Cuando discutimos la naturaleza del bien y del mal, nos metemos en un campo difícil, ya que la mayoría de las atrocidades humanas se han cometido en la búsqueda irracional del “bien”. En los eventos que enfrentamos, el bien de un hombre puede ser el desastre para otro. Hitler siguió su versión del “bien” con una intención fanática. Creía en la superioridad y rectitud moral de la raza aria. En su versión idealizada de la realidad, visualizó la raza aria como “ubicada en su lugar apropiado” como “ama y señora” de la humanidad.
Hitler creía en características heroicas y se encegueció con la versión idealizada del superhombre ario, poderoso de cuerpo y mente. Para lograr su fin, Hitler estaba dispuesto a sacrificar al resto de la humanidad. “El mal debe ser arrancado”. Esta expresión desafortunada está detrás de las creencias de muchos cultos – científicos y religiosos - y el mundo ario de Hitler era una curiosa mezcla de los peores aspectos de la religión y la ciencia, en las que las tendencias del culto eran favorecidas y alentadas.
La arena política era el lugar práctico de trabajo en el cual esos ideales encontrarían campo propicio. La idea que Hitler tenía del bien era difícilmente inclusiva y cualquier acción, así fuera la más atroz, estaba justificada.
Cómo fue posible que las ideas iniciales de Hitler sobre las bondades del nacionalismo se convirtieran en semejante catástrofe mundial? Los pasos fueron los mismos que antes mencionamos sobre los cultos. Los sueños de Hitler eran cada vez más grandilocuentes, pues, según ellos, las dificultades de su país parecían empeorar con los eventos de cada día. Enumeraba las humillaciones una y otra vez en su mente, hasta que esta se convirtió en un entorno cerrado al que solo a ciertas ideas se le permitían la entrada.
Todo lo que no era Ario, realmente, se convirtió en enemigo. El pueblo Judío llevó la peor parte, principalmente por su éxito financiero y su coherencia, y por su devoción a una cultura que no era Aria, básicamente. El pueblo Judío se convirtió en la víctima del idealismo fanático de Hitler sobre el “bien” de Alemania.
Hitler predicaba sobre el gran valor de la acción social, como opuesta a la acción individual. Convirtió a los niños en delatores de sus padres. Se comportó a la manera nacionalista, como lo haría un líder de un culto menor, en un contexto más pequeño. El pueblo Judío creía en el martirio y Alemania se convirtió para ellos en el nuevo Egipto en el que el pueblo se había establecido. No queremos hacer una simplificación exagerada en esta oportunidad, ni vamos a justificar en manera alguna las atrocidades cometidas contra el pueblo Judío en Alemania. Sin embargo, cada uno de nosotros crea su propia realidad y, colectivamente, creamos las realidades de nuestras nacionalidades y nuestros países. Así que, en esta oportunidad, los alemanes se vieron a sí mismos como los vencedores y el pueblo judío se vio a sí mismo como la víctima.
Ambos pueblos reaccionaron como grupos, más que como individuos, en líneas generales. De acuerdo con sus idealismos, ambos pueblos, básicamente, creían en una visión pesimista del ser humano. Hitler estaba tan convencido de la existencia del mal en la psique individual, que fue la razón para establecer todas las normas y regulaciones tendientes a fortalecer y preservar la “pureza Aria”. La idea del pueblo Judío también era sombría, ya que sus propias normas y regulaciones se habían establecido para preservar la pureza del alma contra las fuerzas del mal. Mientras en los libros Judíos – El Antiguo Testamento – Jehová de vez en cuando aparecía con su gran majestad para salvar a su pueblo escogido, también permitió que sufriera grandes indignidades por largos períodos de tiempo, solo para salvarlo en el último momento. En esta oportunidad, pareció que no lo salvó, en absoluto. Qué sucedió?
Muy a pesar de él mismo y a pesar de sus seguidores, Hitler aportó una idea importante, una idea que cambió la historia. Las fantasías más desagradables del nacionalismo que habían venido creciendo durante siglos, las más estruendosas celebraciones de la guerra como “el derecho inalienable de una nación de buscar la dominación” se concentraron, finalmente, en la Alemania de Hitler.
