La naturaleza de tus creencias personales en gran medida dirige el tipo de emociones que tendrás en cualquier tiempo determinado. Te sentirás agresivo, feliz, desesperado, o determinado, de acuerdo con los eventos que te suceden, tus creencias acerca de ti mismo en relación con ellas y tus ideas de quien o que eres tú. No comprenderás tus emociones, a menos que conozcas tus creencias. Te parecerá que te sientes agresivo o trastornado sin razón, o que tus sentimientos caen sobre ti sin una causa, si no aprendes a escuchar tus creencias dentro de tu propia mente consciente, ya que ellas generan sus propias emociones.
Una de las más fuertes causas generales de la depresión, por ejemplo, es la creencia de que tu mente consciente es impotente ante circunstancias externas lanzadas sobre ti desde afuera, o ante fuertes eventos emocionales desde el interior, que parecen ser abrumadores.
La Psicología, la Religión y la Ciencia, de una u otra manera, todas ellas le han agregado a la confusión despojando a la mente consciente de sus cualidades directrices, y viéndola como una hijastra del ser. Las escuelas de “pensamiento positivo” tratan de remediar la situación, pero con frecuencia hacen más daño que bien porque intentan imponerte creencias que te gustaría tener, pero que no tienes en tu actual estado de confusión.
Muchas de tales filosofías te hacen acobardar ante la idea de tener pensamientos o emociones “negativos”. En todos los casos, las pistas para tu experiencia y comportamiento emocionales están en tus sistemas de creencias: algunas más evidentes para ti que otras, pero todas disponibles para ti conscientemente. Si crees que eres de poco mérito, inferior y lleno de culpa, entonces puedes reaccionar de varias maneras, de acuerdo con tu trayectoria personal y la estructura en la cual has aceptado esas creencias. Puedes estar aterrorizado por sentimientos agresivos, porque te parece que otros mucho más poderosos que tú podrían tomar represalias. Si crees que todos esos pensamientos son erróneos, los inhibirás y te sentirás más culpable – lo que generará agresividad contra ti mismo, y profundizará aun más tu sentimiento de indignidad.
Ahora bien, si en tu situación lees un libro que te instruye para contemplar la bondad, para cambiar inmediatamente tus pensamientos hacia el amor y la luz, cuando te sientes irritado, estarás en problemas. Tales prácticas solo sirven para asustarte más por tus emociones naturales. No comprenderás porque las tienes, nada mejor de lo que lo hiciste antes. Solamente puedes esconderlas más hábilmente, y quizás llegar a enfermarte, si ya no lo estás, de acuerdo con la situación.
Entre más fuertemente trates de ser “bueno” en tal caso, más inferior te volverás en tu propia mente. ¿Qué piensas de ti mismo, de tu vida diaria, de tu cuerpo, de tu relación con otros? . Formúlate estas preguntas. Escribe las respuestas o exprésalas en una grabadora. Pero de una u otra manera, objetivizalas.
Cuando sientas el nacimiento de emociones desagradables, tómate un momento y haz el esfuerzo de identificar su fuente. Las respuestas están mucho más disponibles de lo que podrías haber creído previamente. Acepta tales sentimientos como propios en el momento. No los escondas, no los ignores, o no trates de sustituirlos por lo que piensas son buenos pensamientos.
Primero sé consciente de la realidad de tus sentimientos. A medida que te vuelves más consciente de tus creencias por un periodo de tiempo, verás como ellas atraen ciertos sentimientos automáticamente. Un hombre que está seguro de sí mismo no se disgusta por cada insulto que le hacen, ni guarda resentimientos. Un hombre que teme por su propio mérito, sin embargo, estará furioso bajo tales condiciones. El libre flujo de tus emociones siempre te llevará de regreso a tus creencias conscientes, si no las impides.
Tus sentimientos siempre cambian el equilibrio químico de tu cuerpo y alteran la producción hormonal, pero el peligro llega solamente cuando te rehúsas a enfrentar el contenido de tu mente consciente. Incluso la intención de conocerte a ti mismo, de enfrentar la realidad de tu experiencia, puede ser de gran beneficio, generando emociones que te proporcionarán una energía y un ímpetu para empezar.
Nadie puede hacer esto por ti. Puedes creer que la buena salud mental significa estar siempre alegre, resuelto y bondadoso, y nunca llorando o mostrando desilusión. Esa sola creencia puede llevarte a negar dimensiones de experiencia humana bastante naturales, y a impedir el flujo de emociones que de otra manera podrían limpiar tu cuerpo y tu mente. Si estás convencido de que los sentimientos son peligrosos, esa creencia misma generará temor a todos ellos, y puedes llegar a estar casi aterrorizado si muestras algo que no sea el más “razonable” comportamiento tranquilo.
