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miércoles, 31 de octubre de 2007

Una Nueva Visión del Universo

El intento mismo de describir la realidad en términos científicos, tal como se entienden corrientemente, rinde tributo indebido a un vocabulario que degrada automáticamente conceptos mayores para ajustarlos a sus propias medidas. En otras palabras, este intento presenta el problema adicional de considerar un aparente universo objetivo y describirlo de manera objetiva. El universo es una manifestación espiritual, o mental, o psicológica, y no una manifestación objetiva, según el vocabulario usualmente utilizado.
En la actualidad, la Ciencia, la Religión y la Psicología están muy lejos de la estructura conceptual que pueda explicar, o inclusive describir indirectamente, las dimensiones de este tipo de universo. Sus propiedades son psicológicas, siguiendo la lógica de la psique, y todas las propiedades físicas que conocemos son reflexiones de eventos más profundos. Cada átomo, cada molécula, cada partícula que podamos imaginar, posee una conciencia. Mientras no aceptemos esta afirmación, por lo menos como teoría básica, gran parte del asunto parecerá no tener sentido.
Esa afirmación debe ser la base para cualquier nueva teoría científica que aspire a tener resultados conducentes a la adquisición de conocimiento. Como debemos utilizar un vocabulario objetivo, siempre necesitaremos emplear analogías. Vocabulario objetivo significa utilizar un lenguaje que automáticamente establece sus propios esquemas de percepción, como lo debe hacer cualquier lenguaje.
El universo se expande como se expande una idea. Así como las frases se construyen con base en las palabras, y los parágrafos con base en las frases, y así como cada una retiene su propia lógica, continuidad y evidencia dentro de esa estructura, de la misma manera, todas las partes del universo se nos presentan con la misma cohesión, significado, continuidad y orden. Cada frase es significativa. Parece alinearse en orden por si misma, a medida que la pronunciamos. Su orden es obvio. Esa frase es significativa por la organización de las letras o, si es pronunciada, por la organización de vocales y sílabas. La frase tiene sentido, no solo por las letras, vocales o sílabas que se utilizan en ella, sino también por las letras o vocales o sílabas que excluye.
Lo mismo se aplica a nuestro universo. Tiene sentido, coherencia y orden, no solo por las realidades que son obvias para nosotros y que son visibles, sino también por aquellas realidades internas que están “inexpresadas” u ocultas. No estamos hablando de variables ocultas, en términos científicos, ni estamos diciendo que el universo es una ilusión, sino una realidad psicológica en la que la “objetividad” es el resultado de la creatividad psicológica.
No solo se trata de que nuestra visión de la realidad es relativa a nuestra posición dentro del universo, sino que el universo mismo es diferente, de acuerdo a nuestra posición dentro de él, y que hay normas espirituales y psicológicas que aplican. El universo tiene que ver con diferentes clases de ordenes, percepciones y organizaciones, cada una dependiente de las otras, pero cada una separada y aparte en su propio dominio.
En nuestra realidad, la verdadera libertad es la libertad de las ideas y la verdadera esclavitud es la esclavitud de las ideas, ya que nuestras ideas forman nuestra realidad personal y colectiva. Queremos examinar el universo desde el exterior y examinar nuestras sociedades desde el exterior. Aun pensamos que el mundo interior es, de alguna manera, simbólico, y que el mundo exterior es real. La realidad psicológica siempre es la primordial y es ella la que forma los eventos.
No es que no podamos comprender la naturaleza del universo hasta cierto grado, sino que las verdaderas respuestas se van a encontrar en la naturaleza de nuestras propias mentes, en los procesos de la creatividad individual y en estudios en los que se hagan preguntas como las siguientes: “De donde vino este pensamiento”? A donde va este pensamiento? Qué efecto tiene este pensamiento, sobre mi y sobre otros? Cómo sé soñar, si nunca nadie me ha enseñado a hacerlo? Cómo hablo, sin comprender los mecanismos involucrados? Por qué siento que tengo una realidad eterna, cuando es obvio que nací físicamente y moriré físicamente. Son estas preguntas anticientíficas?
Son las más científicas de todas las preguntas. Hasta cierto punto, el intento por parte de la ciencia de considerar este material puede atraer aquellas cualidades de una verdadera intuición científica que le ayudará a la ciencia a salvar la brecha entre su visión actual y una nueva visión del universo.

