por lo que era anterior al lenguaje, tal como lo comprendes, es sumamente difícil de describir.
Generalmente, experimentas el ser como aislado de la naturaleza, y encerrado primordialmente dentro de tu piel. El hombre primitivo no se sentía como una concha vacía, y sin embargo la individualidad existía para él, tanto afuera del cuerpo como dentro de él. Había una interacción constante. Es fácil decir que tales personas podían identificarse, digamos, con los árboles, pero es una cosa totalmente diferente tratar de explicar lo que seria para una madre volverse parte del árbol bajo el cual sus hijos jugaban, que ella podía vigilarlos desde el punto de vista del árbol, aunque ella misma estaba bastante lejos.
La conciencia es mucho más móvil de lo que te das cuenta. Operacionalmente, has concentrado la tuya dentro del cuerpo. No puedes experimentar un comportamiento subjetivo “desde afuera,” así que esta movilidad natural de la conciencia, la que, por ejemplo, los animales han retenido, es invisible psicológicamente para ti.
Te gusta pensar en términos de unidades y definiciones, así que cuando consideras tu propia conciencia la concibes como “una cosa,” o como una unidad – como algo invisible que podría sostenerse quizás en unas manos invisibles. En cambio, la conciencia es una cualidad particular del ser. Cada porción de “ella” contiene la totalidad, así que, teóricamente, en lo que a ti respecta, puedes dejar tu cuerpo y estar en él simultáneamente. Raramente estás enterado de tales experiencias, porque no crees que ellas sean posibles, y parece que aun la conciencia, particularmente cuando está individualizada, debe estar en un solo lugar y no en otro.
Ciertamente estoy poniendo esto en el más simple de los términos, pero una ave puede tener un nido, y aunque lo deja frecuentemente, nunca se confunde con el lugar del nido. En una manera de decirlo, es lo que has hecho, aunque el cuerpo es más animado que el nido.
En aquellos tiempos primitivos la conciencia era mucho más móvil. La identidad era más democrática. En una manera extraña, esto no quiere decir que la individualidad fuera más débil. En cambio, era lo suficientemente fuerte para aceptar dentro de sus límites muchos tipos de experiencia divergentes. Una persona, observando el mundo de los árboles, el agua y las rocas, la vida silvestre y la vegetación, sentía literalmente que estaba observando las más grandes áreas subjetivas de la individualidad personal materializadas.
Explorar el mundo exterior era explorar el interior. Esa persona, sin embargo, caminando a través del bosque, también sentía que era parte de la vida interior de cada roca o árbol, materializada. Sin embargo, no había contradicción de identidades.
Un hombre podía mezclar su propia conciencia con una corriente de agua, viajando así por millas explorando la distribución de la tierra. Para hacer esto, se convertía en parte del agua, en un tipo de identificación que difícilmente comprendes – pero así mismo lo hacia el agua, volviéndose parte del hombre.
Puedes imaginar los átomos y las moléculas formando objetos con poca dificultad. De la misma manera, sin embargo, partes de la conciencia identificada pueden también mezclarse y fundirse, formando alianzas.

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