Si se deja solo, el odio no perdura. Con frecuencia se asemeja al amor, ya que el que odia es atraído al objeto de su odio por vínculos profundos. También puede ser un método de comunicación, pero nunca es un estado estacionario constante, y automáticamente cambiará si no es manipulado.
Si crees que el odio es incorrecto y malo, y entonces te encuentras odiando a alguien, puedes tratar de inhibir la emoción o volverla en contra tuya – enfureciéndote contra ti mismo en lugar de otro. Por otra parte, puedes tratar de pretender que el sentimiento está fuera de existencia, caso en el cual represas esa energía masiva y no puedes utilizarla para otros propósitos.
En su estado natural, el odio tiene una poderosa característica excitante que inicia el cambio y la acción. A pesar de lo que se te ha dicho, el odio no inicia una fuerte violencia. Según lo expuesto anteriormente, el estallido de violencia a menudo es el resultado de una sensación de impotencia incorporada.
Muchos que inesperadamente cometen grandes crímenes, asesinatos repentinos, produciendo inclusive muertes colectivas, tienen una historia de docilidad y actitudes convencionales, y de hecho eran considerados modelos de comportamiento.
Todos los elementos agresivos naturales les eran negados en sus naturalezas, y cualquier evidencia de odio momentáneo era considerada mala e incorrecta. Como resultado, tales individuos encuentran difícil, finalmente, la negación más normal, o ir en contra de sus determinados códigos de convencionalidad y respeto. Ellos no pueden comunicarse como los animales pueden hacerlo con sus compañeros, en lo que se refiere a la expresión de su desacuerdo.
Psicológicamente, solo una explosión masiva puede liberarlos. Se sienten tan impotentes que esto se suma a sus dificultades – así que tratan de liberarse ellos mismos demostrando gran poder en términos de violencia. Algunos de tales individuos, hijos modelo, por ejemplo, quienes incluso rara vez le contestaban a sus padres, fueron enviados repentinamente a la guerra y se les dio carta blanca para liberar todos esos sentimientos en combate; y me estoy refiriendo particularmente a las guerras de Corea y Vietnam, y no a la Segunda Guerra Mundial.
En estas guerras, las agresiones todavía pudieron ser liberadas siguiendo los códigos. Los individuos se enfrentaron, sin embargo, con el horror de sus odios y agresiones reprimidas, violentamente liberadas. Viendo estos resultados sangrientos, llegaron a estar aun más asustados, más impresionados por lo que ellos concibieron como esta energía terrible que algunas veces parecía llevarlos a matar.
A su regreso a casa, el código de comportamiento cambió, regresando a uno adaptado para la vida civil, y ellos se restringieron a sí mismos de nuevo tan fuertemente como pudieron. Muchos parecerían como súper convencionales. El “lujo” de expresar la emoción aun en forma exagerada les fue súbitamente negado, y la sensación de impotencia creció por contraste.
Este no va a ser un capitulo dedicado a la guerra. Sin embargo, hay algunos puntos que quiero hacer. Es una sensación de impotencia la que causa también que las naciones inicien las guerras. Esto tienen poco que ver con su “actual” situación mundial, o con el poder que otros les puedan asignar, sino con una sensación general de impotencia – incluso, a veces, a pesar de la dominación mundial.
En cierta forma lamento que este no sea el lugar para discutir la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ya que ella también fue el resultado de una sensación de impotencia, que después estalló en un baño de sangre masivo en gran escala. El mismo curso fue seguido privadamente en los casos de tales individuos apenas mencionados.
Sin entrar en detalles, simplemente quiero señalar que en los Estados Unidos se hicieron poderosos esfuerzos nacionales después de la Segunda Guerra Mundial para desviar las energías de los militares hacia otras áreas en su regreso a casa. A muchos de quienes entraron a la guerra sintiéndose impotentes se les dieron beneficios después de que ella terminó – incentivos, educación, beneficios que antes no tenían. Se les dieron los medios de poder en sus propios ojos. También fueron aceptados como héroes en el regreso a casa, y aunque muchos estaban ciertamente desilusionados, en la estructura total del estado de ánimo del país los veteranos fueron bienvenidos.
Estoy hablando ahora en líneas generales acerca de la guerra en discusión, ya que ciertamente hubo excepciones, y sin embargo la mayoría de los hombres involucrados en ella aprendieron algo de sus experiencias. Ellos se volvieron en contra de la idea de violencia, y cada uno a su manera reconoció las ambigüedades psicológicas personales de sus sentimientos durante el combate.