domingo, 28 de octubre de 2007

Masculino-Femenino,Cratividad,Poder y Fanatismo

En líneas generales, la creatividad tiene connotaciones femeninas en nuestra sociedad, mientras que el poder tiene connotaciones masculinas y, en gran medida, se piensa que es destructivo.
Nuestros científicos están orientados intelectualmente, creen en la razón, más que en la intuición, y dan por sentado que esas cualidades son opuestas. No pueden imaginar la fuente creativa “inicial” de la vida, ya que, en sus términos, les recuerda la base femenina de la creatividad.
Solo en la estructura de esta discusión, tenemos un universo masculino. Es un universo dotado con características masculinas, tal como estas aparecen en la orientación masculino-femenina de nuestra historia. El universo parece no tener sentido porque el “intelecto” masculino solamente no puede discernir el sentido, puesto que no debe dar nada por sentado. Aunque ciertas características del universo son bastante visibles, ellas deben ser ignoradas.
Es necesario entender que los términos “masculino” y “femenino” se están usando aquí como se entienden generalmente y no tienen nada que ver con las características básicas de cada sexo. En esos términos, el intelecto masculino quiere ordenar el universo, definir sus partes, etc. Quiere ignorar los aspectos creativos del universo que son visibles por todas partes y, primero que todo, cree que debe ignorar cualquier evidencia sobre los sentimientos. En nuestra historia tenemos un dios masculino de poder y venganza, que mató nuestros enemigos por cuenta nuestra. Tenemos un dios prejuiciado que, por ejemplo, mato los egipcios y la mitad de los judíos como retaliación contra la anterior crueldad egipcia. El dios masculino es un dios de poder y no un dios de creatividad.
La creatividad ha sido siempre la conexión mas próxima de la especie con su propia fuente y con la naturaleza de su propio ser. A través de la creatividad, la especie siente a Dios. La creatividad se rige por una serie de reglas diferentes. Desafía las categorías e insiste en la evidencia del sentimiento. Es una fuente de revelación e inspiración, las que inicialmente no tenían nada que ver con el poder, sino con el conocimiento. Así que nos cuestionamos sobre lo que pasa en la sociedad cuando las personas tienen una inclinación creativa y unas buenas mentes para aprovechar.
La Iglesia Católica enseñaba que la revelación era peligrosa. Que la obediencia intelectual y psíquica era un camino mucho mas seguro y que aun los santos eran ligeramente sospechosos. Las mujeres se consideraban inferiores, especialmente en asuntos de religión y filosofía, ya que en estos temas su creatividad podría ser destructora. Se les consideraba histéricas, ajenas al mundo del pensamiento intelectual, inclinadas hacia las incomprensibles emociones femeninas. A las mujeres había que manejarlas desgastando sus energías con la crianza de los niños.
Se supone que Dios es masculino, el Alma femenina y los Ángeles masculinos. Démosle entonces una mirada al Jardín del Edén. La historia dice que Eva tentó a Adán, haciendo que comiera del árbol del bien y del mal, o del árbol del conocimiento. Esto representaba un estado de conciencia, el punto en que la especie empezó a pensar y sentir por si misma, cuando se aproximó a cierto estado de conciencia en el que se atrevió a ejercitar su propia creatividad. Era un estado en el que la especie se dio cuenta de que sus pensamientos eran sus propios pensamientos y se volvió consciente del ser que piensa. Ese punto fue el origen de la creatividad del hombre. En los términos que aceptamos, ese fue el producto de las intuiciones femeninas, aunque, en realidad, la intuición corresponde a los dos sexos. En la época en la que los pasajes bíblicos fueron escritos, la especie ya había alcanzado varios estados de ordenamiento, había adquirido cierto poder y organización, y deseaba mantener el “status quo”. Ya no se deseaban más visiones intuitivas, ni más cambios. La creatividad necesitaba seguir ciertos caminos definidos, convirtiendo a la mujer, por su intuición, en la villana.
En nuestra sociedad, generalmente se considera el poder como un atributo masculino. Los líderes de los Cultos son primordialmente masculinos. Las mujeres han sido más bien fieles seguidoras, porque se les ha enseñado que es incorrecto usar el poder, pero si es correcto obedecer a los poderosos.
En nuestra sociedad tenemos cultos religiosos y científicos. La comunidad científica, que tiene orientación masculina, usa su poder de la misma forma como el Jehová masculino utilizaba su poder para proteger a sus amigos y destruir a sus enemigos.
El científico masculino considera el cohete como su símbolo privado de poder sexual. Siente que tiene la prerrogativa de usar el poder de la manera que escoja. Muchos científicos son “idealistas”. Creen que su búsqueda de respuestas justifica casi todos los medios, o justifica todos los sacrificios, no solo de parte suya, sino de todos los demás. Se convierten en fanáticos cuando ignoran los derechos de otros y cuando profanan la vida en un intento equivocado de entenderla.
Las mujeres cometen un grave error cuando tratan de probar su “igualdad” con los hombres, demostrando que pueden entrar a las fuerzas armadas, o ir al combate como cualquier hombre. La guerra nos hace menos como especie de lo que podríamos ser. Las mujeres han demostrado un buen sentido común al no ir a la guerra y un pésimo sentido común al enviar a sus hijos y parejas a la guerra. Matar por el bien de la paz solo nos hace mejores homicidas y nada cambiará eso. En una guerra, ambos bandos son fanáticos, en la medida en que se hayan involucrado. Con frecuencia parece que la guerra es el único camino práctico que queda como consecuencia del grupo de creencias que existen a nivel mundial. Hasta que cambiemos esas creencias, la guerra parecerá tener un valor práctico, valor que es engañoso o falso.
Los fanáticos siempre utilizan retórica altisonante y hablan en los términos más elevados sobre la verdad, el bien y el mal, y especialmente de la retribución. Hasta cierto grado, la pena capital corresponde a la acción de una sociedad fanática: Tomar la vida de un homicida no le devuelve la vida a la víctima y no evita que otros hombres cometan tales crímenes. Somos conscientes de que la pena de muerte a veces parece ser la única solución práctica y que muchos homicidas desean morir, o ser apresados, por su necesidad de recibir castigo. Muchos de ellos se encuentran en esa situación porque creen completamente en lo que muchos de nosotros creemos: que somos criaturas imperfectas, producto de un universo sin sentido, o hechas por un Dios vengativo y dañadas por el pecado original.
Los criminales interpretan esas creencias a la perfección. Sus “tendencias” son aquellas que cada uno de nosotros teme poseer. La Ciencia y la Religión dicen que si nos dejan actuar por nuestra cuenta, espontáneamente nos convertiremos en criaturas primitivas llenas de codicia y avaricia incontrolables. Freud y Jehová nos dieron ese mensaje. El pobre Darwin intentó darle sentido a todo esto, pero falló miserablemente.
Los fanáticos no permiten la tolerancia y esperan obediencia. Una sociedad democrática ofrece los más grandes retos y posibilidades de logros para el individuo y la especie, ya que permite el libre intercambio de ideas, pero exige mucho más de su gente porque cada persona debe escoger, en medio de una gran variedad de estilos de vida y creencias, su propia plataforma para la vida y la acción diaria.
Hay épocas en las que parecen desaparecer todas las normas y en las que aparecen personas que añoran las antiguas autoridades. Y siempre hay fanáticos que poseen la última verdad y que están dispuestos a quitarle a cada individuo la “carga “de sus retos, sus logros y su responsabilidad personal.
El individuo puede sobrevivir sin organizaciones, pero las organizaciones no pueden sobrevivir sin los individuos. Las organizaciones más efectivas son congregaciones de individuos que afirman su propio poder personal en el grupo y no buscan esconderse detrás de él. La acción organizada es un método excelente para ejercer influencia, pero solo cuando cada miembro es libre en su acción, solo cuando cada miembro extiende su individualidad a través de la acción del grupo y no busca seguir ciegamente los dictados de otros.
Los fanáticos existen como consecuencia de la gran brecha que hay entre el bien idealizado y la versión exagerada del mal. El bien idealizado se proyecta hacia el futuro mientras el mal exagerado se ve como copando el presente. El individuo es visto como impotente para actuar solo en la búsqueda del ideal. Como consecuencia de su propia impotencia, el fanático siente que cualquier medio para conseguir el fin se justifica. Detrás de todo esto está la creencia de que, espontáneamente, el ideal nunca será logrado y que por sus propios medios el hombre estará cada vez más en peores condiciones, en todos los aspectos.

jueves, 25 de octubre de 2007

Hitler - "El Bien" y "El Mal"