Alemania sirvió como ejemplo de lo que puede ocurrir en cualquier país cuando al nacionalismo más fanático se le permite seguir sin examen, cuando las ideas de “lo correcto” se alinean con el poder, cuando cualquier nación se justifica a sí misma contemplando la destrucción de otras.
Necesitamos darnos cuenta de que Hitler creía que cualquier atrocidad se justificaba a la luz de lo que él consideraba un bien mayor. De una u otra manera, muchos de los ideales que Hitler sostenía y proclamaba habían sido aceptados en las comunidades mundiales, aunque no se habían llevado a cabo con tanta eficacia. Las naciones del mundo vieron sus peores tendencias personificadas en la Alemania de Hitler. El pueblo Judío, por varias razones, actuó como lo hacen todas las víctimas del mundo. Los alemanes y el pueblo Judío estaban de acuerdo, básicamente, en la “naturaleza malvada del hombre”. Por primera vez, el mundo moderno se dio cuenta de su vulnerabilidad a los eventos políticos, en los que la tecnología y las comunicaciones aceleraron todos los peligros de la guerra. Hitler saco a relucir las peores y más infames tendencias del hombre. La especie comprendió que el poder por si solo no significa tener el derecho y que, en términos más amplios, una guerra mundial no deja vencedores.
Hitler pudo muy bien haber explotado la primera bomba atómica en el mundo. Sin embargo, de una manera extraña, Hitler sabía que estaba condenado y perdido desde el mismo principio. Alemania también lo sabía, en relación con las esperanzas que Hitler tenía sobre su país. Hitler deseaba, anhelaba, quería la destrucción y, en momentos de lucidez, aun él mismo reconocía las distorsiones de sus ideales originales. Esto explica por qué Hitler saboteaba sus propios esfuerzos. Varias victorias aliadas fueron el resultado de tal sabotaje. Alemania no tuvo la primera bomba atómica, por las mismas razones.
Luego se llegó a Hiroshima, en donde explotó esta poderosa y destructiva bomba. Cuales fueron las razones? Salvar la vida, salvar la vida de norteamericanos. La intención de salvar estas vidas era “buena”, ciertamente, a expensas de los japoneses, en esta oportunidad. En este sentido, el “bien” de los norteamericanos no era el “bien” de los japoneses y la acción que se ejecutó para “salvar vidas” también estaba dirigida a tomar otras vidas.
Hitler creía en características heroicas y se encegueció con la versión idealizada del superhombre ario, poderoso de cuerpo y mente. Para lograr su fin, Hitler estaba dispuesto a sacrificar al resto de la humanidad. “El mal debe ser arrancado”. Esta expresión desafortunada está detrás de las creencias de muchos cultos – científicos y religiosos - y el mundo ario de Hitler era una curiosa mezcla de los peores aspectos de la religión y la ciencia, en las que las tendencias del culto eran favorecidas y alentadas.
La arena política era el lugar práctico de trabajo en el cual esos ideales encontrarían campo propicio. La idea que Hitler tenía del bien era difícilmente inclusiva y cualquier acción, así fuera la más atroz, estaba justificada.
Cómo fue posible que las ideas iniciales de Hitler sobre las bondades del nacionalismo se convirtieran en semejante catástrofe mundial? Los pasos fueron los mismos que antes mencionamos sobre los cultos. Los sueños de Hitler eran cada vez más grandilocuentes, pues, según ellos, las dificultades de su país parecían empeorar con los eventos de cada día. Enumeraba las humillaciones una y otra vez en su mente, hasta que esta se convirtió en un entorno cerrado al que solo a ciertas ideas se le permitían la entrada.
Todo lo que no era Ario, realmente, se convirtió en enemigo. El pueblo Judío llevó la peor parte, principalmente por su éxito financiero y su coherencia, y por su devoción a una cultura que no era Aria, básicamente. El pueblo Judío se convirtió en la víctima del idealismo fanático de Hitler sobre el “bien” de Alemania.