Se les dijo, por los políticos, que ella iba a ser la última guerra, y la ironía es que la mayoría de aquellos en uniforme lo creyeron. La mentira no se convirtió en verdad, pero casi llegó a serlo, ya que a pesar de sus fracasos los excombatientes se las arreglaron para criar hijos que no irían voluntariamente a la guerra, quienes cuestionarían su premisa.
De una manera extraña, esto lo hizo aun más difícil para aquellos que fueron a las próximas dos menos costosas guerras, ya que el país no apoyo ninguna de las dos. Una sensación de impotencia por parte de los individuos involucrados en combate fue expresada como antes, esta vez en un baño de sangre local, pero el código mismo se había vuelto vacilante. Esta liberación no fue tan aceptada como lo había sido antes, incluso dentro de los rangos militares. En la guerra de Vietnam, el país estaba tanto contra ella como a favor de ella, y los sentimientos de impotencia de los hombres fueron reforzados después de que ella terminó. Esta es la razón para los incidentes de violencia por parte de los militares que regresaban.
El odio, si se deja solo, no explota en violencia. El odio trae una sensación de poder e inicia la comunicación y la acción. En tus términos, es la acumulación de la ira natural; en los animales, digamos, ella llevaría a un encuentro cara a cara, a posturas de pelea en las que el lenguaje del cuerpo, el movimiento y el ritual del cuerpo de cada criatura serviría para comunicar una posición peligrosa. Un animal, o el otro, simplemente retrocedería. Los gruñidos o los rugidos podrían estar involucrados.
El poder sería demostrado efectivamente, pero simbólicamente. Este tipo de encuentro animal ocurre infrecuentemente, ya que los animales involucrados habrían tenido que ignorar, o hacer un corto-circuito a las muchas iras preliminares menores o encuentros iniciales, cada una destinada a hacer las posiciones claras y evitar la violencia.
Otro pequeño punto aquí: el dictamen de Cristo de volver la otra mejilla fue un método astuto de evitar la violencia – no de aceptarla. Simbólicamente, representa a un animal exponiendo su vientre a un adversario. La frase era para entenderse simbólicamente. En ciertos niveles, era el gesto de derrota que traía el triunfo y la supervivencia. No se entendía como el acto sumiso de un mártir que decía, “Golpéame de nuevo”, sino que representaba una afirmación biológicamente pertinente, una comunicación del lenguaje del cuerpo. Muy astutamente le recordaba al atacante las “viejas” posturas de los animales sanos.
Ahora bien, el amor es también un gran incitador a la acción, y utiliza dínamos de energía.
Si crees que el odio es incorrecto y malo, y entonces te encuentras odiando a alguien, puedes tratar de inhibir la emoción o volverla en contra tuya – enfureciéndote contra ti mismo en lugar de otro. Por otra parte, puedes tratar de pretender que el sentimiento está fuera de existencia, caso en el cual represas esa energía masiva y no puedes utilizarla para otros propósitos.
En su estado natural, el odio tiene una poderosa característica excitante que inicia el cambio y la acción. A pesar de lo que se te ha dicho, el odio no inicia una fuerte violencia. Según lo expuesto anteriormente, el estallido de violencia a menudo es el resultado de una sensación de impotencia incorporada.
Muchos que inesperadamente cometen grandes crímenes, asesinatos repentinos, produciendo inclusive muertes colectivas, tienen una historia de docilidad y actitudes convencionales, y de hecho eran considerados modelos de comportamiento.
Todos los elementos agresivos naturales les eran negados en sus naturalezas, y cualquier evidencia de odio momentáneo era considerada mala e incorrecta. Como resultado, tales individuos encuentran difícil, finalmente, la negación más normal, o ir en contra de sus determinados códigos de convencionalidad y respeto. Ellos no pueden comunicarse como los animales pueden hacerlo con sus compañeros, en lo que se refiere a la expresión de su desacuerdo.
Psicológicamente, solo una explosión masiva puede liberarlos. Se sienten tan impotentes que esto se suma a sus dificultades – así que tratan de liberarse ellos mismos demostrando gran poder en términos de violencia. Algunos de tales individuos, hijos modelo, por ejemplo, quienes incluso rara vez le contestaban a sus padres, fueron enviados repentinamente a la guerra y se les dio carta blanca para liberar todos esos sentimientos en combate; y me estoy refiriendo particularmente a las guerras de Corea y Vietnam, y no a la Segunda Guerra Mundial.
En estas guerras, las agresiones todavía pudieron ser liberadas siguiendo los códigos. Los individuos se enfrentaron, sin embargo, con el horror de sus odios y agresiones reprimidas, violentamente liberadas. Viendo estos resultados sangrientos, llegaron a estar aun más asustados, más impresionados por lo que ellos concibieron como esta energía terrible que algunas veces parecía llevarlos a matar.