Cuando discutimos la naturaleza del bien y del mal, nos metemos en un campo difícil, ya que la mayoría de las atrocidades humanas se han cometido en la búsqueda irracional del “bien”. En los eventos que enfrentamos, el bien de un hombre puede ser el desastre para otro. Hitler siguió su versión del “bien” con una intención fanática. Creía en la superioridad y rectitud moral de la raza aria. En su versión idealizada de la realidad, visualizó la raza aria como “ubicada en su lugar apropiado” como “ama y señora” de la humanidad.
Hitler creía en características heroicas y se encegueció con la versión idealizada del superhombre ario, poderoso de cuerpo y mente. Para lograr su fin, Hitler estaba dispuesto a sacrificar al resto de la humanidad. “El mal debe ser arrancado”. Esta expresión desafortunada está detrás de las creencias de muchos cultos – científicos y religiosos - y el mundo ario de Hitler era una curiosa mezcla de los peores aspectos de la religión y la ciencia, en las que las tendencias del culto eran favorecidas y alentadas.
La arena política era el lugar práctico de trabajo en el cual esos ideales encontrarían campo propicio. La idea que Hitler tenía del bien era difícilmente inclusiva y cualquier acción, así fuera la más atroz, estaba justificada.
Cómo fue posible que las ideas iniciales de Hitler sobre las bondades del nacionalismo se convirtieran en semejante catástrofe mundial? Los pasos fueron los mismos que antes mencionamos sobre los cultos. Los sueños de Hitler eran cada vez más grandilocuentes, pues, según ellos, las dificultades de su país parecían empeorar con los eventos de cada día. Enumeraba las humillaciones una y otra vez en su mente, hasta que esta se convirtió en un entorno cerrado al que solo a ciertas ideas se le permitían la entrada.
Todo lo que no era Ario, realmente, se convirtió en enemigo. El pueblo Judío llevó la peor parte, principalmente por su éxito financiero y su coherencia, y por su devoción a una cultura que no era Aria, básicamente. El pueblo Judío se convirtió en la víctima del idealismo fanático de Hitler sobre el “bien” de Alemania.
Hitler predicaba sobre el gran valor de la acción social, como opuesta a la acción individual. Convirtió a los niños en delatores de sus padres. Se comportó a la manera nacionalista, como lo haría un líder de un culto menor, en un contexto más pequeño. El pueblo Judío creía en el martirio y Alemania se convirtió para ellos en el nuevo Egipto en el que el pueblo se había establecido. No queremos hacer una simplificación exagerada en esta oportunidad, ni vamos a justificar en manera alguna las atrocidades cometidas contra el pueblo Judío en Alemania. Sin embargo, cada uno de nosotros crea su propia realidad y, colectivamente, creamos las realidades de nuestras nacionalidades y nuestros países. Así que, en esta oportunidad, los alemanes se vieron a sí mismos como los vencedores y el pueblo judío se vio a sí mismo como la víctima.
Ambos pueblos reaccionaron como grupos, más que como individuos, en líneas generales. De acuerdo con sus idealismos, ambos pueblos, básicamente, creían en una visión pesimista del ser humano. Hitler estaba tan convencido de la existencia del mal en la psique individual, que fue la razón para establecer todas las normas y regulaciones tendientes a fortalecer y preservar la “pureza Aria”. La idea del pueblo Judío también era sombría, ya que sus propias normas y regulaciones se habían establecido para preservar la pureza del alma contra las fuerzas del mal. Mientras en los libros Judíos – El Antiguo Testamento – Jehová de vez en cuando aparecía con su gran majestad para salvar a su pueblo escogido, también permitió que sufriera grandes indignidades por largos períodos de tiempo, solo para salvarlo en el último momento. En esta oportunidad, pareció que no lo salvó, en absoluto. Qué sucedió?
Muy a pesar de él mismo y a pesar de sus seguidores, Hitler aportó una idea importante, una idea que cambió la historia. Las fantasías más desagradables del nacionalismo que habían venido creciendo durante siglos, las más estruendosas celebraciones de la guerra como “el derecho inalienable de una nación de buscar la dominación” se concentraron, finalmente, en la Alemania de Hitler.
Alemania sirvió como ejemplo de lo que puede ocurrir en cualquier país cuando al nacionalismo más fanático se le permite seguir sin examen, cuando las ideas de “lo correcto” se alinean con el poder, cuando cualquier nación se justifica a sí misma contemplando la destrucción de otras.
Necesitamos darnos cuenta de que Hitler creía que cualquier atrocidad se justificaba a la luz de lo que él consideraba un bien mayor. De una u otra manera, muchos de los ideales que Hitler sostenía y proclamaba habían sido aceptados en las comunidades mundiales, aunque no se habían llevado a cabo con tanta eficacia. Las naciones del mundo vieron sus peores tendencias personificadas en la Alemania de Hitler. El pueblo Judío, por varias razones, actuó como lo hacen todas las víctimas del mundo. Los alemanes y el pueblo Judío estaban de acuerdo, básicamente, en la “naturaleza malvada del hombre”. Por primera vez, el mundo moderno se dio cuenta de su vulnerabilidad a los eventos políticos, en los que la tecnología y las comunicaciones aceleraron todos los peligros de la guerra. Hitler saco a relucir las peores y más infames tendencias del hombre. La especie comprendió que el poder por si solo no significa tener el derecho y que, en términos más amplios, una guerra mundial no deja vencedores.
Hitler pudo muy bien haber explotado la primera bomba atómica en el mundo. Sin embargo, de una manera extraña, Hitler sabía que estaba condenado y perdido desde el mismo principio. Alemania también lo sabía, en relación con las esperanzas que Hitler tenía sobre su país. Hitler deseaba, anhelaba, quería la destrucción y, en momentos de lucidez, aun él mismo reconocía las distorsiones de sus ideales originales. Esto explica por qué Hitler saboteaba sus propios esfuerzos. Varias victorias aliadas fueron el resultado de tal sabotaje. Alemania no tuvo la primera bomba atómica, por las mismas razones.
Luego se llegó a Hiroshima, en donde explotó esta poderosa y destructiva bomba. Cuales fueron las razones? Salvar la vida, salvar la vida de norteamericanos. La intención de salvar estas vidas era “buena”, ciertamente, a expensas de los japoneses, en esta oportunidad. En este sentido, el “bien” de los norteamericanos no era el “bien” de los japoneses y la acción que se ejecutó para “salvar vidas” también estaba dirigida a tomar otras vidas.

