El surgimiento de la acción dentro de un esquema del tiempo es en realidad uno de los más importantes desarrollos relacionados con el inicio de nuestro mundo. La historia del Jardín del Edén, en su sentido más básico, se refiere a la súbita comprensión del hombre de que ahora debía actuar en el tiempo y que sus experiencias debían ser estructuradas neurológicamente. Esto resaltó la importancia de escoger entre una acción y otra e hizo de las decisiones actos muy importantes.
La relación con el tiempo es quizá la más importante dentro de la experiencia terrenal y la que más influencia tiene sobre todas las criaturas. En la experiencia, o la existencia fuera del tiempo, no hay necesidad de hacer cierto tipo de juicios y, teóricamente, se pueden seguir un infinito número de direcciones a la vez. La relación con el tiempo de la tierra lleva a experimentar un nuevo y brillante enfoque. Con la presión del tiempo ciertas actividades serian más importantes, más placenteras, o más desagradables que otras. En medio de la gran variedad de acciones posibles, el hombre se vio enfrentado a la necesidad de escoger, la que, en ese contexto, no había tenido antes.
En términos del tiempo, el hombre primitivo todavía tenía una mayor libertad de acción neurológica. Había pasos neurológicos alternativos que, en términos prácticos, estaban más disponibles entonces que ahora. Esos pasos todavía existen, pero se han convertido en algo así como señales fantasmales en el trasfondo de la actividad neurológica.
El libre albedrío opera en todas las unidades de conciencia, cualquiera que sea su grado, pero opera dentro de la estructura de ese grado. El hombre posee un libre albedrío que opera solamente dentro de ese grado particular, es decir, su libre albedrío esta enmarcado dentro de las estructuras del tiempo y el espacio.
El hombre tiene libre albedrío para tomar las decisiones que está en capacidad de tomar. Esto quiere decir que su estructura neurológica le da a su libre albedrío el contenido, el significado, el enfoque y el marco. Puede moverse, y solo puede escoger moverse, en términos físicos, en ciertas direcciones en el espacio y el tiempo. La relación con el tiempo le da a su libre albedrío el significado y el contexto con el cual operar. Estamos hablando de decisiones conscientes, tal como las concebimos.
Solo podemos tomar un número limitado de decisiones conscientes para no quedar inundados y atrapados en el dilema constante de tomar decisiones. El tiempo organiza las opciones disponibles para las decisiones que se deben tomar. El despertar que mencionamos anteriormente encontró al hombre surgiendo de su “condición del sueño” inicial y enfrentando la necesidad de acción en un mundo sujeto al espacio y el tiempo, un mundo en el que la escogencia de opciones era inevitable, un mundo en el que debía escoger entre acciones probables y, dentro de esa infinita variedad de acciones, escoger los eventos que debía realizar físicamente.
Esta sería una situación casi imposible si no fuera porque a la especie, a cada una de las especies, se le habían dado sus propias vías de expresión y actividad, razón por la cual era más fácil para ciertas especies proceder de determinada manera. Cada especie tiene sus propias características y propensiones que le ayudaran a definir la esfera de influencia con la que ejercitara su habilidad para escoger opciones.
Cada especie esta dotada, en virtud de las unidades de conciencia que la componen, con un cuadro general de la condición de cada una de las otras especies. Cada especie está caracterizada por sus impulsos básicos, de tal manera que es guiada hacia la escogencia de las opciones que mejor satisfacen sus potenciales para el desarrollo, mientras a la vez contribuye al bien general de la totalidad del mundo de la conciencia.
Las diferencias entre todas las especies son el resultado de este tipo de organización en la que están trazadas claramente las áreas de selección. Las áreas de libre actividad también están claramente especificadas.