A su regreso a casa, el código de comportamiento cambió, regresando a uno adaptado para la vida civil, y ellos se restringieron a sí mismos de nuevo tan fuertemente como pudieron. Muchos parecerían como súper convencionales. El “lujo” de expresar la emoción aun en forma exagerada les fue súbitamente negado, y la sensación de impotencia creció por contraste.
Este no va a ser un capitulo dedicado a la guerra. Sin embargo, hay algunos puntos que quiero hacer. Es una sensación de impotencia la que causa también que las naciones inicien las guerras. Esto tienen poco que ver con su “actual” situación mundial, o con el poder que otros les puedan asignar, sino con una sensación general de impotencia – incluso, a veces, a pesar de la dominación mundial.
En cierta forma lamento que este no sea el lugar para discutir la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), ya que ella también fue el resultado de una sensación de impotencia, que después estalló en un baño de sangre masivo en gran escala. El mismo curso fue seguido privadamente en los casos de tales individuos apenas mencionados.
Sin entrar en detalles, simplemente quiero señalar que en los Estados Unidos se hicieron poderosos esfuerzos nacionales después de la Segunda Guerra Mundial para desviar las energías de los militares hacia otras áreas en su regreso a casa. A muchos de quienes entraron a la guerra sintiéndose impotentes se les dieron beneficios después de que ella terminó – incentivos, educación, beneficios que antes no tenían. Se les dieron los medios de poder en sus propios ojos. También fueron aceptados como héroes en el regreso a casa, y aunque muchos estaban ciertamente desilusionados, en la estructura total del estado de ánimo del país los veteranos fueron bienvenidos.
Estoy hablando ahora en líneas generales acerca de la guerra en discusión, ya que ciertamente hubo excepciones, y sin embargo la mayoría de los hombres involucrados en ella aprendieron algo de sus experiencias. Ellos se volvieron en contra de la idea de violencia, y cada uno a su manera reconoció las ambigüedades psicológicas personales de sus sentimientos durante el combate.
Se les dijo, por los políticos, que ella iba a ser la última guerra, y la ironía es que la mayoría de aquellos en uniforme lo creyeron. La mentira no se convirtió en verdad, pero casi llegó a serlo, ya que a pesar de sus fracasos los excombatientes se las arreglaron para criar hijos que no irían voluntariamente a la guerra, quienes cuestionarían su premisa.
De una manera extraña, esto lo hizo aun más difícil para aquellos que fueron a las próximas dos menos costosas guerras, ya que el país no apoyo ninguna de las dos. Una sensación de impotencia por parte de los individuos involucrados en combate fue expresada como antes, esta vez en un baño de sangre local, pero el código mismo se había vuelto vacilante. Esta liberación no fue tan aceptada como lo había sido antes, incluso dentro de los rangos militares. En la guerra de Vietnam, el país estaba tanto contra ella como a favor de ella, y los sentimientos de impotencia de los hombres fueron reforzados después de que ella terminó. Esta es la razón para los incidentes de violencia por parte de los militares que regresaban.
El odio, si se deja solo, no explota en violencia. El odio trae una sensación de poder e inicia la comunicación y la acción. En tus términos, es la acumulación de la ira natural; en los animales, digamos, ella llevaría a un encuentro cara a cara, a posturas de pelea en las que el lenguaje del cuerpo, el movimiento y el ritual del cuerpo de cada criatura serviría para comunicar una posición peligrosa. Un animal, o el otro, simplemente retrocedería. Los gruñidos o los rugidos podrían estar involucrados.
El poder sería demostrado efectivamente, pero simbólicamente. Este tipo de encuentro animal ocurre infrecuentemente, ya que los animales involucrados habrían tenido que ignorar, o hacer un corto-circuito a las muchas iras preliminares menores o encuentros iniciales, cada una destinada a hacer las posiciones claras y evitar la violencia.
Otro pequeño punto aquí: el dictamen de Cristo de volver la otra mejilla fue un método astuto de evitar la violencia – no de aceptarla. Simbólicamente, representa a un animal exponiendo su vientre a un adversario. La frase era para entenderse simbólicamente. En ciertos niveles, era el gesto de derrota que traía el triunfo y la supervivencia. No se entendía como el acto sumiso de un mártir que decía, “Golpéame de nuevo”, sino que representaba una afirmación biológicamente pertinente, una comunicación del lenguaje del cuerpo. Muy astutamente le recordaba al atacante las “viejas” posturas de los animales sanos.
Ahora bien, el amor es también un gran incitador a la acción, y utiliza dínamos de energía.
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