lunes, 22 de octubre de 2007

Cultos e Ideales

El experimento de la democracia ha sido heroico, osado e innovador. En términos históricos, tal como los entendemos, es la primera vez que un sistema ha considerado a todos los habitantes de un país como iguales ante la ley. Eso ha sido, y es, lo ideal. En términos prácticos, sin embargo, han existido desigualdades. Lo que ocurre en el mercado y en la sociedad, demuestra una gran divergencia con el ideal establecido.
En el pasado, y también en algunas partes del mundo ahora, muchas decisiones importantes no han sido tomadas por el individuo, sino por el estado, la religión, o la sociedad.
En los últimos cien años, en nuestra cultura, se han presentado varios hechos que llaman la atención: la exteriorización de la religión organizada, que se convirtió en una entidad social, en lugar de una entidad espiritual; y la conjunción de la ciencia con la tecnología y los intereses económicos. A cada individuo se le consideró igual con todos los demás. Los matrimonios ya no eran arreglados. Cada hombre, ya no necesitaba seguir los pasos vocacionales de su padre. Los adultos jóvenes se enfrentaron a muchas decisiones personales, que en otras culturas se hacían, más o menos, automáticamente. El desarrollo del transporte abrió los países en forma tal que ya un individuo no iba a quedar circunscrito a su pueblo o región natal. Todo esto significaba que la mente consciente del hombre estaba próxima a expandir sus fortalezas, sus habilidades y su alcance. El idealismo era desbordante.
Ese idealismo, sin embargo, se introdujo en los nubarrones del pensamiento freudiano y darviniano. Como podría un país ser gobernado eficientemente por individuos que eran producto de químicos fuera de control convertidos en imágenes, con una neurosis adquirida desde la niñez; hijos de una especie imperfecta, lanzada a la deriva por un cosmos sin un significado, en el que no se podía encontrar ningún sentido.
La religión organizada se sintió amenazada. Si no podía probar que el hombre tenía un alma, podía por lo menos ver la manera de que las necesidades del cuerpo se pudieran atender por medio de trabajo social adecuado, abandonando así muchos de los principios que podían haberla ayudado a su fortalecimiento. En lugar de esto, estableció trivialidades que equiparaban la limpieza con la virtud.
En la mente del público, poco importó si fue el diablo, o genes imperfectos, los que condenaron al individuo a una vida sobre la que parecía tener muy poco control.
Comenzó a sentirse impotente. Empezó a sentir que la acción social misma tenía muy poco valor, ya que si el mal era innato en el hombre, por la razón que fuera, entonces ¿en donde habría alguna esperanza?
Había alguna esperanza, al menos, buscando mejores condiciones de vida personales. Había alguna esperanza, olvidando las propias dudas, con cualquiera de las distracciones externas que se pudieran encontrar. El idealismo es obstinado y resistente y no importa cuantas veces parece morir, regresa en una forma diferente. Así que quienes sintieron que la religión les había fallado, miraron de nuevo a la ciencia que les prometía la más cercana aproximación al cielo en la tierra: producción masiva de mercancías, dos carros en cada garaje, pociones para cada enfermedad, solución a todos los problemas. Y al principio pareció que la ciencia alumbró, ya que el mundo cambió la luz de la vela por la luz eléctrica y la luz de neón, en un abrir y cerrar de ojos, y el hombre pudo viajar en horas, distancias para las que su padre, o su abuelo, necesitaban días o semanas.
Mientras la ciencia proporcionaba nuevas comodidades y conveniencias, muy pocas preguntas surgieron. No había duda de que las condiciones exteriores habían mejorado, pero el individuo no parecía ser más feliz. En ese momento, ya se tenía claro que los descubrimientos de la ciencia podían tener su lado oscuro. Las conveniencias externas de la vida difícilmente importarían si el conocimiento de la ciencia era utilizado para socavar los fundamentos de la vida misma.
Con frecuencia se descubría que las distintas pociones ingeridas religiosamente por el público tenían efectos colaterales desafortunados. Los químicos utilizados para proteger la agricultura tenían efectos dañinos sobre las personas. Tales situaciones molestaron a la gente, mucho más que la amenaza de un desastre nuclear, puesto que involucraban su contacto con la vida diaria: los productos que compraba y las medicinas que tomaba.
Algunas personas buscan, y están buscando, alguna autoridad, cualquier autoridad, que tome las decisiones por ellas, ya que el mundo parece ser cada día más peligroso y ellas, por sus creencias, se sienten cada vez más impotentes. Anhelan las viejas costumbres, cuando las decisiones sobre el matrimonio las tomaban por ellas, cuando podían seguir los pasos de sus padres de manera segura, cuando desconocían el atractivo de otros lugares diferentes y estaban forzados a permanecer en casa. Estaban atrapadas entre la ciencia y la religión. Su idealismo no encontraba salida y sus sueños parecían haber sido traicionados.
Estas personas buscan cultos de distinto tipo, en los que las decisiones se toman por ellas, en donde se sienten aliviadas del fardo de una individualidad a la que se le ha robado su sentimiento de poder, con creencias en conflicto. Cuando a los jóvenes los reclutaban para el ejército, secretamente se alegraban, pues se trataba de una etapa en la cual las decisiones se tomaban por ellos y en donde aquellos que no se sentían totalmente comprometidos con la vida, la podían dejar con un sentimiento de honor y dignidad.
También han existido conventos y monasterios para aquellas personas que no desean vivir en el mundo, como lo ha hecho la otra gente. Ellos podían proseguir otras metas, pero las decisiones de donde vivir, que hacer, a donde ir, como vivir, las tomaban por ellas. Generalmente, estas personas se juntaban por intereses comunes y por un sentido del honor.
Los cultos tienen que ver principalmente con el miedo, el que utilizan como estímulo.
Erosionan el poder del individuo de tal manera que temen abandonarlos. Mientras el grupo tiene poder, el individuo no tiene ninguno, ya que el poder del grupo es investido en su líder.

viernes, 19 de octubre de 2007

El Idealista y el Fanático

Démosle una mirada a las muchas formas que el idealismo puede tomar. Algunas veces es difícil identificar a los idealistas, ya que ellos se visten con un ropaje tan pesimista que lo único que podemos ver son patrones de naturaleza burlesca o irónica. Por otra parte, muchos de los que se expresan de una manera brillante, con el estilo más idealista, esconden los aspectos más oscuros del pesimismo y la desesperanza. Si una persona es idealista y al mismo tiempo se siente impotente ante el mundo, y si su idealismo es vago y grandilocuente y no está relacionado con planes prácticos para su expresión, esa persona se va a encontrar en dificultades.
Veamos un ejemplo: En una reunión de un pequeño grupo de personas, alguien empieza a hablar sobre el estado de la nación, condenando a todos sus compatriotas por su estupidez y codicia. Dice que todo el mundo hace lo que sea por dinero y que la especie atraerá su propia destrucción. Cita varios ejemplos de actos inmorales cometidos por amor al dinero. Se suscita una discusión sobre el asunto, pero ninguna opinión contraria tiene efecto sobre las convicciones de esta persona. Se trata de un idealista de corazón, pero cree que el individuo tiene muy poco poder en el mundo, razón por la cual no aplica su idealismo personal a los eventos de su propia vida. Dice que “todo el mundo es esclavo del sistema”, lo que también está de acuerdo con su creencia. Esta persona tiene un empleo rutinario en un negocio local, en donde ha permanecido por espacio de 20 años, detestando tener que ir a trabajar durante todo ese tiempo, pero rehusándose a ensayar con otras actividades que han estado disponibles, porque le ha dado miedo intentarlo. Siente que se ha traicionado a sí mismo y proyecta esa traición hacia fuera, de tal manera que la traición es lo único que el ve en su mundo socio-político. Si hubiera empezado a trabajar en la actualización de sus ideales a través de su propia vida privada, no estaría en una situación como esa. La expresión de los ideales da lugar a la satisfacción, la cual promueve la expresión subsiguiente de un idealismo práctico.
Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo, somos idealistas. Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo, pero creemos que no lo podemos hacer, entonces somos pesimistas y el idealismo solo nos rondará. Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo, pero creemos que el mundo va a empeorar, a pesar de nuestros esfuerzos, entonces, quizá, somos idealistas desanimados o desorientados. Si queremos cambiar el mundo para mejorarlo y tenemos la determinación de hacerlo, no importa a qué costo para nosotros o para los demás, no importa el riesgo, y si creemos que ese fin justifica cualquier medio a nuestra disposición, entonces somos fanáticos.
Los fanáticos son idealistas invertidos. Generalmente son soñadores grandilocuentes e indecisos, cuyos planes casi ignoran por completo las dimensiones normales de la vida. Ellos son idealistas insatisfechos que no se contentan con expresar el idealismo por pasos, uno a la vez, o esperar por los mecanismos prácticos de una expresión activa. Demandan acción inmediata. Quieren rehacer el mundo según su propia imagen. No soportan la expresión de tolerancia o de ideas opuestas. Ellos son los más moralmente correctos de todos y sacrificarán casi todo, inclusive sus propias vidas y las vidas de otros. Justifican casi todos los crímenes en la búsqueda de esos fines.
No hay nada más estimulante, más meritorio de realizar, que el deseo de cambiar el mundo para mejorarlo. Esa es en realidad la misión de cada persona. Pero para el efecto, necesitamos empezar trabajando en el área que sea única para nosotros, con nuestra propia vida y actividades. Necesitamos empezar en el rincón de una oficina, o en la línea de ensamble, o en la agencia de publicidad, o en la cocina. Necesitamos empezar en donde estamos.
Cuando utilizamos nuestras propias habilidades, cuando expresamos nuestro idealismo personal por medio de la actuación, utilizando esas habilidades al máximo en la vida diaria, estaremos cambiando el mundo para mejorarlo.
El idealismo presupone el “bien” como opuesto al “mal”. Cómo puede la búsqueda del bien conducirnos, a veces, a la expresión del mal? .
Existe un mandamiento que está por encima de todos los demás, en términos prácticos. Es un mandamiento cristiano que puede usarse como modelo. Es bastante bueno, porque es algo que podemos entender en forma práctica: “No matarás”. Es lo suficientemente claro. En la mayoría de las veces, sabemos cuando hemos matado. Este mandamiento es un camino a seguir, mucho mejor que el siguiente: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, ya que la mayoría de nosotros, para empezar, no nos queremos a nosotros mismos, por lo que difícilmente amaremos a nuestro prójimo. La idea es que si amamos a nuestro prójimo no vamos a tratarlo mal y, mucho menos, matarlo. El mandamiento: “No matarás” nos dice que no mataremos a nuestro prójimo, no importa cómo nos sintamos en relación con él. Digámoslo en un nuevo mandamiento: “No matarás, ni siquiera en la búsqueda de tus ideales”.
En términos prácticos, esto significa que no haremos la guerra con el fin de lograr la paz. Significa que no mataremos animales en experimentos, tomando sus vidas para proteger la sagrada vida humana. El hombre ha matado, en la búsqueda de sus ideales, tanta gente como la que ha matado por codicia o lujuria, y aun por la búsqueda del poder y sus ventajas.
El fanático considera posible matar en la búsqueda de sus ideales. Por ejemplo, el ideal puede ser la producción de grandes cantidades de energía para el uso de la humanidad. El fanático puede creer tan fervientemente en ese ideal tan benéfico para la vida, que considera la posibilidad hipotética de que el beneficio se logre con el riesgo de perder algunas vidas en el proceso. Eso es fanatismo.
Significa que el fanático no está dispuesto a dar los pasos necesarios para lograr el ideal, sino que cree que el fin justifica los medios: “Ciertamente, se van a perder algunas vidas en el proceso, pero la humanidad se beneficiará”. Este es el argumento usual. La vida es sagrada y no se puede sacrificar por conveniencia de la vida, ya que la calidad de la vida sufrirá. Lo mismo puede ocurrir con el ideal de proteger la vida humana, cuando en la búsqueda de ese ideal se les inducen enfermedades mortales a varios animales, sacrificando sus vidas. En este caso, la justificación puede ser que las personas tienen alma y los animales no, o que la calidad de la vida de los animales es inferior. Eso es fanatismo, a pesar de los argumentos, y la calidad de la vida humana misma va a sufrir. Quienes sacrifican cualquier clase de vida en el proceso, le pierden el respeto a la vida en general, incluida la vida humana. El fin no justifica los medios.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Los Pensamientos y los Virus