Tus emociones pueden golpearte como altamente impredecibles, como extremadamente poderosas, y ser reprimidas a toda costa. Tal intento de estrangular los sentimientos naturales está obligado a hacerse sentir, pero es la creencia misma la que debe culparse, y no las emociones. Cualquiera de las condiciones mencionadas te pone fuera de contacto con tu sensación de equilibrio interior. La gracia natural de tu ser se perturba.
Una de las más fuertes causas generales de la depresión, por ejemplo, es la creencia de que tu mente consciente es impotente ante circunstancias externas lanzadas sobre ti desde afuera, o ante fuertes eventos emocionales desde el interior, que parecen ser abrumadores.
La Psicología, la Religión y la Ciencia, de una u otra manera, todas ellas le han agregado a la confusión despojando a la mente consciente de sus cualidades directrices, y viéndola como una hijastra del ser. Las escuelas de “pensamiento positivo” tratan de remediar la situación, pero con frecuencia hacen más daño que bien porque intentan imponerte creencias que te gustaría tener, pero que no tienes en tu actual estado de confusión.
Muchas de tales filosofías te hacen acobardar ante la idea de tener pensamientos o emociones “negativos”. En todos los casos, las pistas para tu experiencia y comportamiento emocionales están en tus sistemas de creencias: algunas más evidentes para ti que otras, pero todas disponibles para ti conscientemente. Si crees que eres de poco mérito, inferior y lleno de culpa, entonces puedes reaccionar de varias maneras, de acuerdo con tu trayectoria personal y la estructura en la cual has aceptado esas creencias. Puedes estar aterrorizado por sentimientos agresivos, porque te parece que otros mucho más poderosos que tú podrían tomar represalias. Si crees que todos esos pensamientos son erróneos, los inhibirás y te sentirás más culpable – lo que generará agresividad contra ti mismo, y profundizará aun más tu sentimiento de indignidad.
Ahora bien, si en tu situación lees un libro que te instruye para contemplar la bondad, para cambiar inmediatamente tus pensamientos hacia el amor y la luz, cuando te sientes irritado, estarás en problemas. Tales prácticas solo sirven para asustarte más por tus emociones naturales. No comprenderás porque las tienes, nada mejor de lo que lo hiciste antes. Solamente puedes esconderlas más hábilmente, y quizás llegar a enfermarte, si ya no lo estás, de acuerdo con la situación.
Entre más fuertemente trates de ser “bueno” en tal caso, más inferior te volverás en tu propia mente. ¿Qué piensas de ti mismo, de tu vida diaria, de tu cuerpo, de tu relación con otros? . Formúlate estas preguntas. Escribe las respuestas o exprésalas en una grabadora. Pero de una u otra manera, objetivizalas.
Cuando sientas el nacimiento de emociones desagradables, tómate un momento y haz el esfuerzo de identificar su fuente. Las respuestas están mucho más disponibles de lo que podrías haber creído previamente. Acepta tales sentimientos como propios en el momento. No los escondas, no los ignores, o no trates de sustituirlos por lo que piensas son buenos pensamientos.
Primero sé consciente de la realidad de tus sentimientos. A medida que te vuelves más consciente de tus creencias por un periodo de tiempo, verás como ellas atraen ciertos sentimientos automáticamente. Un hombre que está seguro de sí mismo no se disgusta por cada insulto que le hacen, ni guarda resentimientos. Un hombre que teme por su propio mérito, sin embargo, estará furioso bajo tales condiciones. El libre flujo de tus emociones siempre te llevará de regreso a tus creencias conscientes, si no las impides.
Tus sentimientos siempre cambian el equilibrio químico de tu cuerpo y alteran la producción hormonal, pero el peligro llega solamente cuando te rehúsas a enfrentar el contenido de tu mente consciente. Incluso la intención de conocerte a ti mismo, de enfrentar la realidad de tu experiencia, puede ser de gran beneficio, generando emociones que te proporcionarán una energía y un ímpetu para empezar.
Nadie puede hacer esto por ti. Puedes creer que la buena salud mental significa estar siempre alegre, resuelto y bondadoso, y nunca llorando o mostrando desilusión. Esa sola creencia puede llevarte a negar dimensiones de experiencia humana bastante naturales, y a impedir el flujo de emociones que de otra manera podrían limpiar tu cuerpo y tu mente. Si estás convencido de que los sentimientos son peligrosos, esa creencia misma generará temor a todos ellos, y puedes llegar a estar casi aterrorizado si muestras algo que no sea el más “razonable” comportamiento tranquilo.
Tus emociones pueden golpearte como altamente impredecibles, como extremadamente poderosas, y ser reprimidas a toda costa. Tal intento de estrangular los sentimientos naturales está obligado a hacerse sentir, pero es la creencia misma la que debe culparse, y no las emociones. Cualquiera de las condiciones mencionadas te pone fuera de contacto con tu sensación de equilibrio interior. La gracia natural de tu ser se perturba.
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