Hitler predicaba sobre el gran valor de la acción social, como opuesta a la acción individual. Convirtió a los niños en delatores de sus padres. Se comportó a la manera nacionalista, como lo haría un líder de un culto menor, en un contexto más pequeño. El pueblo Judío creía en el martirio y Alemania se convirtió para ellos en el nuevo Egipto en el que el pueblo se había establecido. No queremos hacer una simplificación exagerada en esta oportunidad, ni vamos a justificar en manera alguna las atrocidades cometidas contra el pueblo Judío en Alemania. Sin embargo, cada uno de nosotros crea su propia realidad y, colectivamente, creamos las realidades de nuestras nacionalidades y nuestros países. Así que, en esta oportunidad, los alemanes se vieron a sí mismos como los vencedores y el pueblo judío se vio a sí mismo como la víctima.
Ambos pueblos reaccionaron como grupos, más que como individuos, en líneas generales. De acuerdo con sus idealismos, ambos pueblos, básicamente, creían en una visión pesimista del ser humano. Hitler estaba tan convencido de la existencia del mal en la psique individual, que fue la razón para establecer todas las normas y regulaciones tendientes a fortalecer y preservar la “pureza Aria”. La idea del pueblo Judío también era sombría, ya que sus propias normas y regulaciones se habían establecido para preservar la pureza del alma contra las fuerzas del mal. Mientras en los libros Judíos – El Antiguo Testamento – Jehová de vez en cuando aparecía con su gran majestad para salvar a su pueblo escogido, también permitió que sufriera grandes indignidades por largos períodos de tiempo, solo para salvarlo en el último momento. En esta oportunidad, pareció que no lo salvó, en absoluto. Qué sucedió?
Muy a pesar de él mismo y a pesar de sus seguidores, Hitler aportó una idea importante, una idea que cambió la historia. Las fantasías más desagradables del nacionalismo que habían venido creciendo durante siglos, las más estruendosas celebraciones de la guerra como “el derecho inalienable de una nación de buscar la dominación” se concentraron, finalmente, en la Alemania de Hitler.
Alemania sirvió como ejemplo de lo que puede ocurrir en cualquier país cuando al nacionalismo más fanático se le permite seguir sin examen, cuando las ideas de “lo correcto” se alinean con el poder, cuando cualquier nación se justifica a sí misma contemplando la destrucción de otras.
Necesitamos darnos cuenta de que Hitler creía que cualquier atrocidad se justificaba a la luz de lo que él consideraba un bien mayor. De una u otra manera, muchos de los ideales que Hitler sostenía y proclamaba habían sido aceptados en las comunidades mundiales, aunque no se habían llevado a cabo con tanta eficacia. Las naciones del mundo vieron sus peores tendencias personificadas en la Alemania de Hitler. El pueblo Judío, por varias razones, actuó como lo hacen todas las víctimas del mundo. Los alemanes y el pueblo Judío estaban de acuerdo, básicamente, en la “naturaleza malvada del hombre”. Por primera vez, el mundo moderno se dio cuenta de su vulnerabilidad a los eventos políticos, en los que la tecnología y las comunicaciones aceleraron todos los peligros de la guerra. Hitler saco a relucir las peores y más infames tendencias del hombre. La especie comprendió que el poder por si solo no significa tener el derecho y que, en términos más amplios, una guerra mundial no deja vencedores.
Hitler pudo muy bien haber explotado la primera bomba atómica en el mundo. Sin embargo, de una manera extraña, Hitler sabía que estaba condenado y perdido desde el mismo principio. Alemania también lo sabía, en relación con las esperanzas que Hitler tenía sobre su país. Hitler deseaba, anhelaba, quería la destrucción y, en momentos de lucidez, aun él mismo reconocía las distorsiones de sus ideales originales. Esto explica por qué Hitler saboteaba sus propios esfuerzos. Varias victorias aliadas fueron el resultado de tal sabotaje. Alemania no tuvo la primera bomba atómica, por las mismas razones.
Luego se llegó a Hiroshima, en donde explotó esta poderosa y destructiva bomba. Cuales fueron las razones? Salvar la vida, salvar la vida de norteamericanos. La intención de salvar estas vidas era “buena”, ciertamente, a expensas de los japoneses, en esta oportunidad. En este sentido, el “bien” de los norteamericanos no era el “bien” de los japoneses y la acción que se ejecutó para “salvar vidas” también estaba dirigida a tomar otras vidas.
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