Pensamos que los virus son físicos y los pensamientos mentales. Deberíamos saber que los pensamientos también tienen sus aspectos físicos en el cuerpo y que los virus tienen aspectos mentales en el cuerpo. A veces nos preguntamos por qué un cuerpo enfermo no utiliza sus habilidades curativas, expulsando las influencias negativas de un determinado grupo de creencias y pensamientos.
Cuando pensamos en los pensamientos como mentales y los virus como físicos, la pregunta es comprensible. No se trata, simplemente, de que los pensamientos influencien el cuerpo, como en efecto lo hacen, sino que cada uno de ellos representa un estímulo activador, que atrae cambios hormonales y altera toda la situación física en determinado momento.
Nuestro cuerpo físico es la versión carnal – la versión física viva – del cuerpo de nuestros pensamientos. Los pensamientos no solo activan las reacciones químicas del cuerpo, sino que ellos mismos tienen una realidad química, además de sus aspectos mentales reconocidos. Utilizando una analogía, es como si los pensamientos se convirtieran en los diferentes apéndices del cuerpo. Ellos tienen una existencia invisible dentro del cuerpo, tan seguramente como la tienen los virus. Nuestro cuerpo está compuesto no solamente de los elementos que están dentro de él, lo que los rayos X y las autopsias pueden revelar, sino que también tiene profundas relaciones, alianzas y afiliaciones que no aparecen físicamente. Nuestros pensamientos son tan físicamente pertinentes a nuestro cuerpo como lo son los virus, y ellos mismos forman afiliaciones internas. Su vitalidad, automáticamente, activa todas las respuestas internas del cuerpo. Cuando pensamos los pensamientos, ellos son conscientes. Pensamos con frases, parágrafos o imágenes. Los pensamientos surgen de componentes internos de los cuales no somos conscientes.
Cuando un pensamiento es pensado, se descompone en esos componentes. Nuestros pensamientos también tienen una base emocional. La más pequeña célula dentro del cuerpo contribuye a esa realidad emocional y reacciona instantáneamente a nuestros pensamientos.
En esos términos, los pensamientos se mueven mucho más rápido que los virus. La acción de los virus sigue al pensamiento. Cada pensamiento es registrado biológicamente. Básicamente, puede decirse que cuando somos inmunes a una enfermedad, se trata de una inmunidad mental.
Pensamos que los virus son dañinos, esparciéndose quizá de país en país para “invadir” una serie de mecanismos físicos. Podemos decir que los pensamientos también son “contagiosos”. Disponemos de una inmunidad natural contra todos los pensamientos que no se ajustan a nuestros propósitos y creencias, y de forma natural estamos “vacunados” con una confianza y una creencia total en nuestros propios pensamientos, por encima de todos los otros. Las viejas ideas del “vuduismo” reconocían algunos de estos conceptos, pero los complicaron y los distorsionaron con temores al mal, a la invasión psíquica, a la muerte psíquica, etc. No podemos separar la salud física de la salud mental, ni podemos separar la filosofía de una persona de su condición corporal.
Mientras decimos todo esto en relación con los pensamientos y los virus, es necesario recordar el contexto del asunto, ya que nueva información y conocimientos están siempre disponibles para el individuo en la Estructura 2.

domingo, 14 de octubre de 2007

Los Virus

No podríamos vivir sin los virus. Ni tampoco nuestra realidad biológica, tal como la concebimos ahora. Los virus parecen ser los “tipos malos” y, como regla general, pensamos en ellos discriminándolos separadamente como, por ejemplo, el virus de la viruela. Sin embargo, existen afiliaciones generales en las que toman parte los virus y con las que se mantienen delicados balances biológicos. Cada cuerpo contiene innumerables virus, que pueden ser mortales en un determinado momento y bajo ciertas condiciones. Los virus están activos o inactivos dentro del cuerpo, de acuerdo con su condición general. Los virus que son mortales en ciertos estados, no lo son en otros y, en estos últimos, reaccionan biológicamente de manera benéfica y contribuyen a la estabilidad del cuerpo propiciando algunos cambios necesarios en la actividad celular.
Los virus tienen una existencia social y cooperativa en el cuerpo. Sus efectos se vuelven mortales solamente bajo ciertas condiciones. Los virus deben ser activados para una actividad destructiva, y esto ocurre solamente cuando la persona involucrada está buscando decididamente su propia muerte, o una situación de crisis biológica.
En tales casos, el contagio inicial es siempre emocional y mental. Las condiciones sociales están generalmente involucradas. Un individuo que está en la parte más baja de su pobre entorno social, parece ser su víctima, o está en una situación en la que sus valores individuales, como miembro de la sociedad, están seriamente debilitados.
De la misma manera como un miembro de esa sociedad se tuerce, se sale de casillas, explota y comete actos antisociales, tal persona puede, en cambio, activar los virus y desbaratar su orden biológico y social, de tal manera que algunos de ellos se vuelven súbitamente mortales y quedan fuera de control. Las enfermedades resultantes son, por supuesto, infecciosas. En ese grado, son enfermedades sociales. No se trata tanto de que un virus se vuelva destructivo súbitamente, lo que es cierto, sino que la estructura cooperativa dentro de la cual están involucrados todos los virus se torna insegura y amenazante.
Los virus mutan y esto ocurre con frecuencia. Parece científico creer en las vacunas contra las enfermedades peligrosas, ya que, ciertamente, parecen funcionar. En la actualidad la gente no padece de viruela. Algunas culturas creyeron que las enfermedades eran causadas por los demonios. Los médicos brujos de la época, por medio de determinadas ceremonias, intentaban liberar el cuerpo de los demonios, y esos métodos también funcionaron. Su sistema de creencias era aceptado y solo empezó a fallar cuando esas sociedades encontraron la “visión civilizada”.
Si a los demonios les damos el nombre de “creencias negativas”, habremos dado un gran paso adelante. La gente continúa muriendo de enfermedades. Muchos de nuestros procedimientos científicos, incluidas las vacunas, por sí mismos, causan nuevas enfermedades. No ayuda mucho cuando un paciente vacunado contra la viruela y el polio, eventualmente muere de cáncer, como resultado de sus creencias negativas.
Lo que hemos dicho sobre los virus, también se aplica a toda la vida biológica. Los virus son “altamente inteligentes”, en el sentido de que reaccionan rápidamente al estímulo. Ellos responden a los estados emocionales. Son sociales. Su rango de vida varía considerablemente, y algunos pueden estar inactivos por siglos y revivir. Tienen patrones de memoria extensivos, impresos biológicamente. Algunos se pueden multiplicar por decenas de miles en segundos. En muchas formas, son la base de la vida biológica, pero solo nos enteramos de ellos cuando muestran su “cara mortal”.
No nos enteramos del ejército interior de virus dentro del cuerpo, que lo protegen constantemente. El huésped y el virus se necesitan mutuamente y ambos forman parte del mismo ciclo de la vida.

