El amor y el odio están basados ambos en la auto identificación en tu experiencia. No te molestas en amar u odiar a personas con las que no te puedes identificar en absoluto. Ellas te dejan relativamente sin tocar. No provocan una profunda emoción.
El odio siempre involucra una penosa sensación de separación del amor, el cual puede ser idealizado. Una persona contra la que te sientes fuertemente en contra en un determinado momento te altera porque no vive a la altura de tus expectativas. Entre más altas tus expectativas, mayor será la divergencia en relación con ellas. Si odias a uno de tus padres, es precisamente porque esperas tal amor. Una persona de la cual no esperas nada nunca se ganará tu amargura.
De una manera extraña entonces, el odio es un medio para regresar al amor; dejado solo y expresado, su objetivo es comunicar una separación que existe en relación con lo esperado.
El amor, por consiguiente, contiene el odio muy sutilmente. El odio puede contener el amor y ser dirigido por él, particularmente un amor idealizado. “Odias” algo que te separa del objeto amado. Es precisamente porque el objeto es amado por lo que disgusta si las expectativas no se cumplen. Puedes amar a uno de tus padres, pero si él parece no devolver el amor y niega tus expectativas, entonces puedes “odiar” a ese mismo padre por el amor que te lleva a esperar más. El odio está para conseguir que tu amor regrese. Se supone que lleva a una comunicación de tu parte, declarando tus sentimientos – clarificando el aire, por así decirlo, y acercándote al objeto amado. El odio no es la negación del amor entonces, sino un intento de recuperarlo, y un doloroso reconocimiento de las circunstancias que te separan de él.
Si comprendieras la naturaleza del amor, estarías en capacidad de aceptar los sentimientos de odio. La afirmación puede incluir la expresión de tales fuertes emociones.
Los dogmas y los sistemas de pensamiento que te dicen que te levantes por encima de tus emociones pueden ser engañosos – incluso, en tus términos, peligrosos. Tales teorías están basadas en el concepto de que hay algo innatamente perturbador, inferior, o equivocado en la naturaleza emocional del hombre, mientras el alma siempre se describe como calmada, “perfecta”, pasiva e insensible. Solamente es permitida la más elevada y maravillosa comprensión. No obstante, el alma es por encima de todo una fuente de energía, creatividad y acción, que exhibe sus características en la vida precisamente a través de emociones siempre cambiantes.
Confiando en ellos, tus sentimientos te llevarán a estados psicológicos y espirituales de comprensión mística, de calma y tranquilidad. Si se les sigue, tus emociones te llevarán a comprensiones profundas, pero no puedes tener un ser físico sin emociones, como no puedes tener un día sin tiempo.
En el contacto personal, puedes estar bastante consciente de un amor duradero por otra persona, y todavía reconocer momentos de odio cuando existen separaciones de un tipo que resientes, porque sabes del amor que está involucrado.
De la misma manera, es posible amar a tus compañeros seres humanos en gran escala, mientras los odias a veces, precisamente porque ellos con frecuencia parecen quedarse cortos en ese amor. Cuando te enfureces contra la humanidad es porque la amas. Negar la existencia del odio es entonces negar el amor. No es que esas emociones sean opuestas. Es que son aspectos diferentes y se experimentan diferentemente. Hasta cierto punto, quieres identificarte con aquellos que sientes profundamente cerca. No amas a alguien simplemente porque asocias partes de ti mismo con otro. Con frecuencia amas a otro individuo porque tal persona evoca dentro de ti vislumbres de tu propio ser “idealizado”.
La persona amada obtiene lo mejor de ti. En sus ojos tú ves lo que puedes ser. En el amor de la otra persona sientes tu potencial. Esto no quiere decir que en una persona amada tú reaccionas solamente a tu propio ser idealizado, ya que también estás en capacidad de ver en la otra el ser idealizado potencial de la persona amada. Este es un tipo peculiar de visión compartida por aquellos involucrados – bien sean esposa y esposo, o padre e hijo. Esta visión es bastante capaz de percibir la diferencia entre lo práctico y lo ideal, de tal manera que en períodos ascendientes de amor las discrepancias en el comportamiento actual se pasan por alto y se consideran relativamente sin importancia.
El amor por supuesto es siempre cambiante. No hay un estado permanente de profunda atracción mutua en el que dos personas están involucradas para siempre. Como emoción, el amor es móvil, y puede cambiar muy fácilmente a rabia u odio, y regresar de nuevo.
