Lo que tenemos realmente es una conciencia manifestada y una conciencia no manifestada, hablando en términos relativos. Nosotros no percibimos la conciencia de los objetos. Ella no está manifestada para nosotros porque nuestro rango de actividades requiere límites para enmarcar nuestro cuadro de la realidad.
Todos nuestros objetos manufacturados también se han originado en el reino de los sueños, siendo primero concebidos mentalmente. De la misma manera, el hombre produjo sus primeras herramientas. El hombre nació con todas las habilidades que ahora lo caracterizan y con otras habilidades que todavía no ha desarrollado. Esto no quiere decir que el hombre no las haya utilizado hasta ahora, sino no que no se ha enfocado en ellas, en lo que consideramos las principales líneas de continuidad civilizada. Indicaciones de esas habilidades están siempre presentes en el estado del sueño, en las artes, en las religiones, y aun en las ciencias. Ellas aparecen en la política y en los negocios, pero en gran medida como antecedentes intuitivos no manifestados, los cuales también son en gran medida ignorados.
Los sueños del hombre siempre le proporcionaron una sensación de ímpetu, de propósito, de significado, y le suministraron la materia prima para formar sus civilizaciones. La historia verdadera del mundo es la historia de los sueños del hombre, ya que ellos son responsables, de una u otra manera, de todos sus desarrollos históricos.
Los sueños del hombre fueron los responsables del nacimiento de la agricultura, de la industria, del surgimiento y la caída de las naciones, de la “gloria” de Roma y de su destrucción. Nuestros avances tecnológicos presentes casi que se originaron con la invención de la escritura impresa, con los inventos de Edison, que eran destellos de intuición inspirados por los sueños.
Cuando decimos que el mundo físico se originó en el mundo de los sueños, debemos estar diciendo algo totalmente diferente a la definición usual de la realidad del sueño. Podríamos emplear unos términos distintos, pero deseamos hacer énfasis en el contacto íntimo de cada persona con esa otra realidad, que ocurre en lo que consideramos como el estado del sueño.
Esta analogía ayudará a comprender al menos intuitivamente la existencia de situaciones tales como el sufrimiento y la pobreza, que de otra manera no tendrían una explicación adecuada. Esperamos también poder dar cuenta del comportamiento de la naturaleza, que parece implicar la supervivencia del más fuerte, o los castigos de un Dios vengativo, por una parte, y el triunfo de las fuerzas del mal, por la otra.
Hablando en términos de los inicios del universo, aun tenemos un universo espasmódico, que aparece y desaparece, que gradualmente se manifiesta por períodos más largos de tiempo. Lo que teníamos en realidad en los inicios del universo eran imágenes sin forma que lentamente adoptaban la forma, parpadeando intermitentemente, y enseguida estabilizándose en formas que todavía no eran completamente físicas. Estas formas tomaron entonces las características que ahora consideramos la materia física formada.
Mientras todo esto ocurría, la conciencia tomó orientaciones cada vez más específicas y mayores organizaciones en nuestro mundo, desprendiéndose ella misma de campos inmensos de actividad para permitirse este comportamiento específico. Todas las unidades de conciencia operan como entidades, como partículas, como ondas, o como fuerzas. En esos términos, la conciencia forma la experiencia del tiempo y no lo contrario.
Todos nuestros objetos manufacturados también se han originado en el reino de los sueños, siendo primero concebidos mentalmente. De la misma manera, el hombre produjo sus primeras herramientas. El hombre nació con todas las habilidades que ahora lo caracterizan y con otras habilidades que todavía no ha desarrollado. Esto no quiere decir que el hombre no las haya utilizado hasta ahora, sino no que no se ha enfocado en ellas, en lo que consideramos las principales líneas de continuidad civilizada. Indicaciones de esas habilidades están siempre presentes en el estado del sueño, en las artes, en las religiones, y aun en las ciencias. Ellas aparecen en la política y en los negocios, pero en gran medida como antecedentes intuitivos no manifestados, los cuales también son en gran medida ignorados.
Los sueños del hombre siempre le proporcionaron una sensación de ímpetu, de propósito, de significado, y le suministraron la materia prima para formar sus civilizaciones. La historia verdadera del mundo es la historia de los sueños del hombre, ya que ellos son responsables, de una u otra manera, de todos sus desarrollos históricos.
Los sueños del hombre fueron los responsables del nacimiento de la agricultura, de la industria, del surgimiento y la caída de las naciones, de la “gloria” de Roma y de su destrucción. Nuestros avances tecnológicos presentes casi que se originaron con la invención de la escritura impresa, con los inventos de Edison, que eran destellos de intuición inspirados por los sueños.
Cuando decimos que el mundo físico se originó en el mundo de los sueños, debemos estar diciendo algo totalmente diferente a la definición usual de la realidad del sueño. Podríamos emplear unos términos distintos, pero deseamos hacer énfasis en el contacto íntimo de cada persona con esa otra realidad, que ocurre en lo que consideramos como el estado del sueño.
Esta analogía ayudará a comprender al menos intuitivamente la existencia de situaciones tales como el sufrimiento y la pobreza, que de otra manera no tendrían una explicación adecuada. Esperamos también poder dar cuenta del comportamiento de la naturaleza, que parece implicar la supervivencia del más fuerte, o los castigos de un Dios vengativo, por una parte, y el triunfo de las fuerzas del mal, por la otra.
Hablando en términos de los inicios del universo, aun tenemos un universo espasmódico, que aparece y desaparece, que gradualmente se manifiesta por períodos más largos de tiempo. Lo que teníamos en realidad en los inicios del universo eran imágenes sin forma que lentamente adoptaban la forma, parpadeando intermitentemente, y enseguida estabilizándose en formas que todavía no eran completamente físicas. Estas formas tomaron entonces las características que ahora consideramos la materia física formada.
Mientras todo esto ocurría, la conciencia tomó orientaciones cada vez más específicas y mayores organizaciones en nuestro mundo, desprendiéndose ella misma de campos inmensos de actividad para permitirse este comportamiento específico. Todas las unidades de conciencia operan como entidades, como partículas, como ondas, o como fuerzas. En esos términos, la conciencia forma la experiencia del tiempo y no lo contrario.