jueves, 11 de octubre de 2007

La Paranoia y sus manifestaciones

La paranoia es muy interesante porque indica las formas en que las creencias personales pueden distorsionar los eventos que conectan el individuo con otras personas. Los eventos están “distorsionados”, pero mientras la persona paranoica está convencida de que esos eventos son válidos, esto no cambia la percepción de otras personas sobre las mismas ocurrencias.
Lo que queremos enfatizar aquí es la interpretación errónea que hace el paranoico de eventos personales y colectivos inocuos y subrayar las formas en las que los eventos físicos se pueden juntar, simbólicamente, de tal manera que pueda crearse una realidad, que en parte es física y en parte es sueño.
Debemos interpretar los eventos de una manera personal. Nosotros mismos los creamos. Sin embargo, existe un sitio de reunión de encuentros más o menos físicos, un plano de percepción que ofrece un piso lo suficientemente firme para la aceptación de un mundo compartido colectivamente. En la mayoría de las aberraciones mentales, estamos tratando con gente cuyos símbolos personales pesan de tal manera sobre la información sensorial primaria, que esa información, algunas veces, se vuelve casi invisible. Estas personas utilizan el mundo físico en la forma como la mayoría de las personas utilizan el mundo del sueño, de tal manera que para ellas es difícil distinguir entre una realidad personal y una realidad colectiva compartida.
Muchas de estas personas son creativas e imaginativas. Sin embargo, tienen menos fundamentos sólidos que otras al enfrentarse a una realidad colectiva compartida, e intentan imponer sus propios símbolos personales sobre el mundo, o formar un mundo completamente personal. Estas personas desconfían de las relaciones humanas. Cada persona forma su propia realidad, pero esa realidad personal debe ser compartida con otros y debe afectarse por la realidad de otros.
Como criaturas que habitan en el tiempo y el espacio, nuestros sentidos nos proveen información muy específica y una realidad física suficientemente cohesiva. Cada persona puede reaccionar a las estaciones de una manera muy personalizada y, aún así, todos compartimos esos mismos eventos naturales. Ellos nos dan una estructura para la experiencia. Corresponde a la mente consciente interpretar los eventos percibidos de la manera más clara y concisa posible. Esto permite la libertad de acción necesaria para la movilidad psicológica y física. Somos una especie imaginativa, por lo que el mundo físico es coloreado y afectado por nuestras propias proyecciones imaginarias y con el gran poder de las emociones. Pero, cuando estemos confundidos y preocupados, es una idea excelente llevar nuestra atención hacia el mundo natural, tal como aparece en un momento dado, para sentir su efecto sobre nosotros como entes separados de nuestras propias proyecciones.
Formamos nuestra propia realidad. No obstante, si estamos en un país nórdico en el invierno, estaremos experimentando un invierno físico real o, de lo contrario, estaremos totalmente divorciados de la información sensorial primaria.
La persona paranoica tiene ciertas creencias. Utilicemos un individuo hipotético, alguien que esté convencido de que tiene un cuerpo saludable y que está orgulloso de su estabilidad mental. Esta persona, por sus propias razones, puede decidir que su propio cuerpo lo persigue para castigarlo, en lugar de la policía, por ejemplo. Esta persona puede, simbólicamente, escoger un órgano, o una función, e interpretar mal muchos eventos corporales, de la misma manera como otra persona interpreta mal los eventos masivos. Cualquier anuncio de servicio público, que se refiere a síntomas conectados con su área sensitiva, lo alarmará inmediatamente. Consciente o inconscientemente, concentrará su atención sobre esa parte del cuerpo, anticipando su mal funcionamiento. Esta persona puede alterar la realidad de su propio cuerpo.
Esta persona interpreta los eventos de su cuerpo en forma tan negativa y amenazante, que algunas sensaciones normales tendrán el mismo efecto que el temor a la policía. Si esta situación dura lo suficiente, presionará exageradamente una parte de su cuerpo y gradualmente empezará a afectar, no solo su mundo personal, sino aquella parte del mundo colectivo con el que tiene contacto. Se sabrá entonces que tiene una úlcera o cualquier otra dolencia. En todos los casos, se trata de una interpretación equivocada de información sensorial básica.
Cuando decimos que una persona interpreta equivocadamente la información sensorial, quiere decir que el fino balance entre la mente y la materia se convierte en presión exagerada en un solo sentido. Si en medio de la noche, y estando totalmente despierta, una persona cree que es el amanecer y que el sol se está levantando, en términos físicos, y no puede diferenciar entre su realidad personal y la realidad física, el balance de que hemos hablado se habrá disturbado.
La persona paranoica organiza su mundo psicológico alrededor de su obsesión y suprime lo que no aplica, hasta que todo esté de acuerdo con sus creencias. Un examen desprejuiciado de la información sensorial debería proporcionarle alivio.