Sin embargo, en el tejido de la experiencia, el amor puede ser predominante aun mientras no es estático; y si lo es, siempre hay una visión hacia el ideal, y alguna molestia por las diferencias que ocurren naturalmente entre lo actualizado y la visión. Hay adultos que se desaniman cuando uno de sus hijos dice, “Te odio”. A menudo los niños rápidamente aprenden a no ser tan honestos. Lo que el niño está diciendo realmente es, “Te quiero tanto. ¿Por qué eres tan malo conmigo? O, ¿Qué se interpone entre nosotros y el amor por ti que yo siento?
El antagonismo del niño está basado en una firme comprensión de su amor. Los padres, enseñados a creer que el odio está mal, no saben como manejar tal situación. El castigo simplemente le suma a los problemas del niño. Si el padre demuestra temor, al niño se le enseña efectivamente a estar temeroso de esta rabia y odio ante los que el padre se encoge. El joven es entonces condicionado para olvidar tal comprensión instintiva, y a ignorar las conexiones entre el odio y el amor.
Ahora bien, con frecuencia se te enseña no solo a reprimir la expresión verbal del odio, sino que también se te dice que los pensamientos de odio son tan malos como las acciones de odio. Llegas a estar condicionado de tal manera que te sientes culpable cuando aun de contemplas odiando a otro. Tratas de ocultar tales pensamientos de ti mismo. Puedes tener tanto éxito que literalmente no sabes lo que estás sintiendo a nivel consciente. Las emociones están ahí, pero son invisibles para ti porque estás temeroso de mirar. Hasta ese grado, estás divorciado de tu propia realidad y desconectado de tus propios sentimientos de amor. Estos estados emocionales que son negados pueden proyectarse hacia afuera sobre otros – un enemigo en una guerra, un vecino. Incluso si te encuentras a ti mismo odiando al enemigo simbólico, también estarás consciente de una profunda atracción.
Un vinculo de odio te unirá, pero el vinculo se basaba originalmente en el amor. En este caso, sin embargo, agravas y exageras todas aquellas diferencias en relación con el ideal, y te concentras en ellas predominantemente. En cualquier caso dado, todo esto está disponible para ti conscientemente. Se requiere solo un honesto y decidido intento de volverte consciente de tus propios sentimientos y creencias. Incluso tus fantasías de odio, si se dejan solas, te regresarán a una reconciliación y liberación del amor.
La fantasía de golpear a un padre o a un niño, incluso hasta la muerte, si se sigue, llevará a lagrimas de amor y comprensión.
El odio siempre involucra una penosa sensación de separación del amor, el cual puede ser idealizado. Una persona contra la que te sientes fuertemente en contra en un determinado momento te altera porque no vive a la altura de tus expectativas. Entre más altas tus expectativas, mayor será la divergencia en relación con ellas. Si odias a uno de tus padres, es precisamente porque esperas tal amor. Una persona de la cual no esperas nada nunca se ganará tu amargura.
De una manera extraña entonces, el odio es un medio para regresar al amor; dejado solo y expresado, su objetivo es comunicar una separación que existe en relación con lo esperado.
El amor, por consiguiente, contiene el odio muy sutilmente. El odio puede contener el amor y ser dirigido por él, particularmente un amor idealizado. “Odias” algo que te separa del objeto amado. Es precisamente porque el objeto es amado por lo que disgusta si las expectativas no se cumplen. Puedes amar a uno de tus padres, pero si él parece no devolver el amor y niega tus expectativas, entonces puedes “odiar” a ese mismo padre por el amor que te lleva a esperar más. El odio está para conseguir que tu amor regrese. Se supone que lleva a una comunicación de tu parte, declarando tus sentimientos – clarificando el aire, por así decirlo, y acercándote al objeto amado. El odio no es la negación del amor entonces, sino un intento de recuperarlo, y un doloroso reconocimiento de las circunstancias que te separan de él.
Si comprendieras la naturaleza del amor, estarías en capacidad de aceptar los sentimientos de odio. La afirmación puede incluir la expresión de tales fuertes emociones.
Los dogmas y los sistemas de pensamiento que te dicen que te levantes por encima de tus emociones pueden ser engañosos – incluso, en tus términos, peligrosos. Tales teorías están basadas en el concepto de que hay algo innatamente perturbador, inferior, o equivocado en la naturaleza emocional del hombre, mientras el alma siempre se describe como calmada, “perfecta”, pasiva e insensible. Solamente es permitida la más elevada y maravillosa comprensión. No obstante, el alma es por encima de todo una fuente de energía, creatividad y acción, que exhibe sus características en la vida precisamente a través de emociones siempre cambiantes.