Cada persona nace con su bagaje individual y único de características y habilidades, gustos y disgustos. Le sirven para organizar la acción individual en un mundo en el que están abiertas un numero infinito de rutas probables. Aquí los impulsos personales tienen el propósito de guiar a cada individuo hacia las avenidas de expresión y las actividades probables que mejor se acomoden a su desarrollo. Son ayudas para organizar la acción y para poner en movimiento más efectivamente su libre albedrío.
La relación con el tiempo es quizá la más importante dentro de la experiencia terrenal y la que más influencia tiene sobre todas las criaturas. En la experiencia, o la existencia fuera del tiempo, no hay necesidad de hacer cierto tipo de juicios y, teóricamente, se pueden seguir un infinito número de direcciones a la vez. La relación con el tiempo de la tierra lleva a experimentar un nuevo y brillante enfoque. Con la presión del tiempo ciertas actividades serian más importantes, más placenteras, o más desagradables que otras. En medio de la gran variedad de acciones posibles, el hombre se vio enfrentado a la necesidad de escoger, la que, en ese contexto, no había tenido antes.
En términos del tiempo, el hombre primitivo todavía tenía una mayor libertad de acción neurológica. Había pasos neurológicos alternativos que, en términos prácticos, estaban más disponibles entonces que ahora. Esos pasos todavía existen, pero se han convertido en algo así como señales fantasmales en el trasfondo de la actividad neurológica.
El libre albedrío opera en todas las unidades de conciencia, cualquiera que sea su grado, pero opera dentro de la estructura de ese grado. El hombre posee un libre albedrío que opera solamente dentro de ese grado particular, es decir, su libre albedrío esta enmarcado dentro de las estructuras del tiempo y el espacio.
El hombre tiene libre albedrío para tomar las decisiones que está en capacidad de tomar. Esto quiere decir que su estructura neurológica le da a su libre albedrío el contenido, el significado, el enfoque y el marco. Puede moverse, y solo puede escoger moverse, en términos físicos, en ciertas direcciones en el espacio y el tiempo. La relación con el tiempo le da a su libre albedrío el significado y el contexto con el cual operar. Estamos hablando de decisiones conscientes, tal como las concebimos.
Solo podemos tomar un número limitado de decisiones conscientes para no quedar inundados y atrapados en el dilema constante de tomar decisiones. El tiempo organiza las opciones disponibles para las decisiones que se deben tomar. El despertar que mencionamos anteriormente encontró al hombre surgiendo de su “condición del sueño” inicial y enfrentando la necesidad de acción en un mundo sujeto al espacio y el tiempo, un mundo en el que la escogencia de opciones era inevitable, un mundo en el que debía escoger entre acciones probables y, dentro de esa infinita variedad de acciones, escoger los eventos que debía realizar físicamente.
Esta sería una situación casi imposible si no fuera porque a la especie, a cada una de las especies, se le habían dado sus propias vías de expresión y actividad, razón por la cual era más fácil para ciertas especies proceder de determinada manera. Cada especie tiene sus propias características y propensiones que le ayudaran a definir la esfera de influencia con la que ejercitara su habilidad para escoger opciones.
Cada especie esta dotada, en virtud de las unidades de conciencia que la componen, con un cuadro general de la condición de cada una de las otras especies. Cada especie está caracterizada por sus impulsos básicos, de tal manera que es guiada hacia la escogencia de las opciones que mejor satisfacen sus potenciales para el desarrollo, mientras a la vez contribuye al bien general de la totalidad del mundo de la conciencia.
Las diferencias entre todas las especies son el resultado de este tipo de organización en la que están trazadas claramente las áreas de selección. Las áreas de libre actividad también están claramente especificadas.
Cada persona nace con su bagaje individual y único de características y habilidades, gustos y disgustos. Le sirven para organizar la acción individual en un mundo en el que están abiertas un numero infinito de rutas probables. Aquí los impulsos personales tienen el propósito de guiar a cada individuo hacia las avenidas de expresión y las actividades probables que mejor se acomoden a su desarrollo. Son ayudas para organizar la acción y para poner en movimiento más efectivamente su libre albedrío.
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