lunes, 8 de octubre de 2007

"Víctimas" de las Creencias

Tenemos meditaciones para el desastre y creencias que atraen las tragedias personales y masivas. Usualmente están enmascaradas con la vestidura de la aceptación convencional. Miles de personas pueden morir en una batalla, o en una guerra, por ejemplo. Las muertes se aceptan casi como algo corriente. Se les considera, simplemente, víctimas de la guerra. A nadie se le ocurre que son víctimas de “creencias”, ya que las armas, las bombas y el combate, son bastante reales.
El enemigo es obvio y sus intenciones son malvadas. Las guerras son ejemplos de suicidios colectivos, con toda su parafernalia de batalla, llevadas a cabo por medio de la sugestión masiva y con los mayores recursos de una nación, por hombres que están convencidos de que el universo es inseguro, que no se puede confiar en el ser humano y que los extranjeros son siempre hostiles. Damos por sentado que la especie es agresivamente combativa. Pensamos que es necesario anticiparnos a las intenciones de la nación enemiga, antes de que nos destruya. Estas tendencias paranoicas se esconden, principalmente, bajo banderas nacionalistas.
“El fin justifica los medios”. Esta es otra creencia demasiado dañina. Las guerras religiosas siempre han tenido tendencias paranoicas, ya que el fanático le teme a las creencias en conflicto y a los sistemas que las acogen.
Tenemos epidemias que surgen ocasionalmente y que dejan víctimas mortales. Parcialmente, estas son también víctimas de creencias, ya que creemos que el cuerpo natural es la víctima natural de los virus y las enfermedades, sobre los que no tenemos control personal, a excepción del provisto por la medicina. En la profesión médica, la sugestión general que opera es la que enfatiza y exagera la vulnerabilidad del cuerpo y desestima sus habilidades para la curación natural. La gente muere cuando está lista para morir, por sus propias razones. Ninguna persona muere sin una razón. Esto no es lo que se nos enseña y por eso la gente no reconoce sus propias razones para morir; y tampoco se le enseña a reconocer sus propias razones para vivir, ya que se nos dice que la vida misma es un accidente en el juego cósmico del azar.
Por esta razón, no podemos confiar en nuestras propias intuiciones. Pensamos que nuestro propósito en la vida es ser algo diferente, o alguien diferente, distinto de lo que somos. En una situación como esta, muchas personas buscan causas y tienen la esperanza de mezclar los propósitos de la causa con el suyo propio, que no ha reconocido.
Han existido muchos grandes hombres involucrados con causas a las que les aportan sus energías, recursos y soporte. Estas personas reconocen la importancia de sus propios seres y le agregan esa vitalidad a las causas en las que creen. Ellas no supeditan su individualidad a las causas. En lugar de eso, reafirman su individualidad para ser más ellos mismos. Extienden sus horizontes, van más allá de los paisajes mentales convencionales, guiados por su entusiasmo y vitalidad, por su curiosidad y amor, y no por el miedo.
Muchas personas perdieron la vida hace unos años en la tragedia de Guyana. Voluntariamente tomaron el veneno ordenado por su líder. No tenían ejércitos rodeándolos. No les lanzaron bombas. No hubo un virus esparcido en la multitud. La gente sucumbió a una “epidemia de creencias”, en un entorno mental y físico cerrado. Los verdugos fueron las ideas siguientes: Que el mundo es inseguro y que cada día que pasa es más mortífero; que la especie misma está manchada con una intención mortal; que el individuo no tiene ningún poder sobre su realidad; que la sociedad y las condiciones sociales existen como cosas en sí mismas y que sus propósitos van en dirección contraria a la satisfacción del individuo; que el fin justifica los medios y que la acción de cualquier tipo de dios no tiene poder sobre el mundo. Las personas que murieron eran idealistas, perfeccionistas en extremo, cuyo deseo por el bien estaba manchado y distorsionado por las creencias mencionadas.
El hombre es de buenas intenciones. Cuando vemos el mal en todas las intenciones del hombre, en nuestras propias acciones y en las acciones de otros, nos ponemos en contra de nuestra propia existencia. Nos enfocamos en la diferencia que existe entre nuestros ideales y nuestra experiencia, hasta que esa diferencia es lo único real. No vemos la buena intención del hombre, ya que, en comparación con nuestros ideales, el bien en el mundo parece ser tan minúsculo que lo asemeja a una farsa.
Estas personas tienen miedo de sí mismas y de la naturaleza de su existencia. Pueden ser inteligentes o estúpidas, dotadas o corrientes, pero tienen miedo de experimentarse a sí mismas como tales, o de actuar de acuerdo con sus propios deseos. Contribuyen a crear el dogma, el sistema, o el culto, del cual son víctimas. Esperan que su líder actúe por ellas. Hasta cierto punto, el líder absorbe su paranoia, hasta convertirla en una fuerza insaciable en él. Es “víctima” de sus seguidores y estos, a la vez, son sus “victimas”.
En la tragedia de Guyana, norteamericanos llenos de confianza y fortaleza morían en una playa suramericana, pero no con las banderas de una guerra, que bajo ciertas condiciones habría sido aceptable para ellos. No se trataba de norteamericanos muriendo en una revolución sangrienta, en medio de terroristas. Tenemos norteamericanos sucumbiendo en tierra extraña, por unas creencias que son peculiarmente norteamericanas.
Los norteamericanos han tenido la creencia de que el dinero resuelve casi todos los problemas. Muchos jóvenes llegan a la edad adulta viviendo en casas muy lujosas y en muy buenos vecindarios. Ellos parecen estar en el pináculo de la vida y ser lo mejor que la sociedad puede ofrecer. Quizá nunca tuvieron que trabajar para vivir. Pueden haber estudiado en las mejores universidades. Sin embargo, ellos son los primeros en darse cuenta de que tales ventajas no necesariamente le suman a la calidad de la vida. Los padres han trabajado duro para darles a sus hijos tales ventajas y están sorprendidos y confusos por las actitudes de sus hijos. Muchas veces el dinero y la posición social se han adquirido como consecuencia de la creencia en la naturaleza competitiva del hombre, y esa misma creencia minimiza los galardones que produce. Muchos padres han creído que el propósito de la vida es hacer mucho dinero y que la virtud consiste en tener el mejor carro, la mejor casa, o la mejor piscina, como prueba de que uno puede sobrevivir en un mundo de rapiña. Sin embargo, surgen ciertas preguntas en relación con los hijos: Qué pasa con aquellos otros sentimientos que se agitan en sus conciencias? Qué pasa con aquellos propósitos que ellos sienten? Los corazones de muchos de ellos eran como vacíos esperando ser llenados. Buscaron valores pero, al mismo tiempo, sintieron que también eran hijos de una especie imperfecta, de cabos sueltos y sin un destino claro. Ensayaron varias religiones y, a la luz de sus opiniones sobre ellos mismos, las ventajas iniciales solo sirvieron para condenarlos. Ensayaron programas sociales y encontraron una curiosa sensación de pertenencia con los desaventajados, pues ellos tampoco tenían raíces. Los desaventajados y los aventajados se unieron en un vínculo de desesperanza, dotando a un líder con el poder que ellos sentían no tener.
Finalmente estos jóvenes se aislaron del mundo que conocían y la voz de su líder al micrófono se convirtió en una mezcla magnificada de sus propias voces. En la muerte, ellos satisficieron sus propósitos por medio de una manifestación masiva. Esto haría que los norteamericanos se cuestionaran sobre la naturaleza de su sociedad, su religión, su política y sus creencias.