Confiando en ellos, tus sentimientos te llevarán a estados psicológicos y espirituales de comprensión mística, de calma y tranquilidad. Si se les sigue, tus emociones te llevarán a comprensiones profundas, pero no puedes tener un ser físico sin emociones, como no puedes tener un día sin tiempo.
En el contacto personal, puedes estar bastante consciente de un amor duradero por otra persona, y todavía reconocer momentos de odio cuando existen separaciones de un tipo que resientes, porque sabes del amor que está involucrado.
De la misma manera, es posible amar a tus compañeros seres humanos en gran escala, mientras los odias a veces, precisamente porque ellos con frecuencia parecen quedarse cortos en ese amor. Cuando te enfureces contra la humanidad es porque la amas. Negar la existencia del odio es entonces negar el amor. No es que esas emociones sean opuestas. Es que son aspectos diferentes y se experimentan diferentemente. Hasta cierto punto, quieres identificarte con aquellos que sientes profundamente cerca. No amas a alguien simplemente porque asocias partes de ti mismo con otro. Con frecuencia amas a otro individuo porque tal persona evoca dentro de ti vislumbres de tu propio ser “idealizado”.
La persona amada obtiene lo mejor de ti. En sus ojos tú ves lo que puedes ser. En el amor de la otra persona sientes tu potencial. Esto no quiere decir que en una persona amada tú reaccionas solamente a tu propio ser idealizado, ya que también estás en capacidad de ver en la otra el ser idealizado potencial de la persona amada. Este es un tipo peculiar de visión compartida por aquellos involucrados – bien sean esposa y esposo, o padre e hijo. Esta visión es bastante capaz de percibir la diferencia entre lo práctico y lo ideal, de tal manera que en períodos ascendientes de amor las discrepancias en el comportamiento actual se pasan por alto y se consideran relativamente sin importancia.
El amor por supuesto es siempre cambiante. No hay un estado permanente de profunda atracción mutua en el que dos personas están involucradas para siempre. Como emoción, el amor es móvil, y puede cambiar muy fácilmente a rabia u odio, y regresar de nuevo.
Sin embargo, en el tejido de la experiencia, el amor puede ser predominante aun mientras no es estático; y si lo es, siempre hay una visión hacia el ideal, y alguna molestia por las diferencias que ocurren naturalmente entre lo actualizado y la visión. Hay adultos que se desaniman cuando uno de sus hijos dice, “Te odio”. A menudo los niños rápidamente aprenden a no ser tan honestos. Lo que el niño está diciendo realmente es, “Te quiero tanto. ¿Por qué eres tan malo conmigo? O, ¿Qué se interpone entre nosotros y el amor por ti que yo siento?
El antagonismo del niño está basado en una firme comprensión de su amor. Los padres, enseñados a creer que el odio está mal, no saben como manejar tal situación. El castigo simplemente le suma a los problemas del niño. Si el padre demuestra temor, al niño se le enseña efectivamente a estar temeroso de esta rabia y odio ante los que el padre se encoge. El joven es entonces condicionado para olvidar tal comprensión instintiva, y a ignorar las conexiones entre el odio y el amor.
Ahora bien, con frecuencia se te enseña no solo a reprimir la expresión verbal del odio, sino que también se te dice que los pensamientos de odio son tan malos como las acciones de odio. Llegas a estar condicionado de tal manera que te sientes culpable cuando aun de contemplas odiando a otro. Tratas de ocultar tales pensamientos de ti mismo. Puedes tener tanto éxito que literalmente no sabes lo que estás sintiendo a nivel consciente. Las emociones están ahí, pero son invisibles para ti porque estás temeroso de mirar. Hasta ese grado, estás divorciado de tu propia realidad y desconectado de tus propios sentimientos de amor. Estos estados emocionales que son negados pueden proyectarse hacia afuera sobre otros – un enemigo en una guerra, un vecino. Incluso si te encuentras a ti mismo odiando al enemigo simbólico, también estarás consciente de una profunda atracción.
Un vinculo de odio te unirá, pero el vinculo se basaba originalmente en el amor. En este caso, sin embargo, agravas y exageras todas aquellas diferencias en relación con el ideal, y te concentras en ellas predominantemente. En cualquier caso dado, todo esto está disponible para ti conscientemente. Se requiere solo un honesto y decidido intento de volverte consciente de tus propios sentimientos y creencias. Incluso tus fantasías de odio, si se dejan solas, te regresarán a una reconciliación y liberación del amor.
La fantasía de golpear a un padre o a un niño, incluso hasta la muerte, si se sigue, llevará a lagrimas de amor y comprensión.