lunes, 1 de octubre de 2007

El Propósito y el Sentido de la Vida

En nuestra sociedad generalmente se piensa que las personas deben tener una subsistencia decente, una familia, o alguna otra relación cercana, buena salud y un sentido de pertenencia, si se quiere que cada persona sea productiva, sea feliz y esté contenta.
Se consideran como medios para brindar satisfacción “a las masas” una mejor programación social, mejores oportunidades de trabajo, planes de salud y proyectos urbanos. Poco o nada se dice sobre la necesidad innata de la personalidad de sentir que su vida tiene propósito y sentido. Poco se dice sobre el deseo innato de la personalidad por el drama, el tipo de drama espiritual interior, en el cual el individuo se pueda sentir parte de un propósito, que es el suyo propio, pero que es mucho más que eso.
Existe la necesidad en el hombre de sentir y expresar impulsos heroicos. Sus verdaderos instintos lo conducen, espontáneamente, hacia el deseo de mejorar la calidad de su propia vida y la de otros. Debe verse a sí mismo como una fuerza en el mundo.
Los animales también dramatizan. Ellos poseen emociones. Se sienten parte del drama de las estaciones. Ellos están totalmente vivos, en esos términos. Los animales y la naturaleza, en todas sus variedades, se relacionan de una manera tan preciosa, que para ellos este encuentro es el equivalente a la estructura cultural y la civilización nuestras. Los animales responden a los ricos matices de la naturaleza de una manera imposible de describir. Sus “civilizaciones” se construyen por medio de interacciones de información sensorial que no podemos percibir. Ellos saben, de una manera imposible para nosotros, que sus propias existencias tienen un impacto directo sobre la naturaleza de la realidad. Una persona puede tener riqueza y salud, puede gozar de muy buenas relaciones y de un trabajo satisfactorio y, aún así, vivir una vida desprovista de drama, pues, a menos que sintamos que la vida misma tiene sentido, cada vida parecerá no tener sentido y todo el amor y toda la belleza terminarán en ruina.
Cuando creemos en un universo formado accidentalmente, y cuando pensamos que somos miembros de una especie desovada accidentalmente, entonces la vida parecerá sin sentido y los eventos pueden parecer caóticos. Los eventos desastrosos, que pensamos tienen origen en la ira divina, pueden al menos entenderse en ese contexto. Sin embargo, muchos de nosotros vivimos en un mundo subjetivo, en el cual los eventos de nuestras vidas parecen no tener una razón particular, o parecen suceder en contra de nuestros deseos.
Que tipo de eventos puede formar la gente cuando se siente impotente, cuando sus vidas están huérfanas de significado, y cuales son los mecanismos que están detrás de esos eventos?
La gente muere por “una causa” solamente cuando no encuentran una causa por la cual vivir. Cuando parece que el mundo no tiene sentido, algunas personas harán cierto tipo de “manifestación” con las circunstancias relacionadas con su propia muerte.
Los propósitos de las personas son unas veces simples y directos, pero otros no son tan fáciles de describir. Por ejemplo, queremos atravesar el cuarto para coger un papel. Este es un propósito simple y directo. Automáticamente impulsamos nuestro cuerpo en la forma apropiada, aunque conscientemente no nos damos cuenta de los mecanismos internos involucrados. No nos imaginamos la existencia de bloqueos o impedimentos a nuestro paso, en la forma de muebles adicionales colocados en el camino accidentalmente. Simplemente tomamos la dirección adecuada. Esta acción tiene sentido, porque es algo que deseamos. Pero hay otros propósitos que tienen intenciones de naturaleza psicológica, anhelos de satisfacción que no se pueden categorizar tan fácilmente. El hombre experimenta ambiciones, deseos, gustos y disgustos, de naturaleza emocional y, al mismo tiempo, tiene creencias intelectuales acerca de sí mismo, sus sentimientos y el mundo. Estas creencias son el resultado del adiestramiento, ya que utilizamos la mente tal como se nos ha enseñado.
Una persona puede desear fama y poseer ciertas habilidades que quiere utilizar para alcanzar ese propósito. Esta persona también puede creer que la fama y la fortuna conducen a la infelicidad, al desenfreno, o que, de alguna manera, atraerán condiciones desastrosas. Tenemos aquí un claro propósito de utilizar habilidades y recibir aclamación. Pero tenemos también otro claro propósito contrario: evitar la fama y la fortuna. Hay personas que quieren tener hijos y pareja, y pueden tener las cualidades que les permitan ser buenos padres. Algunas de esas mismas personas pueden estar convencidas de que el amor es erróneo, o que el sexo es denigrante, o que los niños significan el fin de la juventud. Estas personas van a encontrarse rompiendo sus relaciones amorosas con otras personas sin una razón aparente, o van a forzar a su pareja a romper con ellas. Lo que tenemos aquí nuevamente son dos claros propósitos, pero uno opuesto al otro.
Las personas que creen que su vida tiene un significado, van a poder resistir estas presiones y dilemas, y situaciones del mismo tipo las van a resolver adecuadamente.
Las personas que creen que la vida misma no tiene sentido, van a encontrar desilusiones, conflictos y sentimientos de impotencia. Estas personas empiezan a imaginar impedimentos en su camino, tan seguramente como quien imagina que le pusieron una barrera física entre el y la mesa que está al final del cuarto.
Cuando simplemente deseamos alcanzar un destino en el espacio, hay mapas que explican la naturaleza de la tierra. Cuando estamos hablando de destinos psicológicos, como una posición o un rol, hay mucho más para tener en consideración.
Nuestro cuerpo se moviliza cuando deseamos movernos. El cuerpo responde a nuestra intención y propósito. En términos psíquicos, el cuerpo es nuestro entorno privado interior. Nuestras intenciones psicológicas movilizan instantáneamente nuestras energías en un nivel psíquico.
Cuando queremos ir al centro de la ciudad, sabemos que existe un punto de destino, aunque estemos a kilómetros de él. Cuando queremos encontrar pareja, damos por sentado que una pareja potencial existe, aunque no sabemos donde, en el espacio y el tiempo. Nuestra intención de encontrar pareja envía “mensajes sutiles de la conciencia”, conformados por el deseo y la intención, que como detectives rastrean el mundo, buscando de una manera totalmente diferente a la de un agente secreto físico. El mundo es explorado con nuestras características en mente, buscando a alguien con las características que mejor se acomoden a las nuestras. Cualquiera que sea nuestro propósito, estará involucrado el mismo procedimiento psíquico.
La organización de nuestros sentimientos, creencias e intenciones dirige el enfoque con el que se construye nuestra realidad física. Si creemos en un mundo pecaminoso, buscaremos entre la información sensorial aquellos hechos que confirman nuestra creencia. Más aún, en otros niveles, organizamos nuestro mundo mental de tal manera que atraemos hacia nosotros aquellos eventos que confirman nuestras creencias.
La muerte es una parte nuestra, como lo es el nacimiento. Su importancia varía de acuerdo con el individuo. En cierta forma, la muerte es la última oportunidad de hacer una manifestación de importancia en determinada vida, cuando sentimos que no lo hicimos antes. Las muertes de algunas personas corresponden a períodos tranquilos. Para otras personas son signos de exclamación, de manera que más tarde se pueda decir que la muerte de esa persona fue mucho más importante que su propia vida. Algunas personas mueren en la adolescencia, en medio del torrente de posibilidades de la vida. Muchas personas jóvenes prefieren morir en su época, cuando las posibilidades para el desarrollo y la satisfacción son infinitas. Hay personas que escogen muertes con un alto contenido dramático, porque, a pesar de las apariencias, no han estado en capacidad de expresar el contenido dramático de sus psiques en el mundo, tal como se presenta para ellas. Ellas convierten sus muertes en lecciones para otras personas, obligándolas a hacerse preguntas que antes no se habían hecho. También hay manifestaciones masivas del mismo tipo, de personas que se unen para morir. Buscan compañía en la muerte, tal como lo hicieron en la vida. Las personas que se sienten impotentes y que no tienen un motivo para vivir, se juntan para “morir por un motivo” que no les dio la voluntad o la razón para vivir.